martes, 28 de enero de 2014

AQUELLA ESCUELA

Para el amigo Tomás, que ya no está en la escuela

Aquella escuela tenía una gran fama. Su nombre aparecía numerosas veces en los medios de comunicación de la localidad. Organizaba eventos de todo tipo. Cada semana uno distinto. 

Aquella escuela estaba muy bien organizada. Tenía unos estatutos claros y precisos. Incluso unos letreros preciosos que indicaban dónde se hallaba cada cosa sin necesidad de tener que preguntar a nadie.

Aquella escuela era un modelo de perfección. Cada función y cada tarea estaba escrupulosamente recogida por duplicado. Una, en papel archivado en carpeta convenientemente clasificada; otra, en su correspondiente espacio digital.

Aquella escuela daba gloria verla. Estaba perfectamente pintada por fuera y por dentro. La limpieza y el orden eran admirables, y daba gusto deambular por sus pasillos y sus patios.

Aquella escuela disponía de un claustro exquisitamente formado. Todas las maestras sabían varios idiomas. Todos los maestros, también. Ambos sexos, además, conocían la normativa externa e interna, y la aplicaban.

Aquella escuela era casi perfecta. 

Sólo tenía un pequeño problema: apenas había niños en las aulas, porque los profesores sabían rellenar todo tipo de papeles y redactar todo tipo de informes, pero apenas sabían qué hacer con los niños.

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