viernes, 14 de febrero de 2014

FÁBULA DEL ELEGANTE GRIFO QUE BUSCABA UNA PUERTA INVISIBLE

Cuando quieres algo, todo el universo se conjura para que realices tu deseo. El Alquimista. Paulo Coelho.

Había una vez en una tierra muy lejana un grifo muy elegante. No muy elegante, era el grifo más elegante que os podáis imaginar. Su pelaje brillaba en todo momento, hubiese o no un día soleado. Las plumas de sus alas estaban ordenadas con increíble perfección. Sus garras eran del blanco más intenso que imaginar podamos. Sus orejas nunca, lo que se dice nunca, habían conocido la cera. Se llamaba Charles y era imposible encontrar una mota de polvo a su alrededor.

Sin embargo, en su vida no todo era perfecto. Desde pequeño había estado obsesionado con los seres humanos. Había oído muchas leyendas sobre ellos: la manera en la que andaban sobre dos piernas, la forma de comer tan elegante utilizando unos misteriosos adminículos, los espacios especiales dedicados a la higiene personal... Todas estas cosas eran, en la imaginación de Charles, lo más parecido al paraíso. Estaba decidido a encontrar la puerta de acceso a ese mundo maravilloso.

Esta obsesión le producía infelicidad. Por un lado, no había manera de conseguir la perfección que él imaginaba en los humanos, y su madre siempre le decía: "¿No entiendes que eres un grifo? Los grifos tenemos nuestras propias formas de ser". Por otro, todos sabemos que no es nada sencillo encontrar la puerta que te lleve al otro lado y esto le producía más infelicidad.

Charles pasaba la mayor parte de su tiempo investigando dónde podría estar esa misteriosa entrada. Al principio, en los años de la infancia, realizaba esta investigación con sus  amigos, como si se tratara de un juego más. Poco a poco, en cambio, se fue encontrando solo en esta tarea. 

Un día Augustus, su mejor amigo desde hacía mucho tiempo, ideó un plan para salir de aquella situación. Charles debía darse cuenta de que la comunidad grifiniana necesitaba de sus habilidades. 

—Tienes que cambiar tu punto de vista. Si continúas así, lo único que lograrás es golpearte una y otra vez contra la invisibilidad de tus puertas. 

Luego le comentó algo sobre un sitio en el que aprender maneras, reglas y costumbres acerca de la higiene personal, la cortesía y el respeto. 

Una bonita mañana de verano, Charles abrió él mismo una escuela: ACADEMIA DE LA ELEGANCIA ÚTIL. Antes de lo que Charles hubiera podido imaginar, se formó una larga cola de padres que deseaban matricular a sus pequeñuelos. 

Por fin, Charles había triunfado. No encontró el impoluto y excelente mundo de los humanos, al que nunca volvió a intentar acceder, sino que descubrió la forma perfecta de vivir consigo mismo.

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