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viernes, 7 de octubre de 2022

SOBRE LA LECTURA

Leyendo. Joaquín Lucarini (1905-1969).


Me gusta mucho esta escultura por lo que representa. Ese acto voluntario de retirarse a las páginas de un libro me parece fantástico. Olvidarse por un tiempo de lo que nos rodea y concentrarnos en lo que las palabras quieren decirnos mientras el mundo sigue ocupado en traer y llevar personas y cosas de un lado para otro es, en mi opinión, fascinante. Ese gesto bien merece esta colección de citas:

    • Leer es traducir, puesto que no existen dos personas con idénticas experiencias. Un mal lector es como un mal traductor: es literal allí donde tendría que parafrasear y parafrasea allí donde debería leer literalmente. Cuando se trata de lectura, la erudición, valiosa como es, importa menos que el instinto: grandes estudiosos han sido pésimos traductores. W. H. Auden.
    • El leer hace completo al hombre, el hablar lo hace expeditivo, el escribir lo hace exacto. Bacon
    • El ver mucho y el leer mucho aviva los ingenios de los hombres. Cervantes.
    • Una habitación sin libros es como un cuerpo sin alma. Cicerón.
    • Existe una gran diferencia entre la persona ávida que pide leer un libro, y la persona cansada que pide un libro para leer. Chesterton.
    • Libro cerrado, no saca letrado. Lope de Vega.
    • Adquirir el hábito de la lectura es construirse un refugio contra casi todas las miserias de la vida. Somerset Maugham.
    • La lectura de un libro es un diálogo incesante, en el que el libro habla y el alma contesta. A. Maurois.
    • Hay que leer mucho, mas no muchos libros. Plinio el Joven.
    • La lectura es a la inteligencia lo que el ejercicio es al cuerpo. R. Steele.
    Pues eso, leed cuanto os plazca.

    ***


    Путин, немедленно останови войну!

    miércoles, 21 de abril de 2021

    LO EXTRAORDINARIO ES LA VIDA COTIDIANA


     Paso a diario por una callejuela semioculta en el entramado urbano de la ciudad, donde sobre el muro de una pared la vida se abre paso al margen de la disposiciones humanas y del ordenamiento municipal. Y se nota que estamos en primavera porque la vida empuja con toda su fuerza y colorido. 

    Lo que crece sobre esa pared es encantadoramente anárquico y salvaje. Y ahí, en cerrada pelea por el centímetro cuadrado, en competencia con otras muchas especies vegetales, la capuchina, ha conquistado su parcela. Por cierto, yo creía que eran una especie de cultivo y jardinería, pero me entero de que en las zonas costeras, se ha abierto paso a su bola, es decir, se ha asilvestrado y campa a sus anchas por doquier.
     

    Acudo a la Wikipedia para informarme sobre la etimología del nombre científico (tropaeolum majus) que nada tiene que ver ni con tropas ni con majos ni majas. Esto es lo que dice: 

    Tropaeolum: nombre genérico conocido como la capuchina de jardineros, aunque no de los botánicos, y nombrado por Linneo, que deriva del griego tropaion y del latín tropaeum de "trofeo", por la manera en que crece la planta, sobre un soporte, recordando un trofeo clásico con escudos y cascos de oro como las que colgaban como un signo de la victoria en un campo de batalla.​

    Majus: epíteto latíno que significa "el más grande".

    Pero los trofeos, en ocasiones, no vienen solos. Un poco más adelante, como si él me estuviera preguntando que es lo que yo hacía por ahí, me encuentro con este hermoso ejemplar de zorzal.


    Lo extraordinario es, creedme, la vida cotidiana.

    ***

    El poeta Ted Hughes, poeta laureado de Inglaterra en 1984, nos dejó un poema sobre los zorzales y sus extraordinarias habilidades cazadoras, en él utiliza imágenes un tanto inquietantes y sorprendentes. No os dejéis asustar.

    THRUSHES

    Terrifying are the attent sleek thrushes on the lawn,
    More coiled steel than living - a poised
    Dark deadly eye, those delicate legs
    Triggered to stirrings beyond sense - with a start, a bounce,
    a stab
    Overtake the instant and drag out some writhing thing.
    No indolent procrastinations and no yawning states,
    No sighs or head-scratchings. Nothing but bounce and stab
    And a ravening second.

    Is it their single-mind-sized skulls, or a trained
    Body, or genius, or a nestful of brats
    Gives their days this bullet and automatic
    Purpose? Mozart's brain had it, and the shark's mouth
    That hungers down the blood-smell even to a leak of its own
    Side and devouring of itself: efficiency which
    Strikes too streamlined for any doubt to pluck at it
    Or obstruction deflect.

    With a man it is otherwise. Heroisms on horseback,
    Outstripping his desk-diary at a broad desk,
    Carving at a tiny ivory ornament
    For years: his act worships itself - while for him,
    Though he bends to be blent in the prayer, how loud and
    above what
    Furious spaces of fire do the distracting devils
    Orgy and hosannah, under what wilderness
    Of black silent waters weep.

    martes, 18 de agosto de 2020

    UNA ANÉMONA, SOLAMENTE UNA ANÉMONA

     

    Yo iba a publicar hoy un pequeño comentario sobre La estructura de las revoluciones científicas, pero esta humilde anémona se ha interpuesto en mi camino y he sucumbido a su encanto. No he podido evitarlo: la transparencia de sus pétalos, la iluminación del momento, la suave delicadeza de su color..., todo ha contribuido para que una flor, una simple flor se transforme en única, como la del Principito, y desplace a uno de los textos más importantes sobre la concepción de la ciencia y sus avances. 

    Podría añadir, además, las múltiples historias mitológicas que rodean a esta flor, pero no me atrevo a repetir ninguna de ellas, porque me da la impresión de que todas son apócrifas. Desde luego, yo no soy Robert Graves y no conozco, ni de lejos, las múltiples aventuras de los prolíficos dioses griegos. La inmensidad de la mitología griega es apabullante, pero hasta donde yo llego, nunca he encontrado en ningún autor clásico referencia alguna a esta flor y al dios del suave viento primaveral, Céfiro.

    Así, pues, ha sido su solo encanto, su desnuda presencia, su sencillo y transparente estar, lo que ha hecho posible que este espacio reservado para comentar la obra más destacada de Thomas Kuhn se haya visto ocupado por la humilde presencia de esta anémona de la que incluso ignoro qué tipo de anémona es, pero que hoy ha sido capaz de hacerse con toda mi atención.

    sábado, 9 de mayo de 2020

    FLORENCIA



    No seré yo quien diga que Florencia es la ciudad más bella del mundo, pero a mí es una de las que más me gusta de cuantas conozco y no en vano el síndrome de Stendhal también se conoce como síndrome de Florencia, y aunque yo no lo haya padecido, sí puedo decir que ha sido en esa hermosísima ciudad donde me he encontrado más cerca de la felicidad que produce la belleza que en ninguna otra de cuantas he visitado. 

    Todavía hoy puedo recordar con absoluta nitidez la emoción que me causó encontrarme frente a la puerta del paraíso, entrar por primera vez en la Plaza de la Señoría, plantarme ante el David de Miguel Ángel en el Museo de la Academia, recorrer las salas de los Uffizi y tropezar con Botticelli o penetrar en la iglesia de Santa María del Carmine y dar de bruces con Masaccio.

    Toda Florencia rezuma belleza, toda Florencia está impregnada tanto en mi memoria personal como en la más libresca y académica de formas y arquitecturas que tengo grabadas en la parte de la conciencia que asocio con lo sublime. Por eso, descubrir este vídeo encargado por el Ayuntamiento de la ciudad me ha hecho una ilusión especial y lo he sentido como propio. Los poco más de mil kilómetros que me separan de ella en línea recta, afectivamente no son nada.

    Nos veremos pronto, claro que sí, aunque para eso tenga que practicar turismo de km 0, es decir, ir andando o en bicicleta.

    sábado, 27 de octubre de 2018

    UNA APISONADORA ME SALE AL ENCUENTRO

    Para Ana, David e Irene.

                                                            

    Era el tiempo de los sueños, 
    cuando los días se gastaban entre juegos
    y los placeres carecían de medida.
    Vosotros erais el desorden de la risa,
    el borde alegre del camino,
    el sinsentido feliz de los objetos
    que pone en cuarentena la veracidad 
    del orden cotidiano
    y el volumen exacto de los gestos.

    Allí estaban las ruedas
    rodeadas de silencio y esperando
    vuestras órdenes.
    Cualquier tornillo podía ser
    una fábrica de anhelos,
    cualquier palanca
    una excusa exacta para dejar atrás
    una frontera,
    cualquier hueco
    un rincón del universo donde comenzar
    a imaginar hechizos nuevos
    para dejar sin validez el rito de las horas.

    Pero se fue.
    Se fue como un viejo alcohólico
    que desaparece un día sin previo aviso
    y sin dejar rastro.
    Se fue.
    Hundió su jubiloso desaliño
    entre la niebla
    y se fue.
    Se fue
    sin decir adiós,
    envuelta en el secreto de las decisiones
    adultas.
    Se fue
    cubierta por una profunda capa
    de silencio obligatorio,
    acaso también de soledad.

    Ahora,
    después de muchos años
    y múltiples preguntas sin respuesta,
    después de abandonar la fantasía,
    después del galope vencido por calles abandonadas,
    ahora, digo,
    ha vuelto.
    Ha vuelto reluciente 
    y exacta,
    dispuesta a traspasar nuevas lindes,
    dispuesta a la utopía,
    dispuesta a recordarnos, orgullosa, 

                                                      la precisa validez de los deseos.

    jueves, 10 de noviembre de 2016

    LA ESCRITURA Y EL SILENCIO

    No, no voy a escribir acerca de la poética del silencio, sobre la que personas más autorizadas han dicho ya muchas y sustanciosas palabras. Se trata de algo más humilde y menos académico. Incluso menos pretencioso que aquella queja de Vila-Matas en su estupendo El viajero más lento (el arte de no terminar nada). Escribía allí lo siguiente:

    EPISODIOS ANORMALES (Diario 16, 11 de mayo de 1991)
       En torno a tres de los más grandes —Gombrowicz, Pessoa y Nabokov— armé este texto que es el único del libro sobre el que, ni a favor ni en contra, nunca nadie me ha comentado nada, lo que me lleva a pensar que es como si el artículo no existiese, como si el propio artículo aspirase a que yo viera en él un episodio anormal.

    Efectivamente, es muy desmoralizador escribir un texto (poned aquí cualquier otra actividad que os guste, sea o no sea de carácter creativo) y que nadie diga nada. No pretendo comparar los textos que aparecen en un blog, aunque los hay magníficos, con los artículos que un escritor consagrado ofrece a la prensa. Ni mucho menos. Por otra parte, es fácil comprender que si la respuesta es el silencio, es porque no ha interesado a nadie. Mi lamento va en otro sentido.

    Ocurre a veces que después haber dado al botón de publicar, momentos o días más tarde, descubro algún error ortográfico, tipográfico, semántico o de cualquier otra clase. En ocasiones, son errores muy evidentes que cualquiera puede detectar: dos palabras sin separar o mal separadas, una minúscula que debía ser mayúscula, un salto de idea porque he borrado una frase entera y luego no he vuelto a reescribirla... Y no hay ningún alma caritativa que me advierta: Oye, Jesús, que te has comido la hache del verbo haber.

    Ya sé que el texto, su corrección y revisión es responsabilidad de quien lo redacta. También sé que una entrada de un blog no tiene otros lectores antes de que se haga público que la persona que lo escribe. Pero es tan desolador y tan humillante hallar un error dos meses después de haber publicado algo, pensar que ha tenido unas cuantas lecturas —no muchas, vamos a ser realistas— y que nadie, absolutamente nadie, se ha atrevido a realizar un ejercicio de generosidad y decir: Anda, chaval, corrige eso.

    martes, 8 de noviembre de 2016

    LA LLUVIA


    Mi paseo habitual hacia el monte pasa por este tramo asfaltado de uso compartido entre peatones y ciclistas. A primera hora de la mañana suele estar frecuentado por paseantes y por dueños de perros que sacan a sus mascotas. Ayer, en cambio, ofrecía este aspecto. La lluvía había cumplido su misión limpiadora.

    Según iba avanzando, me venía a la memoria la larga y hermosa frase con la que C. J. Cela inicia la novela Mazurca para dos muertos. El libro me la devuelve exacta:

    Llueve mansamente y sin parar, llueve sin ganas pero con una infinita paciencia, como toda la vida, llueve sobre la tierra que es del mismo color que el cielo, entre blando verde y blando gris ceniciento, y la raya del monte lleva ya mucho tiempo borrada.

    Pessoa, portugués genial, morriñoso y múltiple, la lluvia tampoco le hacía mucha gracia y nos dejó un párrafo todavía más hermoso y más triste sobre esta bendita lluvia que todo lo riega en su Libro del desasosiego

    Llueve, esta tarde de invierno triste, como si hubiese llovido, así de monótonamente, desde la primera página del mundo. Llueve, y mis sentimientos, como si la lluvia los abatiese, doblan su mirada bruta hacia la tierra de la ciudad, donde corre un agua que nada alimenta, que nada lava, que nada alegra. Llueve, y yo siento súbitamente la opresión inmensa de ser un animal que no sabe lo que es, que sueña el pensamiento y la emoción, encogido, como en un tugurio, en una región espacial del ser, contento de un pequeño calor como de una verdad eterna.
     
    No soy persona que se entregue a la nostalgia y la lluvia me gusta, lo mismo que me gustan los días fríos y secos, la luz mediterránea, la transparente atmósfera de algunos días del verano o la profundidad sin fondo de la noche. De todas disfruto, si es que puedo; todas me reconfortan, cada una en su momento.

    De la lluvia me gusta, sobre todo, el suave sonido de las gotas en las hojas, el olor que emana de la tierra empapada y la aparente calma en que se sumerge el bosque. Ayer, además, mientras subía camino de la casacada, me enterneció el trabajo generoso de alguna mano amiga que había ido abriendo pequeños canales cada pocos metros, para que el agua fluyera ladera abajo y no convirtiera el sendero en un espontáneo y acaudalado arroyo. 
     
    Llegué hasta la cascada, rebosante de agua y de sonido, húmedo regalo de la naturaleza. La memoria de lo simple y lo sencillo me trajo el verso de Neruda:

    Caminé
    con los zapatos rotos
    mientras los hilos
    del cielo desbocado
    se destrenzaban sobre
    mi cabeza,
    me traían
    a mí y a las raíces
    las comunicaciones
    de la altura,
    el oxígeno húmedo,
    la libertad del bosque.

    martes, 28 de julio de 2015

    ADIÓS AL COMERCIAL. EL EXTRAÑO MUNDO DE LO SUBJETIVO

    Imagen tomada del blog de Laura Escribano. El rincón del fondo a la derecha era mío.
    Me enteré del cierre del Café Comercial ayer por la tarde mientras conducía. Fue como si de repente se me hubiera perdido algo muy propio, muy personal, muy mío y sólo mío, sin importancia para nadie más. El significado de lo propio.

    No hablo del cierre de una empresa y de las consecuencias para quienes vivían de ella. Ni tan siquiera hablo de las cientos, posiblemente miles, de personas que han tenido una relación intensa, continua y cotidiana con este emblemático café madrileño. Para todas estas personas, objetivamente considerado, es mucho más significativo el cierre que para mí, que ni vivo en Madrid y que, cuando he estado, muy pocas veces he parado en él. Hablo de sensaciones.

    A decir verdad, habré entrado en él menos de una decena de veces. Todas ellas hace muchos años. Pero en esas pocas ocasiones siempre tuve la sensación de estar sentado en un lugar especial, como si la realidad exterior se suspendiera y el mundo dejara de existir mientras yo permanecía dentro. Son sensaciones que poco o nada tienen que ver con las circunstancias reales. 

    Esa extraña y muy personal percepción de unos recuerdos, que ni tan siquiera puedo asociar a personas concretas —lo que les daría un valor intrínseco—, es la que, de repente, saltó por los aires al oír la noticia, como si un estallido de silencio se fuera agrandando en sucesivas ondas hasta hacerme materialmente consciente de que iba solo en el coche.

    En el Café Comercial no inicié ningún romance adolescente, no tuve ninguna brillante idea, no participé en ningún debate apasionante con las amistades de la época, no leí ningún libro que me dejará una huella indeleble, no escuché ninguna conversación que marcara mis recuerdos. Tan sólo me sentí cómodo y extrañamente envuelto en una aureola de importancia. Ayer, en cambió, durante unos minutos, me sentí profundamente solo. Solo y perdido.

    sábado, 11 de julio de 2015

    PARQUE DE LAS CRUCES

    Para los que allí corren y sueñan.

    Verso de Gerardo Diego.
    Lago central del parque.



    En medio del silencio,
                                    voz amiga.

    Dentro del bullicio,
                                silente ayuda.

    Después de la caída,
                                  dulce socorro.

    En el exceso del día,
                                   mesura.

    Cuando el desánimo viene,
                                           apoyo.

    Al llegar la noche,
                               resplandor suave.

    En el sopor de la tarde, 
                                       certeza.

    Donde vive el dolor,
                                  ave que vuela.