miércoles, 11 de abril de 2018

UNA RAZÓN BRILLANTE


Una razón brillante no es una brillante película, pero sí es una comedia entretenida que atesora unas cuantas razones para ir a verla: el buen trabajo de los actores principales, Daniel Auteuil y Camélia Jordana; algunos golpes de humor que provocan la risa de la sala; una buena exposición del encontronazo entre culturas; un guión que, aunque previsible, funciona bien en general; y, por cerrar la lista, un recordatorio de la importancia del lenguaje como instrumento de poder, convicción y también, cómo no, como herramienta básica del ser humano para transmitir quiénes somos y qué queremos.

Una razón brillante es una nueva puesta en escena del mito de Pigmalión, con el que G. B. Shaw realizó su brillante obra de teatro, después adaptada al cine en el musical de George Cukor bajo el nombre de My fair lady. Las interpretaciones y lecturas han sido tantas que se necesitaría una extensa y prolija entrada para dar noticia de todas ellas, tal es la fascinación que el mito ha ejercido sobre escritores, músicos, cineastas, pintores y demás creadores.

En este caso, Yvan Attal, el director, lo adapta a la sociedad actual y utiliza como marco la universidad parisina, donde una joven estudiante, de vivo ingenio y fuerte personalidad, será preparada por un cínico y más que incorrecto profesor para participar en un concurso nacional de oratoria. Con ese reparto de papeles la confrontación está servida, así como los elementos para construir una comedia en la que no falte la ironía, la crítica social ni, por supuesto, los momentos emotivos.

No será brillante, pero a quién le importa la brillantez si se puede pasar un buen rato disfrutando de una comedia.

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