sábado, 6 de julio de 2013

ENTREVISTA CON L. F. COMENDADOR

Esta es una entrevista realizada a través del correo electrónico. En cualquier caso, desde aquí quiero darle las gracias por la amabilidad con que acogió la idea y las facilidades que en todo momento me ha ofrecido para poder contar con el material (libros, fotos e imágenes) que aparecen aquí y en entradas anteriores. Muchas gracias, Luis Felipe.

*¿De dónde nace en ti el impulso poético, el deseo de expresarte a través de la poesía?

Llegué a la poesía por un proceso lento de evolución lectora. Empecé, como todos los chicos de mi época, leyendo aquellos libros de editorial Bruguera que, con mucho acierto, alternaban una página de texto con otra de dibujos que lo apoyaban magníficamente (era una historia entre novela y cómic), y de ahí pasé a lecturas más largas, más serias, más enjundiosas en lo literario… y de pronto me aburrí de la narrativa, me aburrí mucho, y empecé a leer poesía de mi tiempo, hasta el punto de convertirme en un urgente devorador de libros de poesía (presumo de tener una de las más amplias bibliotecas de poesía de la provincia de Salamanca)… y de ahí al impulso poético hube de dar un paso, un pequeño paso que lleva durando más de treinta años… encontré pronto mi voz natural, que se instaló sin más en el heptasílabo, y me dejé llevar en un camino hermosísimo que me ha procurado y me procura cada día multitud de satisfacciones íntimas y de otros tipos menos importantes.

*¿Qué lecturas, autores, experiencias… han influido más en tu quehacer como poeta?

Mis nortes poéticos son Ángel González, Oliverio Girondo, Joseph Brodsky y toda la generación Beat… pero hay muchos más autores que me han pegado duro bien adentro.
Por lo que se refiere a las experiencias que me han llevado a intentar la poesía, fundamentalmente me quedo con la suerte del afecto y la amistad de gran parte de los poetas del 50 (Pepe Hierro, Jesús Hilario Tundidor, Ángel González, Ángel García López, Claudio Rodríguez, Joan Margarit…), de muchos de la generaciones posteriores, como Luis Alberto de Cuenca, Jaime Siles, Fernando Beltrán, José Luis Morante… y bastantes de las nuevas hornadas poéticas, fundamentalmente Abraham Gragera, que me parece una de las voces más modernas, enteras y llenas de indicio de este tiempo…  como ves, todo está en clave de amistad. Sí, ahí radican mis ganas por la poesía, en todos mis amigos poetas, de los que aprendo cada día.

*Da la impresión —corrígeme si me equivoco— de que a medida que pasa el tiempo estás más interesado en la expresión gráfica que en la literaria, ¿es así? Y si es así ¿qué es lo que te ha inclinado a este cambio?

No es cierto y sí es cierto. Me explico. Siempre he considerado el hecho poético como una forma de expresión que no queda cerrada en la palabra, y para ello he tenido que armar una definición clara (para mí) de lo que es la poesía, llegando a la conclusión de que todo hecho poético debe responder a valores de autenticidad, belleza e indicio (y sus contrarios si son buscados)… y con estos mimbres he trabajado tanto la poesía versal, la poesía visual, el poema objeto o cierta poética gráfica que está muy cercana al aforismo o al apotegma (no tanto al chiste, como algunas veces me dicen). Todos estos aspectos de la poesía intento trabajarlos, y hay épocas en los que unos pueden a los otros… y ahora estoy más en el dibujo cabrón, el capaz de decir lo que pienso con claridad meridiana e incluso haciendo daño.


*Desencanto, decepción, melancolía, nihilismo, son algunas de las características que atribuyen a tu poesía; sin embargo, eres una persona fuertemente implicada en proyectos sociales y, por tanto, comprometida socialmente. ¿Cómo explicas esta aparente contradicción?

No es una contradicción, ni mucho menos. Mi actividad de cooperación está fuertemente trazada por el desencanto, la decepción, la melancolía y el nihilismo… estos aspectos vitales, que están muy enraizados adentro, son los que me capacitan para ‘intentar’ hacer un mundo de otra manera, de una manera acorde a mi forma de entenderlo. Llego primero al convencimiento de que todo está mal, pierdo la confianza en el hombre, elaboro una idea sobre una ‘individualidad’ capaz de lanzarse hacia fuera y la pongo en práctica en forma de ONG unipersonal y capaz de desarrollar microproyectos muy interesantes que nunca se dejan dinero en el camino. Estos ‘contravalores’ me llevan a realizarme como yo quiero y me impelen hacia los demás con tranquilidad y sin necesidad de justificar nada. Hago lo que me pide el cuerpo y como me lo dicta mi cabeza… y eso me lleva a cierto estado de felicidad personal que me va colmando.

*Creo que toda tu poesía se mueve entre dos impulsos: el de caída y el vitalista, el del desencanto y el de las palabras de ánimo, muy bien recogidos, por cierto, en el poema que cierra el libro Los 400 golpes

      ESCRIBIR
           
            Escribir para ese intento
            de interrumpir el proceso
            de la muerte

            o para terminar con decencia
            un día de todos los demonios

            como éste.

Y me da la impresión de que a medida que pasa el tiempo el segundo, caso raro, va ganando terreno al     primero. ¿Cómo lo ves tú?

     Ja, ja, ja… la verdad es que soy un hombre de extremos y paso del uno al otro constantemente… soy profundamente vitalista en lo personal y estoy absolutamente decepcionado con todo lo que supone el ‘ser social’… y en ese camino entre los extremos me voy haciendo y deshaciendo, y voy dejando pequeños restos del naufragio… mis poemas, mi diario y mi trabajo de cooperación… y me interesa dejar esa contradicción constante muy patente en toda mi obra, porque es mi ‘yo’ más real.
           
*Más acorde con tu actividad vital y social parece la etiqueta poesía de urgencia que J. L. Morante utiliza para introducir tu Poesía reunida (1995-2002). ¿Crees que la poesía debe priorizar su carácter comunicativo, su intención de decir y testimoniar?

La verdad es que nunca me ha gustado el hermetismo en la poesía, ni tampoco el aparato poético churrigueresco capaz de ocultar una verdad patente. Yo veo la poesía como la mejor forma de ‘decir’ y considero un error el decir escondiendo. Por ello siempre he sido partidario de una línea clara en la poesía que la haga capaz al oído y al sentimiento de cualquiera, no solo de los diletantes intelectuales, de los profesores con culos planos o de los estudiosos especializados. Mi poética primero me define y después intenta definirme en los demás… ideológicamente, estéticamente y éticamente… y mi intención última es que termine siendo un ‘compartir’ mi proceso vital e intelectual con el más sesudo profesor y con el hombre más simple.
Mira, recuerdo ahora que en una lectura que hice en Jaén hace unos años, un borrachito con muy mala pinta que estaba al fondo de la sala, cuando acabé la lectura de uno de los poemas, comenzó a gritar eufórico: “¡Eso mismo digo yo!”… pues eso es lo que busco.

*Eres claramente un poeta que ha optado por la periferia. ¿Por qué esta opción que dificulta que se te conozca y se te reconozca como te mereces?

La verdad es que debo reconocer que poder estar en los altos circuitos de la poesía establecida es goloso, pues te publican editoriales de enjundia y te pagan, te llaman a congresos y múltiples lecturas con buen resultado en tu cuenta del banco, te reconocen públicamente (y eso siempre gusta)… pero, en contrapartida, tienes que cumplir unas normas que nada tienen que ver con la verdad poética, tienes que pasar por demasiados aros absurdos, tienes que adular a tipos que ni saludarías por la calle si no buscases algo a cambio. En Béjar se vive divinamente, apartado del mundo y de casi todas sus miserias… aquí hay una soledad y un silencio que me capacitan para hacer lo que realmente me apetece hacer y para llevarlo a cabo con absoluta libertad… así, escribo y creo en función de mi necesidad de conocimiento, no tengo más plazos que los que yo me pongo y no hay una estética ni una crítica capaces de apartarme ni un ápice de mi camino creativo, sea malo o bueno.
Y, además, siempre vienen a visitarme amigos desde los centros de poder literario y noto cómo aquí se relajan… y les explico todo lo que acabo de relatar… pero ellos vuelven siempre a ese mundo parapoético a intentar ‘pescar’ algo perdiendo siempre más de lo que puedan conseguir.

*¿Cuál es el aspecto de tu obra poética del que te sientes más satisfecho?

Como ya no tengo abuela, creo que puedo decir sin equivocarme que mi mejor palo es el de la poesía versal. Ahí me encuentro muy cerca de la definición de poesía que me he hecho con los años… manejo bien el idioma, el ritmo interno del poema y el método… y sé lo que quiero decir y cómo decirlo. Pero en el fondo me da igual, pues hago lo que me viene en gana sin presión alguna, y siempre quedo satisfecho, no porque me  quede todo bien, sino porque hago exactamente lo que me apetece hacer, aunque sea mierda.

*¿Qué compartes, si es que compartes algo, con los poetas de tu edad?

Fundamentalmente comparto un tiempo vital muy interesante… pero poco más, pues no me adapto a ninguno de los  movimientos ni a las diversas escuelas estéticas, no comulgo con sus formas de ’hacer para’, no entiendo nada de la diferencia abismal que hay entre lo que escriben y cómo viven. Los aprecio a muchos, los leo y los sigo siempre (suelo informarme diariamente de todas las novedades en poesía), pero los miro con muchísima distancia, como si fueran seres de otro mundo. Me molesta mucho que quien es capaz de ‘decir’ con dignidad no sea capaz de ‘vivir’ y ‘hacer’ con la misma dignidad.

*Eres un persona muy polifacética: diriges una editorial, tienes una ONG, escribes novela, practicas el dibujo y la fotografía, has sido concejal, eres poeta… ¿Cuál de todas estas actividades te aporta más gratificaciones y con cuál te sientes más a gusto?

La verdad es que casi nada exterior me resulta grato, y ello es fruto precisamente de mi extenso trabajo de colaboración con grupos y personas, trabajo del que siempre he salido decepcionado.
Lo que me aporta más satisfacción es mi trabajo de cooperación con Perú, conocer situaciones muy adversas de personas concretas y trabajar para mejorarlas… y ver que mejoran… y rematar un poema o un dibujo que me deje satisfecho… y tener siempre ganas de ‘intentar’ algo nuevo (un fracaso nuevo… ja, ja, ja)… lo demás me da igual, pues he llegado a la conclusión de que el hombre, tal y como está arbitrado en la sociedad actual, no merece la pena…

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