domingo, 14 de febrero de 2016

LA ODA DEL VIEJO MARINERO, S. T. Coleridge

Coleridge leyó por primera vez The Rime of Ancient Mariner  —La oda del viejo marinero, en 1797. Desde entonces, sus más de 600 versos, han sido leídos infinidad de veces. En algunas ocasiones, por grandes intérpretes; en otras, por esforzados aficionados. Rastros de todas ellas hay en internet. Pero tal vez, quien mejor recogió el ambiente que Coleridge nos quiso transmitir no haya sido ninguna voz, sino el fantástico dibujo de Gustave Doré

En esta edición de La Gaya Ciencia, que se editó por primera vez en 1975, en versión del poeta Eduardo Chamorro, y que todavía puede encontrarse por menos de 10€, se recogen todos las espléndidas ilustraciones que Doré preparó para la vieja balada de aquel atormentado marinero.

Coleridge, precesor de la literatura gótica y muy dado a presentarnos el pasado como algo misterioso y fantástico, nos cuenta aquí la historia de un barco en el que ocurre una trágica historia. El marino que la ha vivido está obligado a contarla una y otra vez. El relato se inicia cuando el marino, ya anciano, tropieza con los invitados a una boda, y a ellos les contará la fábula.

Es un anciano Marinero,
y detuvo a uno de los tres:
«Por tu barba gris y tus ojos que relucen,
dime, ¿por qué causa me detienes?


Las puertas del Novio están de par en par abiertas
y yo soy pariente suyo;
los Invitados ya se han reunido, la Fiesta está lista,—
oír puedes la alegría del estruendo.»


Mas aún retiene al invitado a la boda—
«Había una Nave,» le dice aquél—
«No, si contarme quieres alguna historia divertida,
¡Marinero! ven conmigo.»


Le retiene con su mano descarnada,
dice aquél: «había una Nave...»
«¡Márchate ya de aquí tú pelmazo de la barba gris!
Que en otro caso habrás de tropezar con mi Cayado.»


Le contempla con sus ojos brillantes—
el invitado a la boda hubo de quedarse quieto
y escucha como un niño de tres años;
el Marinero consiguió lo que quería.


El invitado a la boda se sentó sobre una piedra,
salvo oír nada podía:
y así siguió hablando aquel anciano,
aquel Marinero de ojos relucientes. 



Y aquí, una revisión más actual y musical de la historia:


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