martes, 14 de octubre de 2014

UN RECUERDO INOLVIDABLE

Pocas veces ocurre que al recoger un texto escrito por los alumnos nos encontremos con una historia ya elaborada, con una tensión interna más propia de un texto literario que de una redacción escolar. Pero a veces ocurre, y entonces el corrector-maestro sufre un ataque de emoción y quiere contárselo a todo el mundo, empezando, claro está, por el autor-alumno al que felicita.

 Un cuento de Daniel Etxeberria



Recuerdo el día en que me regalaron mi primera bicicleta. Fue un día muy especial.

Yo era pequeño, tendría ocho o nueve años, y desde que tengo memoria siempre había querido tener una bicicleta, pero en casa no había dinero para juguetes.

Cada vez que llegaba el Día de Reyes, yo bajaba a la calle y me encontraba con mis amigos. Todos ellos, cómo no, disfrutaban de una bicicleta. Yo me moría de envidia y me dedicaba a correr detrás de ellos y a pedirles que me dejaran dar una vuelta. La bicicleta era el objeto de todos mis sueños.

Un día, un buen día de primavera, mi madre apareció con un hombre y bajamos a la calle porque ese hombre decía que quería hacerme un regalo. Entramos en una tienda y mientras hacía un amplio gesto con la mano derecha, me dijo que eligiera lo que más me gustara. 

Miré al techo y vi todo un reluciente muestrario de hermosas y apetecibles bicicletas. Sus colores brillantes y sus nacarados perfectos refulgían con lujuria en mi deseo. Todas eran magníficas. 

Elegí una de color azul metálico que se desplazaba por las calles de mi barrio con la misma suavidad de una alfombra mágica. Con ella pasé las mejores horas de mi infancia. Aunque hace algunos años que se la di al chatarrero, nunca podré olvidarla.

A quien ya no recuerdo es al hombre que me la regaló y que dijo ser mi padre. Tampoco lo he vuelto a ver más.

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