lunes, 27 de febrero de 2017

Y MI YO SE DESVANECIÓ EN EL AIRE

Me resulta tan curioso como paradójico que lo más próximo, elemental y cotidiano resulte tan difícil de definir. Nociones como tiempo, vida, yo, que experimentamos de manera continua, resultan ser tan resbaladizas como complejas. Agustín de Hipona decía con respecto al primero que si nadie se lo preguntaba sabía qué era, pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. 

En la actualidad el concepto tiempo está bastante bien definido y lo que más nos preocupa es medirlo con exactitud. La vida, en cambio, no dispone aún de una definición suficientemente consensuada. Carol Cleland sospecha que su dificultad radica en que todavía no tenemos una teoría general de los sistemas vivos. Y desde luego no seré yo quien os ofrezca una de lo que me parece el hecho más fascinante del universo.

Y en estas reflexiones andaba yo —¿yo?, ¿qué yo?— el fin de semana, cuando me tropecé con la charla de César Tomé, y todo mi yo no sé si se derrumbó o, simplemente, desapareció en un juego volátil de creencias y apariencias. Los caminos de la neurociencia parecen inescrutables. Aquí tenéis: La ilusión del yo.

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