jueves, 16 de abril de 2015

SÁNCHEZ ROSILLO, POETA DE LA CELEBRACIÓN, en la tertulia de mañana

Suele ocurrir que con el paso del tiempo quien escribe se hace más consciente de la gravedad del asunto y tiende hacia el verso nostálgico; se cuela en sus versos la amargura del final consabido y la obra se tiñe de dolor y de pérdida. El tiempo, como un potente ácido, va desgastando lo que en un principio había de vitalidad y entusiasmo.

No es el caso de Sánchez Rosillo, poeta del que nos ocuparemos en la tertulia de mañana, 17 de abril. No es que haya sido nunca un poeta de aire pesimista, más inclinado a cantar la pérdida que a celebrar la vida, pero sí es evidente que en sus últimos títulos —desde La certeza concretamente— cuanto había de elegíaco va desapareciendo y nos encontramos con una gozosa aceptación de la vida.

CERCA

Sucede la hermosura en cualquier parte.
Si estás atento y miras y esperas,
no es preciso que vayas a buscarla
a extrañas ni lejanas latitudes.

Desde el silencio de mi casa, en esta
noche fría y serena de un 22 de enero,
sin moverme siquiera del cuarto en el que escribo,
puedo ver cómo, mágica, en el cielo va alzándose
una gran luna llena, y nada más ansía
mi corazón rendido, nada más
necesitan mis ojos.

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