lunes, 27 de junio de 2016

QUEVEDO A TRAVÉS DE SUS SENTENCIAS, DICHOS Y AFORISMOS

He aquí un librito —129 páginas— que bien puede valer para cumplir la función de aproximarnos al pensamiento de Quevedo. Esto no debería excluir la lectura de los Sueños, de las Migajas sentenciosas, del Buscón, de la Hora de todos... ni mucho menos de su obra poética, pero es suficiente para hacernos una idea clara de qué es lo que pensaba el más agudo de los escritores del barroco. También es suficiente para percibir el pesimismo, la misoginia y la falta de coherencia entre lo que dejaba escrito y lo que hacía. Aunque para esto último sea necesario conocer su biografía.

Como nos recuerda la introducción de Paloma Falconi —muy buena—, Quevedo fue un lector incansable, sabio conocedor de las lenguas clásicas, ameno conversador, agudísimo analista de su presente, estricto moralista, mordaz satírico y genial poeta (p 18). Su obra literaria es genial y a él le debemos algunos de los mejores poemas escritos en castellano. Sin embargo, no desmerece esta colección de sentencias y aforismos, que tiene la virtud de conservar el más puro estilo quevedo y ofrecernos, al mismo tiempo, una rápida imagen del autor.

El libro no es precisamente nuevo — Ediciones Temas de Hoy, 1995—, pero es fácil de encontrar.


Y ahora una pequeña muestra de las relativas al poder y los gobiernos:

Los reyes siempre quieren la traición, pero aborrecen al traidor.

Los reyes usan de los hombres como de las naranjas, que en sacándoles el zumo los arrojan de la mano.

Poder y saber nunca fueron de una data.

Grandeza verdadera la bondad de cada uno, que lo demás no es propio de ninguno.

El amor a la patria siempre daña a la persona.

En los gobiernos humanos, todo el sol suele caer a una parte, todas las tempestades a otra.

Guárdense los poderosos de la tierra de reducirse a ser temidos, porque son inseparables afectos el temor y el odio.

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