miércoles, 12 de noviembre de 2014

LA CASA ENCENDIDA, de Luis Rosales

Me doy una vuelta por la biblioteca y me encuentro con Luis Rosales y su poemario La casa encendida. No lo he leído, pero me cuesta hacerme con él. Debo resistir el empuje del prejuicio izquierdista y todas aquellas historias mal contadas y peor escuchadas para extender el brazo y hacerme con él. ¡Qué obstinado es el prejuicio y qué ardua la tarea de pensar por uno mismo!

Como pertenece a la colección De viva voz, lo primero que hago es colocar el disco y escuchar la voz del poeta. No lee especialmente bien, pero consigue dar la impresión de que te está contando su historia y eso resulta muy atractivo y cálido y envolvente. Me quedo enganchado de su transitar por el tiempo, de su memoria, de su miedo a la soledad y a la muerte. Y me quedo enganchado de algunas imágenes bellísimas y sorprendentes.

...humildemente alta porque es tímida de estatura...

...y era pequeña y cereal y terminantemente rubia...

...y tú callabas como volviéndote a morir para decirlo...

...que ayer era un latido perdiéndose en la lluvia...

Termino de oír la grabación y me voy con el libro para leerlo yo, para buscar todas esas expresiones subyugantes y para descubrir que, a pesar de las ausencias, la casa está encendida todavía.

La muerte no interrumpe nada,
y sin embargo,
no puede haber un día que alumbre el mundo entero al mismo tiempo,
no hay un silencio que nos pueda enlutar la vida entera,
no hay un amor total,
no hay memoria total,
ni siquiera un recuerdo que pueda esperanzarnos,
que pueda calentar en un instante todo el pecho.

Termino la lectura y me alegro de haber vencido esa arbitraria aprensión contra Rosales. No comparto su fe, pero puedo entenderle.

                                                  ***

Por cierto, si os estáis preguntando si tienen algo que ver el título del libro y el centro cultural del mismo nombre, la respuesta es sí. Le dieron ese nombre por el título de este libro del poeta granadino.

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