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martes, 19 de marzo de 2024

NIETZSCHE DESCOMPLICADO, 3

Fuente: Wikipedia
#Nietzschedescomplicado (conversaciones con Jaime Aspiunza).

En esta tercera entrega sobre la obra y el pensamiento de Nietzsche el profesor Aspiunza profundiza sobre el tema de la anterior, la cuestión de la aportación.

¿Qué nos aporta Nietzsche o qué no nos ha aportado Nietzsche?

Decíamos ayer que uno de los dogmas pretendidamente apodícticos de nuestra época es que «la verdad no existe», y que eso lo dijo Nietzsche. Quien dice eso, lo dice –naturalmente– con pretensión de estar diciendo una verdad rotunda e incontrovertible, ignorante de que una afirmación así se desmiente a sí misma.

En cualquier caso, lo que aquí nos interesa es si Nietzsche lo dijo o no; o, mejor: qué dijo Nietzsche.

A Nietzsche hay que leerlo con cuidado, con sumo cuidado, es decir, teniendo muy en cuenta el contexto, porque su estilo prima en buena medida la hipérbole y la imagen plástica y aislada que salta a la vista. Así las cosas, habrá algún lugar en que se pueda aislar la frase «la verdad no existe», como hay un lugar en que se puede amañar la pareja explicativa de nuestro dogma: «todo es interpretación» —. Pero eso no es lo que Nietzsche dijo.

En un texto póstumo llamado Sobre verdad y mentira en sentido extramoral es donde Nietzsche presenta su primera crítica de la noción de «verdad» dominante hasta el momento. Y esa va a ser la verdad que no exista: la verdad, llamémosla, metafísica. Si confiamos en que el lenguaje o la ciencia puedan decirnos todo lo que hay y con todo detalle, nos engañamos: eso no es posible.

El lenguaje apunta algunos aspectos de las cosas, algunos aspectos que de la realidad afectan a nuestros sentidos y para los cuales hemos heredado palabras de la tradición. Hoy día sabemos muy bien que para otros aspectos, que vamos descubriendo, no disponemos de léxico, a veces incluso no disponemos ni de ojos u oídos; son los nuevos instrumentos los que nos permiten saber de su existencia. Aprendemos a sentir, percibir cosas nuevas, y vamos poniéndoles palabras con que significar dichas experiencias. Así pues, podemos imaginar que es infinito el espacio de lo que no sentimos, de lo que no nombramos. Por eso, entender la verdad como representación o reproducción de la realidad es un tanto pretencioso. Sin embargo, esa es la noción de verdad que se tenía en la época de Nietzsche, y se sigue teniendo en buena medida en nuestra época, digamos, en la calle; lo que se entiende por verdad en el lenguaje cotidiano.

Un ejemplo: yo digo que X es simpático; tú dices que es un borde. Solo una de las dos afirmaciones parece que puede ser verdad, como si X fuera de una pieza y se conservara siempre igual. Para un niño es difícil aceptar ambas sentencias: si para él ha sido X simpático, lo otro es una afrenta. Cuando crecemos un poco, empezamos a entender que conmigo X ha podido ser simpático, pero quizá en alguna ocasión (u ocasiones) contigo se ha mostrado borde: las dos cosas son posibles. Sobre todo en lo que hace a los juicios sobre personas, sobre grupos, sobre ideas, etc. —es decir, no en juicios relativos a cosas materiales relativamente sencillas que mantienen un modo de ser homogéneo en el tiempo—, repito, en los juicios relativos a cosas complejas y variables, la perspectiva es fundamental.

Eso es lo que Nietzsche viene a decir: si por «verdad» pretendemos concebir la copia en palabras de la realidad aludida, entonces, esa «verdad» no existe, no ha existido nunca. Hay ejemplos sencillos que parecen, no obstante, confirmar la validez de esa noción de «verdad»; digamos: «esa mesa tiene tres patas», si la mesa tiene efectivamente tres patas, es verdad indiscutible, de la que se podría deducir que «verdad» es la correspondencia entre palabras y situación de la realidad.

Pero si volvemos al ejemplo de X «borde» y X «simpático» nos damos cuenta de que en diversos momentos del tiempo o en relación a diferentes personas ambas pueden ser verdad. Y eso hasta extremos brutales.

Estos días se habla de una película, La zona de interés, sobre Rudolf Höss, comandante de Auschwitz, modernizador de la industria del exterminio: su hija lo recuerda con extraordinario cariño. ¿Significa eso que no era un… criminal despiadado? Sabemos que no. Reconocemos sin ambages la posibilidad de que diferentes perspectivas den lugar a verdades distintas; otra cosa es que en el caso de Höss el cariño de la hija no lo tengamos en cuenta para endulzar la imagen de su padre, sino incluso para lo contrario, agravar su responsabilidad.

Sobre las cosas complejas, por ej., una persona, una relación entre personas, una situación plural, etc., no tiene por qué haber una verdad única; pueden ser ciertas consideraciones diversas. De hecho, en De la genealogía de la moral Nietzsche señalará que «cuanto mayor sea el número de ojos distintos con que sepamos mirar una cosa, cuanto mayor sea el número de afectos a los que dejemos hablar acerca de una cosa, tanto más completo será el “concepto” que nos hagamos de esa cosa, nuestra “objetividad”». La acumulación de perspectivas, de puntos de vista es la que entraña un acercamiento a la verdad de lo real, sin que esto sea por completo alcanzable.

Ya desde la época de Nietzsche, imagino que al ir surgiendo una mayor conciencia del carácter perspectivista de la experiencia, se ha ido dejando de creer en la verdad; añadiríamos ahora: en ¡la verdad única! Como los movimientos humanos suelen ser pendulares, en nuestra época hemos llegado al disparate ese de «la verdad no existe». En la práctica, poco lógica ella, se suele decir que «no hay una verdad única, sino que cada uno tiene su verdad».

Esto, cogido con pinzas, o con una armazón más sólida, podría sostenerse; se parece a lo que he estado explicando hasta aquí. Suele ser, sin embargo, una negación absoluta de la realidad, que se complementa con «todo es interpretación». «¡Ya lo dijo Nietzsche!»

Nietzsche llama «interpretación» a ese filtrar la realidad a través de nuestros sentidos y la armadura del lenguaje, a ese dejar que la realidad se nos asimile en el cuerpo y la mente, revelándosenos. Mas, insisto: la realidad.

Así pues, no es interpretación lo que uno decide interpretar, lo que uno quiere ver, lo que se le pasa por el magín proveniente de sus fantasías, fantasmas o fantasmagorías, o sea, lo que conviene a los prejuicios, ideología, creencias y convicciones; eso no son interpretaciones, son meras opiniones, sin verdadero fundamento.

No hay, pues, verdad única, pero tampoco son infinitas las verdades, ni cada ser humano tiene su verdad absolutamente peculiar, puesto que nuestros cuerpos, con sus pequeñas diferencias, tienen ojos, oídos, tacto, etc., y los conceptos y categorías lingüísticos de que nos valemos son, con sus pequeñas diferencias, comunes y compartidos. Por eso mediante el diálogo es posible llegar a comunicar verdades perspectivas y a participar de una verdad relativamente «objetiva», y no solo en el caso de expresiones cuantitativas, que son las que por principio reconocemos como «objetivas».
 

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martes, 12 de marzo de 2024

NIETZSCHE DESCOMPLICADO, 2

Fuente: Wikipedia
#Nietzschedescomplicado (conversaciones con Jaime Aspiunza)

Continuamos con la serie sobre Nietzsche. En este caso se trata de una cuestión estrechamente relacionada con la anterior. Si la semana pasada el profesor Aspiunza nos ofrecía unas cuantas buenas razones para leer en la actualidad al filosófo alemán, hoy nos explica qué nos puede aportar su pensamiento, su lectura:

Lo avanzábamos el otro día, lo que ha quedado de Nietzsche en el imaginario popular son aquellas sentencias, más bien artículos de fe posmoderna de que «no existe la verdad» o que «todo es interpretación». O, en el caso del más cultivado, expresiones un tanto singulares como «superhombre», «voluntad de poder» y «eterno retorno».

Y, sin embargo, yo diría que lo fundamental, para él mismo y para nosotros ahora, es la centralidad que le confiere al cuerpo: el hilo conductor de su pensamiento, el principio básico del que parte es que «somos cuerpo», los seres humanos somos cuerpo. No «tenemos cuerpo», como se suele decir, sino que «somos cuerpo».

En uno de los primeros sermones de Así habló Zaratustra, el intitulado «De los que desprecian el cuerpo», dice:

«“Soy cuerpo y alma” —así habla el niño.

Pero el despierto, el sabio dice: solo soy cuerpo y nada más; y el alma es solo una palabra para algo que hay en el cuerpo
».

Solo soy cuerpo y nada más: no estamos hechos de otra sustancia que la del cuerpo, es decir, no somos, además, alma o espíritu, como la tradición nos ha transmitido, sea en términos religiosos o laicos, como cuando se entiende que tenemos, a más de cuerpo, una psique, un lado psicológico, y se sigue imaginando este, o esta, al modo de otra sustancia que complementa nuestro ser corporal, fisiológico. Esto es, cuando se sigue imaginando el ser humano como dual.

La del alma/cuerpo será una de las muchas parejas contrapuestas de conceptos que Nietzsche tratará de aclarar.

Nuestro mundo conceptual es marcadamente dualista: alma/cuerpo, pensamiento/sentimiento, razón/pasión, objetivo/subjetivo, verdad/falsedad, etc. Nietzsche se da cuenta de que ese dualismo es una característica del lenguaje, mas no necesariamente de la realidad, y que no ayuda nada el tomarnos de manera literal esas distinciones, esto es, dar por supuesto que esas distinciones corresponden a diferencias excluyentes, a separaciones efectivas en el mundo real. 

Por poner un ejemplo: ¿hay pensamientos que no contengan o impliquen sentimientos?, ¿se puede hablar de sentimientos sin –de alguna manera– pensarlos? Cierto es que conviene distinguir pensamientos de sentimientos, mas sin suponer por ello que exista algo así como el pensamiento puro o el sentimiento puro. No digo que no puedan darse casos de cierta pureza en la identificación, casos extremos; lo que niego –siguiendo a Nietzsche– es que eso sea lo normal. Como resumía, creo que J.L. Pardo, "una cosa es distinguir, otra, bien distinta, separar": distinguir es imprescindible para entendernos, para saber; separar nos ha llevado a un mundo dualista, estático y moralizado (un lado es siempre mejor que el otro) que no nos ayuda para nada a entender y a entendernos.

¿Qué pasaría, entonces, si en vez de suponer que somos cuerpo más psique, la suma de dos sustancias, intentamos entender lo fisiológico y lo psicológico como dos aspectos de una sola cosa que sería el cuerpo? Por de pronto, resolveríamos un problema de otro modo irresoluble, el de la influencia, relación o correlación de lo fisiológico y lo psicológico, en una dirección u otra, tanto da. Si son lo mismo visto de distinta manera, desde dos perspectivas distintas, podemos entender perfectamente que la aceleración del ritmo cardíaco y de la respiración, la sensación de agitación o de peligro la vivamos como ansiedad, por mucho que creamos que el origen de dicha ansiedad es de origen psicológico.

Se puede avanzar así en el conocimiento de la relación entre situaciones psicológicas y síntomas fisiológicos, y dejar de contraponer una de las vías a la otra, como aún hoy es usual. (La medicina ha progresado bastante gracias a ese presupuesto).

«El alma es solo una palabra para algo que hay en el cuerpo […] También lo que llamas “espíritu” es obra del cuerpo». «Dices “yo” y estás orgulloso de esa palabra. Pero más grande es algo en lo que no quieres creer, — tu cuerpo no dice yo pero hace yo».

No distingue aquí Nietzsche entre «alma» y «espíritu»; tampoco hace falta: es lo que estoy denominando «lo psicológico», que ahora, siguiendo una tendencia de colonización anglófona, se llama también «lo mental». — Lo mental es algo que hace el cuerpo: se nos da en cuanto mente, y en ese ámbito (o ambiente) en cuanto yo. 

Aparte de ayudar a entender mejor las relaciones entre lo fisiológico y lo psicológico, estas reivindicaciones nietzscheanas permiten impugnar dos tendencias recientes en el pensamiento que atentan contra el sentido común presentándose como el no va más del progreso cuando de hecho recurren a visiones gnósticas o puritanas del ser humano.

La primera de ellas es la propuesta transhumanista de seguir adelante con la vida humana sin nuestros cuerpos. No entro aquí en grandes consideraciones, sino que me remito a la vulgata. Así, por ej., en clase, ante mi afirmación de que para Nietzsche somos un cuerpo, la respuesta de un alumno escéptico que dice: «Bueno, eso… ahora, en 2050 podremos prescindir del cuerpo».

Tal aseveración, podemos conjeturar, se hace en la confianza de que esencialmente no somos cuerpo, sino mente, y esta, simple información que podrá recogerse en su totalidad en un chip de memoria, de tal manera que esa totalidad de información será la que herede la identidad que ahora, dado nuestro estado de retraso y pobreza técnica, tenemos que reconocerle, mal que nos pese, al cuerpo.

Esta idea de ciencia-ficción que ha pasado en algunos casos y ambientes a considerarse posible, estriba en un dualismo radical que separa mente y cuerpo, y en la superior valoración de lo mental por sobre lo corporal, curiosamente –no digo más– como ha sucedido durante un par de milenios en nuestra tradición occidental, platónico-cristiana.

La segunda es más sutil y controvertida, y tiene diversas ramificaciones, desde la más elemental de creer que soy lo que siento que soy o lo que de mí mismo pienso –la identidad en la autoimagen, que dicen algunos– hasta la consideración socio-política de que uno es lo que afirma ser, como sucede en la llamada Ley Trans española, que sanciona la autodeterminación de género, siendo «género» la percepción personal que una persona tiene de su sexo biológico.

En ambos extremos, de modo flagrante en el último caso (no niego aquí la buena intención de la ley), se da por supuesto que el cuerpo poco importa, que no es lo esencial en la «identidad» de la persona, que no es el cuerpo lo que hace el ser de ese ser humano. Insisto, no pretendo obviar las buenas intenciones de la ley, solo quiero señalar cómo esta se articula sobre unos presupuestos metafísicos –metafísicos, aunque sus pergeñadores no lo sepan– que vienen a sancionar el dualismo alma/cuerpo junto con la moralina espiritualista-psicologista-mentalista de nuestra tradición platónico-cristiana, en este caso en la forma bien concreta del liberalismo puritano que refuerza no solo un atomismo individualista sino también su impronta mentalista.

Resulta así que coinciden –¡qué casualidad!– el supuesto progresismo de izquierdas con el rampante progreso del capitalismo en su labor de zapa del mundo común y el aislamiento de los individuos reducidos a representación mental y, para colmo, virtual.

Contra eso dice Nietzsche: Somos cuerpo y nada más; todo lo demás –psique, mente, conciencia, yo– son cosas que hace el cuerpo.

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martes, 5 de marzo de 2024

NIETZSCHE DESCOMPLICADO, 1

Editorial
Editorial
Quienes frecuentan este espacio saben de mi inclinación por la filosofía, pues de vez en cuando realizo alguna recomendación lectora, siempre dejando las cuestiones técnicas y complicadas, que están más allá de mis posibilidades.

Pero desde hace algún tiempo tengo la enorme suerte de conocer a uno de los especialistas en Nietzsche, Jaime Aspiunza, que es, además, traductor del filósofo germano. No podía perder la oportunidad de aprovechar su conocimiento. Él, muy generosamente, se ha ofrecido al juego de contestar a mis preguntas. 

La propuesta que le hice fue la de ofrecer una visión lo más clara posible del pensamiento de Nietzsche, sin perder la perspectiva de la brevedad. Esto, al fin y al cabo, es un simple blog, no un manual de filosofía. Así, pues, iniciamos hoy algo así como una rápida introducción al pensamiento del filósofo que pueda ser de interés para cualquier persona sin formación propia sobre el tema, ya sea estudiante, curiosa, aficionada o simple lectora de mirada amplia e inquietudes varias.

Antes de publicar la primera aproximación, no me resta nada más que dar efusivamente las gracias al profesor Aspiunza por su desinteresada y amable predisposición.


¿Por qué leer, hoy día, a Nietzsche?

Editorial
Editorial
En primer lugar, porque es un gran prosista, uno de los mejores escritores en lengua alemana, no solo del siglo XIX, sino de todos los tiempos. (Sé que es frase muy manida, y todo especialista en textos se lo atribuye a su patrón —pero es que no lo digo yo, lo decía Thomas Mann, aquel Premio Nobel de Literatura de hace casi 100 años, uno que tenía bigote.)

Ciertamente, Nietzsche no escribe literatura –aparte del Así habló Zaratustra–, cosa que dificulta un poco el disfrute de su escritura, pero si a alguien le gusta leer, esa –la de su magnífica prosa– es ya una buena razón. Además, al haber escrito tanto texto, llamémoslo, aforístico, es decir, relativamente breve pero completo, permite una lectura aislada, ocasional de sus libros.

Es verdad que tiene también algo de poesía, pero relativamente chusca y paródica. Ahí va, en mi mejor versión, no por eso buena, el «Juicio de pájaro»:



Al sentarme en la arboleda

hace poco a descansar,

oí un tictac, tictac suave,

ligero, como en compás.

Enfadado, torcí el gesto,

pero me avine al final;

y acabé, como un poeta,

hablando entre mí en tictac.




Y a saltos haciendo rimas

¡ta-pa-ta!, de verso en verso,

de pronto me sale ¡ja, ja, ja!,

y en un buen rato no cejo.

¿Poeta, tú? ¿Tú, poeta?

¿Tan mal te funciona el seso?

«Sí que es usted un poeta»,

respondió el picamadero.





Así habló Zaratustra puede leerse –y se suele leer– por la belleza y la fuerza de su prosa; otra cosa es que en esa obra vaya a encontrarse, es decir, a entenderse con claridad el pensamiento de Nietzsche.

Una segunda razón es, por supuesto, la actualidad de su pensamiento. Hay una serie de asuntos propios de nuestro presente que Nietzsche ya diagnostica y piensa, hasta tal punto que hoy, bien que retorcidas, algunas de sus conclusiones se han convertido en apotegmas, dogmas de la posmodernidad. Para que se me entienda, por ej., el «no existe la verdad», «todo es interpretación»…

Más allá de esos lemas maltraídos, que quizá haya ocasión más adelante de aclarar, Nietzsche señala y comienza a pensar el nihilismo, una manera de  entender el mundo en que vivimos, o «la muerte de Dios» –son dos maneras de referirse a lo mismo–, descubre también los presupuestos metafísicos y morales de la herencia cristiana en que aún andamos enredados, entre ellos, los del lenguaje y la verdad, que quizá sean hoy los más acuciantes –y no, ciertamente, desde una perspectiva académica, sino– en cuanto problema real y cotidiano, el del sentido de la vida individual, los problemas –atávicos– de la democracia…, y, last but not least, la pérdida de la capacidad de leer y sus consecuencias.

Hace ya 150 años detectaba él un alejamiento de la vida en el gesto del filólogo que leía ¡significados y no palabras! Que se olvidaba de la materialidad del texto –de su sonoridad, su ritmo, de sus connotaciones y referencias– para quedarse aislado en el supuesto pensamiento o ideas que las palabras se supone querían denotar. — Hoy… ¿no estamos hoy en un mundo abarrotado de imágenes y palabras –meras palabras sin cuerpo, hilos flotantes y etéreos, o deletéreos– que se quieren autosuficientes, inaptos para decir verdad, para remitir a la realidad? 

Inmersos, insertos en una burbuja de palabrería –tampoco las imágenes son al efecto otra cosa–, se hace imposible el trato con la realidad, con la realidad en toda su riqueza, quiero decir. Se juzga antes de haber visto, solo por el supuesto consabido sentido de algunas palabras: «arden las redes»; se le da sustancialidad suma a ciertos meros rótulos: toda política de identidades; interesa solo la proliferación veloz y superficial, no la profundización lenta y esforzada; se pretende verter en fórmulas y reglas lo que es el saber de la vida, explicitarlo todo sin entender nada; hablamos de nosotros (y de los otros) como si la base de datos de nuestro léxico fuera el DSM, eso sí, una versión antigua, de libre acceso: «yo, es que, mira, soy un poco entre fluido y bipolar…, vamos, de poco fiar. Tengo también algo de Toc, toc, toc…, como el picamadero.»

Y es que el lenguaje no es un instrumento de comunicación, puede valer para ello, pero no lo es: es parte de nuestra gestualidad, de nuestro cuerpo, de nuestro ser. — Eso es lo que significa que el buscar en las palabras solo ideas –y no gestos, no vida– implique un alejamiento de la realidad (de la vida), una ineptitud que va arraigando y una pérdida de sentido en la vida del individuo, porque, aunque el lenguaje sea parte de nuestro ser, encarna, no obstante, la presencia de lo social, de la tradición y la cultura en cada uno de nosotros. Por lo que estar en comunión con los demás puede ser andar ajeno de sí.

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sábado, 3 de febrero de 2024

AUZOLAN: El trabajo más agradecido y reconfortante

Antigua Misericordia tolosarra en Uzturre y refugio-merendero.

Gracias a un amigo que vive en Tolosa tuve conocimiento de los trabajos de recuperación que se estaban llevando a cabo en la antigua Misericordia de Tolosa. El azar quiso que en el camino de ascenso coincidiéramos con Xanti Soler, uno de los voluntarios que participa en esa labor. Lo que contó y lo que vi me pareció tan interesante que le pregunté por la posibilidad de quedar un día con el grupo de trabajo para que contaran la experiencia. Anteayer, 1 de febrero, se produjo el encuentro con Miguel Ángel Bermúdez, Iñaki Elduaien y Xanti Soler, junto a la ermita de Santa Lucía.

Debo comenzar pidiendo disculpas a los tres porque incomprensiblemente he perdido (o no grabé, creyendo que sí) la primera parte de la conversación en la que cada uno de ellos se presentaba. He intentado solventar este y algún otro problemilla menor colocando subtítulos. Espero que me los sepan perdonar. 


Desde un principio, y es lo que quiero destacar, me fascinó esta historia de recuperación patrimonial mediante un trabajo absolutamente desinteresado y colaborativo. Auzolan significa trabajo vecinal (auzo, barrio; lan, trabajo). Era el trabajo que se realizaba de manera comunal para adecentar caminos, campos, tierras, lo que fuera necesario. Es una palabra hermosa, porque recoge ese espíritu cooperativo para mejorar lo que tenemos cerca. Hoy, cuando los trabajos comunales más propios de otra época han decaído, se sigue utilizando la palabra para designar cualquier trabajo de tipo cooperativo.

Hecha esta aclaración para quienes no sean de por aquí y, por tanto, no conozcan la lengua propia de este pueblo, lo que más me gusta, y ellos lo transmiten muy bien, es el entusiasmo con que hablan y la entrega que ponen en un trabajo que, sin ninguna duda, requiere mucha dedicación y mucho esfuerzo físico. Es, está siendo, labor de varios años y digna es de todo reconocimiento y alabanza, pues no hay mayor muestra de civilidad que el trabajo bien hecho en favor de la comunidad y absolutamente desinteresado. Son un verdadero ejemplo. Y estos son los resultados:
  • Aspectos parciales de la antigua Misericordia con sus carteles explicativos.





  • El refugio-merendero y el rincón dedicado a José Mª Peciña.




  • Las pozas.




  • Y la fabulosa vista de la que se disfruta desde este magnífico lugar.

Eskerrik asko zuen lanagatik eta gu guztiontzako jarraibide ederra izateagatik.

Nota final: Podéis consultar más información aquí, y disfrutar con la música de Iñaki Labaka y de Celeste.
  


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sábado, 7 de mayo de 2022

JUAN F. TRILLO NOS HABLA DE "Con la barba sobre el hombro"

Editorial

Juan F. Trillo, doctor en Estudios Literarios por la U.C.M. y en Lingüística por la U.A.M, ha publicado Tom Wolfe, cronista de la Norteamérica sin Dios (PUV, 2016) y La flor del Cerezo. Haikus clásicos elegidos y comentados (La Taza vacía, 2020). Ahora nos habla de su último trabajo, una interesantísima novela que tiene como personaje central a Bernal Díaz del Castillo y que lleva por título un antiguo refrán cuyo significado dejo al albur de vuestra curiosidad.

Has practicado el haiku y tienes publicada una estimable antología comentada sobre el mismo. ¿Qué te ha llevado a dar el salto a la novela histórica?

Lo cierto es que ha sido algo casual. Estaba buscando referencias sobre el uso del español de los siglos XV y XVI y me topé con Historia Verdadera de la Conquista de Nueva España de manera inesperada. Cuando lo leí, me sorprendieron tanto las peripecias que Bernal Díaz relataba, que me dije que era una pena que fuesen relativamente desconocidas entre el gran público y eso me llevó a contarlas en un lenguaje actual, que le resultase más familiar al lector de hoy en día y que le permitiese disfrutar de esta historia.

—Si algo exige de manera concienzuda este género es la búsqueda de información. Flaubert, para escribir Salambó llegó incluso a viajar a Cartago para conocer in situ los escenarios reales de las guerras púnicas. ¿Cuáles han sido tus fuentes y con qué problemas te has encontrado en tu investigación?

Me temo que mis metas han sido mucho menos ambiciosas. Como explico al inicio, Con la barba sobre el hombro, no es “un libro de historia”, es “un libro que cuenta una historia”, la misma que cuenta Bernal Díaz en su crónica, pero adaptada a una narrativa que le resultará más accesible al lector, tal vez no demasiado habituado al lenguaje arcaico que utiliza el autor de Historia Verdadera. Por otro lado, existen ya excelentes estudios históricos, tanto sobre Bernal Díaz, como sobre Hernán Cortés que me han sido de gran ayuda a la hora de contrastar y poner en contexto los hechos relatados. Es un periodo sobre el que existe una extensa documentación, disponible en la Real Academia de Historia y en el Instituto Cervantes, documentación digitalizada y de libre acceso, en su mayor parte, y de la que he hecho uso a menudo.

Borges decía algo así como que por mucho que nos ocupemos del pasado la narración que hacemos de él en realidad está atendiendo más al presente que a los acontecimientos históricos. ¿Con la barba sobre el hombro alude también a la actualidad?

En este sentido, resulta a la vez fascinante y un poco deprimente comprobar lo poco que hemos evolucionado en cuestiones sociales y éticas, pues los vicios de entonces siguen muy presentes en la sociedad en que vivimos actualmente: la corrupción, la codicia, el deseo de aparentar… No queda sino concluir que son aspectos tan arraigados en nuestra cultura que es dificilísimo librarse de ellos. Leyéndolo uno reconoce personajes a los que podría poner el nombre de figuras de la actualidad.

—¿Qué es lo que te ha atraído del personaje Díaz del Castillo como para que le dediques una trilogía?

Las apasionantes aventuras que viven él y sus compañeros, que no tienen nada que envidiar a las que aparecen en las novelas históricas tan populares hoy en día. Solo que en este caso son, además, ciertas. En cuanto a la razón de dedicarle tres libros no es otra que lo extenso de la narración original. El protagonista es minucioso en el desarrollo de los acontecimientos, pues donde los libros de historia, a la hora de mencionar una batalla, por ejemplo, se centran en los datos mensurables (número de efectivos, resultado del conflicto, consecuencias inmediatas), Bernal cuenta el desarrollo de la misma con pelos y señales. Son estos pequeños detalles del día a día, que para el historiador pueden resultar poco relevantes, los que hacen atractiva la lectura para el gran público, pues muestran con claridad el carácter, la forma de pensar, e incluso los hábitos cotidianos de los protagonistas.

—¿Hasta qué punto es verdadera la Historia verdadera del conquistador castellano?

Esa es, como suele decirse, la pregunta del millón. En principio, los historiadores la dan por cierta en su mayor parte, hasta tal punto que a menudo la toman como referencia para sustentar esta o aquella reconstrucción de lo sucedido. Desde luego, su precisión en los detalles, nos remite al relato visual de un testigo ocular y la hace muy convincente, salvo en algunas pocas ocasiones, por ejemplo, cuando habla de las cifras de guerreros a los que se enfrentan los conquistadores españoles, algo que, en mi opinión, debe ser tomado como un recurso narrativo, para expresar la enorme superioridad numérica del enemigo. Por otro lado, está la cuestión de quién fue realmente este tal “Bernal Díaz del Castillo” y la de si fue él quien escribió la Historia Verdadera. El francés Christian Duverger, en su Crónica de la eternidad, argumenta, y lo hace muy bien, que quien se hacía llamar Bernal Díaz se apropió de una historia que escribió otra persona, alguien que, además, fingía ser casi iletrado, cuando en realidad disponía de una extensa cultura. Hay aquí varios misterios que yo dejo a los especialistas. Personalmente, no me interesa tanto la veracidad de lo narrado, como el aspecto literario, es decir, el relato que se cuenta y el modo en que está contado. Como he dicho antes, la historia y su estructura son, en sí mismas, excelentes, y espero haber aportado una forma de contarla lo suficientemente atractiva como para hacer que el lector se lo pase bien.

—Tal vez una de las mayores dificultades con que se encuentra el autor al escribir una novela histórica sea la de hallar el estilo adecuado para narrar los hechos que se quieren contar. ¿Cómo has resuelto este problema?

Esta es una pregunta muy interesante. Por un lado, debo decir que no me importa presentarla como “novela histórica” a pesar de que, en rigor, no lo es, pero dado que puede leerse como tal, creo que es una categorización que no le sienta mal. Por otra parte, he elegido el presente de indicativo para narrar la acción porque proporciona mayor inmediatez y porque establece una conveniente distancia con aquellos otros libros que son auténticos estudios históricos. Antes de empezar me plantee escribir una narración en primera persona, adoptando la voz de Bernal Díaz, pero esto me hubiese impedido introducir mis propias reflexiones y valoraciones de algunos acontecimientos, que me parecía interesante incluir. Digamos que el resultado ha sido una especie de compromiso entre distintos géneros que, espero, haya dado como resultado un texto con el que el lector disfrute.

—¿Cuál crees que es tu aportación con esta novela al conocimiento de la conquista de México?

La conquista de México es un tema sumamente sensible, que a menudo se aborda de manera emocional. Hay quien toma posiciones antes de examinar los hechos, hechos que, además, a menudo se han dado por sentado, pero que en ocasiones no resisten una revisión realizada con un mínimo de lógica. Por suerte, el “revisionismo histórico” de esta etapa es cada vez más abundante, por lo que poco a poco las cosas van entendiéndose como deben ser entendidas, esto es, en un contexto en el que abundan los matices grises, tanto por la parte española, como por la mexicana. Dicho esto, debo añadir que mi aportación al conocimiento de la conquista de México es realmente modesta y no va más allá de mover a la reflexión sobre algunas cuestiones que, a poco que nos paremos a pensar en ellas, caen por su propio peso.

—¿Crees que se leerá con igual disfrute a los dos lados del Atlántico?

Pues creo que sí, porque en ambas orillas es cada vez más abundante la autocrítica, pero una autocrítica razonada que toma en cuenta cuáles eran las reglas del juego en las que se movían los actores que intervinieron en este apasionante capítulo histórico. Eran años difíciles, en los que las relaciones entre los estados se regían exclusivamente por el poder de que disponía cada uno de estos actores. Si había algo valioso a su alcance, nadie se planteaba si era lícito —o mejor dicho, ético— tomarlo; la cuestión era: “¿Tengo la fuerza suficiente para cogerlo?”. Si la respuesta era “sí”, lo cogían, sin más. Y esto lo hacían todos.

—¿Podemos interpretar Con la barba sobre el hombro como un alegato contra la guerra?

Desde luego, sin ninguna duda. Aunque no fuese esa la intención del autor, es un mensaje que llega al lector de manera inequívoca y me hubiese gustado encontrar la oportunidad de citar a Benjamín Franklin cuando dijo que “no hay una guerra buena, ni una paz mala”. Curiosamente, Cortés aplicaba esta filosofía hasta las últimas consecuencias, pues era muy reticente a la hora de utilizar la violencia, a la que recurría solo cuando no le quedaba más remedio, si bien a él le movían motivos prácticos antes que éticos. Hobbes también insistió en esta idea y ojalá hubiese hoy en día más gente que se diera cuenta de lo sabia que es esta máxima.

—Da la impresión de que te has divertido mucho al redactar los títulos de cada capítulo; además, demuestras un gran talento para el dicho y la sentencia. ¿Me equivoco?

Bueno, lo cierto es que todo el texto da juego para ello. A veces, hay escenas que parecen casi de sainete y que permiten extraer conclusiones morales o simplemente prácticas, que en aquellos años solían transmitirse en forma de dichos o refranes. Recordemos que todo ello transcurre en una época en la que surge la literatura picaresca, lo que ya da una buena idea de en qué tipo de sociedad nos estamos moviendo. Así que, sí, personalmente disfruté redactando los títulos, solo espero que los lectores disfruten igualmente leyéndolos.



Y si queréis disfrutar de las palabras del autor en directo, el 24 de mayo, en la Librería Cámara (C/ Euskalduna, 6, Bilbao) a las 20:00, podréis hacerlo. Por supuesto, también firmará ejemplares.

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Путин, немедленно останови войну!

jueves, 21 de octubre de 2021

JUAN MANUEL URÍA, La arquitectura del azar

 

Juan Manuel Uría delante de su obra en la sala Txillardegi.

Una cita antes de que escuchéis las palabras del artista: 

Del mismo modo que un espejo nos permite vernos el rostro, las obras de arte nos permiten vernos el alma (George Bernard ShawBack to Methuselah).









La arquitectura del azar


Desde: 19/10/2021
Hasta: 04/11/2021


Sala Txillardegi - Centro Carlos Santamaría

martes, 24 de noviembre de 2020

CHARLANDO CON LUIS GONZÁLEZ FUSTER


Esta entrevista se ha realizado por medio del correo electrónico y hay que entenderla como una continuación de la charla que mantuvimos el 10 de enero,  con un café por medio, en Tabakalera. Hace diez meses no había que mantener distancias de ningún tipo. Aunque sí sabíamos de la existencia del coronavirus en China, no podíamos sospechar que en poco tiempo se fuera a convertir en el mayor problema mundial del año y que llegara a condicionar todo cuanto hiciéramos.



—La última vez que hablamos, Luis, lo hicimos tranquilamente y sin imaginar la situación que se nos venía encima. La pandemia ha puesto patas arriba el mundo en el que vivíamos y ha golpeado especialmente a la cultura. ¿Qué tal está funcionando El origen de las ideas en estas circunstancias?

Está claro que la pandemia nos está afectando a nivel económico, sobre todo a los más desfavorecidos ya que nuestra organización socioeconómica es claramente neoliberal. Pero hay un factor más interesante aún que es el psicológico, sobre todo en esta segunda ola que a diferencia de la primera, donde teníamos unas fechas programadas —confinamiento, desescalada, nueva normalidad, etc.—, en esta oleada no vemos el final y esto nos desorienta.

En cuanto a la cultura, creo que a pesar de la continua y bienintencionada aparición en los medios de comunicación de algunos personajes destacados en los medios de comunicación —escritores, intelectuales, artistas, etc.—, a los que hemos podido escuchar más de lo habitual, no se ha podido evitar, por desgracia, el cierre de muchas librerías ni tampoco el mal momento por el que pasan el teatro, el cine, etc., con todas estas restricciones actuales.

Con respecto a El origen de las ideas, ha funcionado según lo esperado. Se ha distribuido sobre todo en el entorno cercano y, en general, ha tenido buenas críticas. Hay que tener en cuenta que para una primera obra de un desconocido es muy difícil salir del círculo de amistades y conocidos, pero estoy contento.


—Como tú dices, es tu primera obra publicada y, por lo tanto, no tenemos referencias tuyas, no conocemos al autor. ¿Quién es Luis González Fuster, qué hace, qué quiere, qué piensa?

Bueno, esto es muy complejo, no sé si es fácil que alguien tenga claro siempre lo que quiere o lo que piensa, la duda forma parte de la condición humana. Se quién he sido y soy, conozco de dónde vengo y cuáles son mis ideas, que siempre serán las mismas, y por supuesto, como casi todos y todas, “hago lo que puedo”.

—El origen de las ideas sitúa el comienzo de la acción durante la Guerra civil. ¿Quiere ser tu novela una reflexión sobre la historia próxima, sobre la memoria, sobre la pérdida y el reencuentro?

La obra surge de la necesidad que yo tenía en un momento concreto de mi vida de contar esta historia familiar. La reflexión sobre la historia y su camino creo que la deben marcar los lectores. Resulta curioso la cantidad de comentarios sobre distintos pasajes del libro, y la diferencia que existe entre lo que les llama la atención a unos o a otros. Muchos lectores se han emocionado —algunos me han confesado cierta activación de la glándula lagrimal—, e incluso han encontrado paralelismos con algunos miembros de su familia a pesar de ser una historia tan personal, y esto me emociona a mí también.

—La narración se nutre, efectivamente, de elementos familiares, más concretamente de anécdotas, hechos y recuerdos de la familia González Gil. Hay, sin duda, una labor de investigación. ¿Cuánto hay de proceso creativo en la novela, de elaboración literaria, y cuánto de concreción objetiva, de indagación y búsqueda?

Sin duda existe un boca a boca familiar y una indagación popular en el entorno, ya que algunos vecinos del barrio conocían a los protagonistas desde pequeños —la familia vivió durante la época de la narración salvo el éxodo a Francia siempre en la misma casa—. El hilo conductor de la historia es objetivo y muy verdadero, pero también existe un proceso creativo bastante fuerte.

—Y unido a la anterior pregunta, ¿te costó mucho separar lo personal de lo narrativo, transformar unos datos y unas vivencias de interés familiar en una narración que pudiera tener interés universal?

La verdad es que no. Empecé el proyecto como si fuera un cuento, sin pensar en el final. Todo fue creciendo poco a poco, aunque en algún momento, sobre todo cuando el libro era una realidad a nivel sentimental me he sentido un poco expuesto. Y por supuesto el clásico: ¡qué dirán!, ¡donde va este!, incluso en alguna ocasión me han llamado presuntuoso, engreído, etc. -¡solo por escribir una historia!-, en fin… así nos va. La verdad es que estos comentarios se pueden contar con los dedos de una mano.

—En tu opinión, ¿qué es lo que más te gustaría que recordáramos de esta novela?

La unión de los miembros familiares entroncados alrededor de la figura de Natacha como un modelo posible, y que debemos ser críticos y pensadores libres. Nuestras ideas son muy importantes y no debemos olvidarlas.

—Véndenos la novela: ¿por qué deberíamos leerla?

Porque está escrita con sentimiento y eso es importante; además, se puede leer fácilmente, ya que no he querido alargarla mucho, y, por supuesto, es un pequeño alegato de bolsillo a favor de la cultura y la libertad que nos puede hacer recordar cosas que les sucedieron en aquella época a muchas familias. Por desgracia, los de nuestra generación ya no tenemos abuelos que nos puedan contar cómo vivieron.

—¿Qué proyectos tienes entre manos? ¿Qué nuevos textos andas preparando? ¿Puedes adelantarnos algo?

Los estudios universitarios me llevan mucho tiempo —las neuronas ya no están para tirar cohetes y la memorización cada vez es más difícil—, pero siempre se busca algún momento para plasmar en un cuaderno algunas ideas. Estoy preparando algunos relatos que voy a intentar unir a través de un nexo común en el tiempo, tratan de la influencia de algunas personas en la vida de otras con el paso del tiempo. ¿Su vida habría sido igual si estas personas no se hubieran conocido? Pero me temo que este segundo proyecto literario va para largo.

Muchas gracias, Luis, por tu tiempo y por tu amabilidad. Y que se vendan muchos ejemplares.

viernes, 10 de enero de 2020

LUIS GONZÁLEZ FUSTER

Es cierto, a veces pasan estas cosas. Uno va a hacer la compra a la tienda de abajo y, de repente, en la caja, escucha cómo el cliente anterior le dice a la cajera: Si quieres te traigo uno y te lo dedicoY uno, que es un poco curiosón y a veces se mete en conversaciones que no le pertenecen, tercia en el asunto y se entera de que el cliente que estaba delante acaba de publicar una novela. 

Unos días después, ahí estábamos él y yo rajando delante de un café. El autor es Luis González Fuster. Hace cuatro años decidió dejar el trabajo y se prejubiló con 53 años. Inquieto y aguijoneado por las ganas de aprender, se matriculó en Historia del Arte y anda feliz estudiando lo que no pudo estudiar en su juventud y descubriendo otros paisajes artísticos y arquitectónicos con un grupo de compañeros. 

Pero los estudios no son todo y una inquietud más poderosa y personal terminó aflorando: la escritura. Y es que, en palabras de Juvenal, la incurable comezón de escribir se apodera de muchos, y cuando se ha apoderado de nosotros, todo cuanto podemos hacer es intentar expresar lo mejor que podamos aquello que tenemos que contar.

Y lo que tenía que contar, de momento, era una historia que comienza en la guerra civil española y llega hasta la actualidad. Tres mujeres pertenecientes a tres generaciones consecutivas —abuela, madre, hija— son las protagonistas de esta narración que acaba de ver la luz hace unos días. 

Seguimos hablando de la novela y de las fotografías que seleccionó él mismo para que ilustraran la portada y la contraportada, y de posibles presentaciones, y de cuando vino a trabajar a Donosti, y de la ilusión que le hace haber publicado, y de las tres líneas nuevas de trabajo que tiene abiertas... Y de muchas cosas más que la grabadora no registró porque yo no había metido la tarjeta.

Pero lo verdaderamente importante es que contamos con un autor más, que alguien sentía la necesidad de contar una historia y ha encontrado el modo y la manera de hacerlo, que otra persona más, como él mismo reconoce en la última dedicatoria, ha descubierto las palabras para ser un poco más libre. Bienvenido, Luis, al territorio universal de las letras.

Editorial

jueves, 26 de diciembre de 2019

NOSKI! LIBURUDENDA (Charlando con Juan Manuel y Sihara)

Juan Manuel Uría, Luna (la hija de ambos) y Sihara Nuño a la entrada de la librería.

Abrir un comercio parece una empresa arriesgada, más aún si se trata de una librería y, además, en una pequeña ciudad. Supongo que para realizar una apuesta de este tipo hace falta mucha ilusión. ¿Qué os llevó a poner en marcha una librería?

Es importante destacar que Errenteria no es tan pequeña, ya que es la tercera ciudad más grande de Gipuzkoa y es una ciudad que apuesta y trabaja por la cultura.

Es verdad que apostar por un comercio independiente en los tiempos que corren es arriesgado, no somos ingenuos pero creemos y trabajamos porque proyectos de esta índole sedimenten en el tejido cultural de nuestras ciudades. Noski!, como proyecto cultural que gira alrededor del libro, radicalmente independiente, trata de ser eso: un proyecto que ayude a generar movimiento cultural en el pueblo en colaboración con otros agentes culturales.


En la mayoría de las librerías que conozco se organizan actividades de todo tipo relacionadas, en general, con el fomento de la lectura, pero en la vuestra hay actividades casi todos los días. Más que una librería parece una casa de cultura. ¿Cómo es posible organizar tantos eventos?

(No puedo evitar sonreír...) con mucho esfuerzo, compromiso e ilusión y la complicidad de autores, autoras, editoriales, creadores y artistas en general que creen en nuestro proyecto. Gracias a todos ellos Noski! puede ser el espacio de generación cultural que es.

Ambos, además de gestionar la librería y cuanto en ella sucede, os dedicáis a la escritura y tenéis, a pesar de vuestra juventud, un buen número de títulos publicados. ¿Qué os proporciona más satisfacciones, el trabajo creativo que realizáis en silencio o los encuentros, lecturas, presentaciones… donde siempre hay voces y caras distintas?

Sihara Nuño: Son trabajos distintos, el uno es un trabajo generoso, una entrega para los demás, realizar un evento para que otras voces o más voces sean escuchadas, para compartir la palabra y el pensamiento. La escritura es un trabajo solitario, un enfrentamiento contigo y un reconocimiento de ti. Sin lugar a dudas ambos son gratificantes siempre que te hagan aprender.

Juan Manuel Uría: Son satisfacciones distintas que convergen en una única satisfacción: trabajar en la creación cultural; una vía es la de la escritura y otra la de la gestión de espacios donde suceden “cosas”. Pero al final se trata de una misma satisfacción por ver cómo la cultura permanece viva, se desarrolla, se crea y se comunica a los demás.

¿Qué os gusta más, la atención al público en la librería o la dinamización cultural de la que en muchas ocasiones sois protagonista?

¿Es que no son la misma cosa? 


La digitalización y la aparición de internet han transformado muchas costumbres y formas de trabajo en todos los sectores ¿En qué medida ha influido en la actividad de la librerías?

Afortunadamente en el interior de la librería (es una casa del s.XIX con paredes gruesas de piedra) no hay cobertura y estamos libres de señal de internet. Las actividades se siguen desarrollando, así, de forma puramente humana. 


¿Qué pensáis que pueden hacer los poderes públicos para defender y estimular el comercio local?

Favorecer de forma efectiva, frente a las grandes superficies, que el pequeño comercio pueda sobrevivir dignamente, sea a través de una fiscalidad más justa, mayores facilidades, no sólo a la hora de abrir un negocio, sino en un acompañamiento en el tiempo que permita aligerar costes, más allá de las subvenciones puntuales que no dejan de ser parches. En resumen, de lo que hablamos es de que la administración deje de favorecer los grandes proyectos, las grandes superficies, los monopolios más o menos velados para, por contra, velar, efectivamente (porque además es más sostenible ecológica y económicamente) por el comercio local.


Mantener hoy abierto un pequeño comercio es un ejercicio heroico que la administración debería reconocer y trabajar, precisamente, para que no fuera así, sino ejecutable por cualquiera que tenga una buena idea.

¿Corre peligro el libro como objeto? ¿Pueden desaparecer las librerías en un futuro más o menos próximo?

Sihara Nuño: Yo soy una fetichista, necesito el libro como objeto. Nada sustituye su tacto, su aroma… sin embargo, debido a los hábitos de consumo, las librerías independientes quedarán como pequeños nichos.
Juan Manuel Uría: Yo soy más optimista que antes con respecto al libro; no va a desaparecer, porque como objeto tecnológico es perfecto. Las librerías…. tienen que convertirse en espacios de difusión cultural, en centros culturales que, en colaboración con otros agentes culturales, ofrezcan una alternativa transformadora. Con esto quiero decir que una librería no puede ser sólo un espacio de venta de libros. El libro es el centro y el elemento fundamental de algo más trascendental. Otra cosa son los hábitos de lectura y hábitos de consumo, frente a lo que habrá que combatir también culturalmente para que las librerías sigan siendo necesarias y no tenga sentido el siguiente aforismo: “La épica del librero y la tragedia de un mundo que no lo necesita”.

¿Cómo veis el futuro del libro y de sus mediadoras, las librerías, en nuestra provincia? ¿Tenemos elementos para ser optimistas?

Sihara Nuño: Yo soy una pesimista realista, considero que las pequeñas librerías caerán, quedarán como pequeños nichos, insisto.

Juan Manuel Uría: Tenemos que ser optimistas. No nos queda otra. Hay que trabajar para que el libro permanezca y las librerías vuelvan a ser espacios referenciales. Que la cultura vuelva a ser un valor.

¿Un libro imprescindible?

Sihara Nuño: El otro día alguien dijo en Noski!: “Elegir uno es discriminarlos a todos”. Hago mía esta sentencia, pero a últimas fechas “Xurxo galleta banda” de Xoan Alonso se ha vuelto imprescindible, pues es el libro favorito de Luna.

Juan Manuel Uría: Hojas de Hipnos” de René Char.

¿Un libro que os acompaña siempre?

Sihara Nuño: Poesía vertical” de Juarroz y “Diccionario filosófico” de Bunge.

Juan Manuel Uría: Últimamente cualquier libro de aforismos.

¿Uno que habéis regalado infinidad de veces y seguiréis regalando?

Sihara Nuño: Confieso que he regalado y prestado más libros de los que he vendido. Por ejemplo, acabo de prestar un par de libros de Hugo Gutiérrez Vega; “La aventura de tu cerebro”; acabo de regalar la versión de La Cenicienta de Gabriela Mistral y “Cerdo con monóculo”.

Juan Manuel Uría:Mortal y Rosa” de Umbral.

¿Uno que no habéis leído, pero que estáis deseando leer?

Sihara Nuño: Toda la poesía de María Auxiliadora Álvarez.

Juan Manuel Uría: El arte mágico” de André Bretón, que por fin acaba de traducirse al castellano y publicado por Atalanta. 


Aunque no nos lo has preguntado queremos compartir que, ante la incertidumbre inevitable de un proyecto como una librería, si se da la circunstancia de cerrar la persiana, Noski! seguirá existiendo, porque Noski! somos nosotros y, ahí donde estemos, estará siempre, pues siempre trabajaremos por la cultura. Y, si así fuera (si el espacio físico cerrara, queremos decir) nunca debería considerarse un fracaso, sino todo lo contrario y quedaríamos con la satisfacción de haberlo intentado. Porque intentarlo es más de lo que hace la mayoría.

“Hasta la victoria del libro siempre”. 


***

Esta entrevista se realizó mediante correo electrónico. Las fotografías son de Sihara y Juan Manuel. Y q
uiero dejar aquí constancia de mi agradecimiento por la paciencia y la amabilidad que mostraron en todo momento para facilitar la entrevista.