jueves, 6 de marzo de 2014

AURORA LUQUE, 1

Una buena forma, fácil y amable, de aproximarnos a la poesía de Aurora Luque puede ser cualquiera de estas antologías. Portuaria está prologada por José Andújar. Carpe amorem, más actual y más completa, por Ricardo Virtanen. En ambas tenemos lo suficiente como para que nos hagamos una idea clara de sus temas, sus obsesiones y su estilo.

Otra forma, más cómoda aún, es escucharla en la lectura que realizó en la Fundación March. Son 50 minutos en los que va recorriendo una parte significativa de sus poemas y presentándolos brevemente. Se puede descargar el audio y luego nos lo llevamos para oírlo mientras preparamos una comida, realizamos un viaje o padecemos insomnio durante una noche tonta.

También es muy útil dar una vuelta por la página de la escritora, donde podemos encontrar una completa información bibliográfica. La página aún está en preparación, por lo que algunos de sus apartados permanecen vacíos de contenido.

Para terminar, no estaría demás una vuelta por el espacio que le ha dedicado Cervantes virtual, donde se incluye un artículo-presentación de Prieto de Paula y todo tipo de material, tanto escrito como audiovisual.

Y un poema:

GEL

Preparo la toalla. Me descalzo. Esa esponja
porosa y amarilla que compré en un mercado
obsceno de turistas en la isla de Hydra
qué dócil bajo el agua cotidiana
tantos meses después, en el exilio.
De pronto el gel recuerda -su claridad lechosa,
su consistencia exacta- el esperma del mito,
el cuerpo primitivo y trastornado de Urano,
un susurro de olas mar adentro
y una diosa que aparta
los restos de otra espuma de sus hombros.
Me punza una emoción tan anacrónica,
un penoso latir, hondo y absurdo,
por ese mar. Por ese sólo mar. Busco una dosis
de mares sucedáneos.
Cómo podría desintoxicarme.
Dependo de por vida
de una droga. De Grecia.

Comparto con ella esa misma droga.

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