viernes, 9 de diciembre de 2016

DE LA LUNA Y SUS ENCANTOS

Para Irene, que anda dándole vueltas al asunto.

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Uno de los placeres que proporciona la observación nocturna del cielo es ir descubriendo poco a poco qué es lo que vemos. Dejarse llevar por la sensación de inmensidad está muy bien. Pero añadir al puro sentimiento de abandono en la contemplación un poco de conocimiento aumenta el placer de la observación, además de sumergirnos en una actividad nueva que puede llevarnos tan lejos como estemos dispuestos a ir.

Esta fotografía es de hace dos noches, lo que quiere decir que si nos ponemos a observar hoy la Luna, veremos todo cuanto aparece en ella y algo más, porque está creciendo. Está realizada con una cámara digital y unos 40 aumentos ópticos, sin ningún filtro y a pulso. En cualquier caso, tiene calidad suficiente como para poder identificar muchos elementos.

Lo primero que distinguimos es la diferencia de iluminación entre las zonas oscuras y las zonas claras. Las oscuras son los llamados mares, grandes extensiones basálticas, planas, muy antiguas —más de 3.000 Ma—, formados a causa de los impactos de meteoritos que provocaron la afloración a la superficie del manto rocoso, en estado líquido. 

Si os fijáis en sus nombres, os daréis cuenta de que uno de ellos no es un mar, sino que es una bahía. Los de menor tamaño y abiertos a un mar, reciben el nombre de sinus —seno, bahía—. En este caso la traducción del latín sería Bahía de las rugosidades. Como os habréis dado cuenta, los nombre propios, por acuerdo internacional, aparecen siempre en latín.

Una vez identificados los mares, podemos empezar con los cráteres. Aquí os he dejado cinco muy fáciles de localizar con unos simples primáticos: Arzachel, Alphonsus, Ptolemaeus, Eratosthenes y Plato. Están ordenados de sur a norte lunar y son fácilmente reconocibles con media luna —7º día—, porque están situados en la línea de luz y sombra, terminador, lo que aporta mayor relieve al objeto en cuestión.

Si pasáis por los enlaces, descubriréis por qué esas personas tienen dedicado el nombre de un cráter lunar y qué hicieron en el campo de la astronomía para que los sigamos recordando cada vez que miramos hacia nuestro satélite. Puede ser un divertido juego lleno de historias y de anécdotas.

Y una última curiosidad: cada vez que miréis al Mare Tranquilitatis, estaréis mirando al lugar donde alunizó el módulo Eagle. De él descendieron el 20 de julio de 1969 Armstrong y Aldrin y estuvieron 21 horas y 36 minutos recogiendo muestrras de roca e instalando la estación ALSEP —básicamente un sismómetro y un reflector láser—.

¡Feliz observación!

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