martes, 13 de febrero de 2018

HISTORIA SOCIAL DE LA LITERATURA Y EL ARTE

Desde hace algunas semanas ando consultando con asiduidad mi vieja Historia social de la literatura y el arte. Me alegra saber que todavía se sigue publicando, porque es una excelente obra. No sé cuántas ediciones lleva ya. La mía es la duodécima (1974). Ahora se edita en dos volúmenes. La portada, como es lógico, ha cambiado. 

Cuando me hice con ella era un estudiante más inclinado a la filosofía que al arte, sin un duro en el bolsillo y el dinero que me costó salió de unos apuntes que me comprometí a recoger y redactar para un grupo de compañeros —ellos aprovechaban aquel tiempo para dormir un poco más—. Afortunadamente, sirvieron para que todos aprobáramos.

Entonces ignoraba la filiación filosófica de Hauser, si era o no seguidor del pensamiento de Lukács o todas esas composiciones que rodean a un autor —suelen llamarse prejuicios— y que en muchas ocasiones provocan que nos acerquemos o nos alejemos de él . Lo único que sabía era que una profesora a la que admiraba había hablado muy bien de la obra el curso anterior.

Recuerdo la fascinación con que la leí. Cada capítulo era como descubrir un mundo nuevo. Hoy, que sigo siendo igual de ignorante aunque esté un poco más documentado, ha desaparecido el deslumbramiento de lo nuevo, pero no la admiración por el saber bien expuesto, por la capacidad de explicar en tres tomitos de bolsillo tanto conocimiento.

Hay obras que trascienden su propio credo filosófico y esta es una de ellas. Independientemente de la escuela a la que podamos adscribirla, esta obra es una de las grandes obras de síntesis de la historia de la cultura. Es tal la erudición del autor, y la capacidad para relacionar datos y conocimientos es de tal magnitud, que se ha convertido por derecho propio en un auténtico clásico.

En el preámbulo se citan unas frases de Thomas Mann dirigidas al editor de EEUU que comparto totalmente: A pesar de la necesidad de reducirse que le imponía la tremenda extensión del tema, más de una vez logra panoramas capitales en las descripciones de varios fenómenos con toda su complejidad y su contradicción. Su brillante estudio sobre Shakespeare y su retrato de Tolstoi, por ejemplo, están entre las mejores páginas que yo haya leído nunca sobre la compleja naturaleza del hombre de genio.

Mann destaca los capítulos dedicados a La segunda derrota de la caballería y La novela social en Inglaterra y Rusia, que sin duda son fantásticos. Sin discutir al maestro, a mí me parecen más deslumbrantes los dos últimos capítulos, los dedicados al impresionismo y al cine. 

Sé que no estoy cumpliendo con ninguna de las funciones que Auden atribuía a la buena crítica y que me dejo llevar por una profunda corriente de simpatía que me une a esta obra, pero permitidme dejar estas palabras aquí como un homenaje a un libro que me encantó cuando era joven y al que hoy sigo teniendo un cariño muy especial.

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