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martes, 12 de marzo de 2024

NIETZSCHE DESCOMPLICADO, 2

Fuente: Wikipedia
#Nietzschedescomplicado (conversaciones con Jaime Aspiunza)

Continuamos con la serie sobre Nietzsche. En este caso se trata de una cuestión estrechamente relacionada con la anterior. Si la semana pasada el profesor Aspiunza nos ofrecía unas cuantas buenas razones para leer en la actualidad al filosófo alemán, hoy nos explica qué nos puede aportar su pensamiento, su lectura:

Lo avanzábamos el otro día, lo que ha quedado de Nietzsche en el imaginario popular son aquellas sentencias, más bien artículos de fe posmoderna de que «no existe la verdad» o que «todo es interpretación». O, en el caso del más cultivado, expresiones un tanto singulares como «superhombre», «voluntad de poder» y «eterno retorno».

Y, sin embargo, yo diría que lo fundamental, para él mismo y para nosotros ahora, es la centralidad que le confiere al cuerpo: el hilo conductor de su pensamiento, el principio básico del que parte es que «somos cuerpo», los seres humanos somos cuerpo. No «tenemos cuerpo», como se suele decir, sino que «somos cuerpo».

En uno de los primeros sermones de Así habló Zaratustra, el intitulado «De los que desprecian el cuerpo», dice:

«“Soy cuerpo y alma” —así habla el niño.

Pero el despierto, el sabio dice: solo soy cuerpo y nada más; y el alma es solo una palabra para algo que hay en el cuerpo
».

Solo soy cuerpo y nada más: no estamos hechos de otra sustancia que la del cuerpo, es decir, no somos, además, alma o espíritu, como la tradición nos ha transmitido, sea en términos religiosos o laicos, como cuando se entiende que tenemos, a más de cuerpo, una psique, un lado psicológico, y se sigue imaginando este, o esta, al modo de otra sustancia que complementa nuestro ser corporal, fisiológico. Esto es, cuando se sigue imaginando el ser humano como dual.

La del alma/cuerpo será una de las muchas parejas contrapuestas de conceptos que Nietzsche tratará de aclarar.

Nuestro mundo conceptual es marcadamente dualista: alma/cuerpo, pensamiento/sentimiento, razón/pasión, objetivo/subjetivo, verdad/falsedad, etc. Nietzsche se da cuenta de que ese dualismo es una característica del lenguaje, mas no necesariamente de la realidad, y que no ayuda nada el tomarnos de manera literal esas distinciones, esto es, dar por supuesto que esas distinciones corresponden a diferencias excluyentes, a separaciones efectivas en el mundo real. 

Por poner un ejemplo: ¿hay pensamientos que no contengan o impliquen sentimientos?, ¿se puede hablar de sentimientos sin –de alguna manera– pensarlos? Cierto es que conviene distinguir pensamientos de sentimientos, mas sin suponer por ello que exista algo así como el pensamiento puro o el sentimiento puro. No digo que no puedan darse casos de cierta pureza en la identificación, casos extremos; lo que niego –siguiendo a Nietzsche– es que eso sea lo normal. Como resumía, creo que J.L. Pardo, "una cosa es distinguir, otra, bien distinta, separar": distinguir es imprescindible para entendernos, para saber; separar nos ha llevado a un mundo dualista, estático y moralizado (un lado es siempre mejor que el otro) que no nos ayuda para nada a entender y a entendernos.

¿Qué pasaría, entonces, si en vez de suponer que somos cuerpo más psique, la suma de dos sustancias, intentamos entender lo fisiológico y lo psicológico como dos aspectos de una sola cosa que sería el cuerpo? Por de pronto, resolveríamos un problema de otro modo irresoluble, el de la influencia, relación o correlación de lo fisiológico y lo psicológico, en una dirección u otra, tanto da. Si son lo mismo visto de distinta manera, desde dos perspectivas distintas, podemos entender perfectamente que la aceleración del ritmo cardíaco y de la respiración, la sensación de agitación o de peligro la vivamos como ansiedad, por mucho que creamos que el origen de dicha ansiedad es de origen psicológico.

Se puede avanzar así en el conocimiento de la relación entre situaciones psicológicas y síntomas fisiológicos, y dejar de contraponer una de las vías a la otra, como aún hoy es usual. (La medicina ha progresado bastante gracias a ese presupuesto).

«El alma es solo una palabra para algo que hay en el cuerpo […] También lo que llamas “espíritu” es obra del cuerpo». «Dices “yo” y estás orgulloso de esa palabra. Pero más grande es algo en lo que no quieres creer, — tu cuerpo no dice yo pero hace yo».

No distingue aquí Nietzsche entre «alma» y «espíritu»; tampoco hace falta: es lo que estoy denominando «lo psicológico», que ahora, siguiendo una tendencia de colonización anglófona, se llama también «lo mental». — Lo mental es algo que hace el cuerpo: se nos da en cuanto mente, y en ese ámbito (o ambiente) en cuanto yo. 

Aparte de ayudar a entender mejor las relaciones entre lo fisiológico y lo psicológico, estas reivindicaciones nietzscheanas permiten impugnar dos tendencias recientes en el pensamiento que atentan contra el sentido común presentándose como el no va más del progreso cuando de hecho recurren a visiones gnósticas o puritanas del ser humano.

La primera de ellas es la propuesta transhumanista de seguir adelante con la vida humana sin nuestros cuerpos. No entro aquí en grandes consideraciones, sino que me remito a la vulgata. Así, por ej., en clase, ante mi afirmación de que para Nietzsche somos un cuerpo, la respuesta de un alumno escéptico que dice: «Bueno, eso… ahora, en 2050 podremos prescindir del cuerpo».

Tal aseveración, podemos conjeturar, se hace en la confianza de que esencialmente no somos cuerpo, sino mente, y esta, simple información que podrá recogerse en su totalidad en un chip de memoria, de tal manera que esa totalidad de información será la que herede la identidad que ahora, dado nuestro estado de retraso y pobreza técnica, tenemos que reconocerle, mal que nos pese, al cuerpo.

Esta idea de ciencia-ficción que ha pasado en algunos casos y ambientes a considerarse posible, estriba en un dualismo radical que separa mente y cuerpo, y en la superior valoración de lo mental por sobre lo corporal, curiosamente –no digo más– como ha sucedido durante un par de milenios en nuestra tradición occidental, platónico-cristiana.

La segunda es más sutil y controvertida, y tiene diversas ramificaciones, desde la más elemental de creer que soy lo que siento que soy o lo que de mí mismo pienso –la identidad en la autoimagen, que dicen algunos– hasta la consideración socio-política de que uno es lo que afirma ser, como sucede en la llamada Ley Trans española, que sanciona la autodeterminación de género, siendo «género» la percepción personal que una persona tiene de su sexo biológico.

En ambos extremos, de modo flagrante en el último caso (no niego aquí la buena intención de la ley), se da por supuesto que el cuerpo poco importa, que no es lo esencial en la «identidad» de la persona, que no es el cuerpo lo que hace el ser de ese ser humano. Insisto, no pretendo obviar las buenas intenciones de la ley, solo quiero señalar cómo esta se articula sobre unos presupuestos metafísicos –metafísicos, aunque sus pergeñadores no lo sepan– que vienen a sancionar el dualismo alma/cuerpo junto con la moralina espiritualista-psicologista-mentalista de nuestra tradición platónico-cristiana, en este caso en la forma bien concreta del liberalismo puritano que refuerza no solo un atomismo individualista sino también su impronta mentalista.

Resulta así que coinciden –¡qué casualidad!– el supuesto progresismo de izquierdas con el rampante progreso del capitalismo en su labor de zapa del mundo común y el aislamiento de los individuos reducidos a representación mental y, para colmo, virtual.

Contra eso dice Nietzsche: Somos cuerpo y nada más; todo lo demás –psique, mente, conciencia, yo– son cosas que hace el cuerpo.

***


martes, 5 de marzo de 2024

NIETZSCHE DESCOMPLICADO, 1

Editorial
Editorial
Quienes frecuentan este espacio saben de mi inclinación por la filosofía, pues de vez en cuando realizo alguna recomendación lectora, siempre dejando las cuestiones técnicas y complicadas, que están más allá de mis posibilidades.

Pero desde hace algún tiempo tengo la enorme suerte de conocer a uno de los especialistas en Nietzsche, Jaime Aspiunza, que es, además, traductor del filósofo germano. No podía perder la oportunidad de aprovechar su conocimiento. Él, muy generosamente, se ha ofrecido al juego de contestar a mis preguntas. 

La propuesta que le hice fue la de ofrecer una visión lo más clara posible del pensamiento de Nietzsche, sin perder la perspectiva de la brevedad. Esto, al fin y al cabo, es un simple blog, no un manual de filosofía. Así, pues, iniciamos hoy algo así como una rápida introducción al pensamiento del filósofo que pueda ser de interés para cualquier persona sin formación propia sobre el tema, ya sea estudiante, curiosa, aficionada o simple lectora de mirada amplia e inquietudes varias.

Antes de publicar la primera aproximación, no me resta nada más que dar efusivamente las gracias al profesor Aspiunza por su desinteresada y amable predisposición.


¿Por qué leer, hoy día, a Nietzsche?

Editorial
Editorial
En primer lugar, porque es un gran prosista, uno de los mejores escritores en lengua alemana, no solo del siglo XIX, sino de todos los tiempos. (Sé que es frase muy manida, y todo especialista en textos se lo atribuye a su patrón —pero es que no lo digo yo, lo decía Thomas Mann, aquel Premio Nobel de Literatura de hace casi 100 años, uno que tenía bigote.)

Ciertamente, Nietzsche no escribe literatura –aparte del Así habló Zaratustra–, cosa que dificulta un poco el disfrute de su escritura, pero si a alguien le gusta leer, esa –la de su magnífica prosa– es ya una buena razón. Además, al haber escrito tanto texto, llamémoslo, aforístico, es decir, relativamente breve pero completo, permite una lectura aislada, ocasional de sus libros.

Es verdad que tiene también algo de poesía, pero relativamente chusca y paródica. Ahí va, en mi mejor versión, no por eso buena, el «Juicio de pájaro»:



Al sentarme en la arboleda

hace poco a descansar,

oí un tictac, tictac suave,

ligero, como en compás.

Enfadado, torcí el gesto,

pero me avine al final;

y acabé, como un poeta,

hablando entre mí en tictac.




Y a saltos haciendo rimas

¡ta-pa-ta!, de verso en verso,

de pronto me sale ¡ja, ja, ja!,

y en un buen rato no cejo.

¿Poeta, tú? ¿Tú, poeta?

¿Tan mal te funciona el seso?

«Sí que es usted un poeta»,

respondió el picamadero.





Así habló Zaratustra puede leerse –y se suele leer– por la belleza y la fuerza de su prosa; otra cosa es que en esa obra vaya a encontrarse, es decir, a entenderse con claridad el pensamiento de Nietzsche.

Una segunda razón es, por supuesto, la actualidad de su pensamiento. Hay una serie de asuntos propios de nuestro presente que Nietzsche ya diagnostica y piensa, hasta tal punto que hoy, bien que retorcidas, algunas de sus conclusiones se han convertido en apotegmas, dogmas de la posmodernidad. Para que se me entienda, por ej., el «no existe la verdad», «todo es interpretación»…

Más allá de esos lemas maltraídos, que quizá haya ocasión más adelante de aclarar, Nietzsche señala y comienza a pensar el nihilismo, una manera de  entender el mundo en que vivimos, o «la muerte de Dios» –son dos maneras de referirse a lo mismo–, descubre también los presupuestos metafísicos y morales de la herencia cristiana en que aún andamos enredados, entre ellos, los del lenguaje y la verdad, que quizá sean hoy los más acuciantes –y no, ciertamente, desde una perspectiva académica, sino– en cuanto problema real y cotidiano, el del sentido de la vida individual, los problemas –atávicos– de la democracia…, y, last but not least, la pérdida de la capacidad de leer y sus consecuencias.

Hace ya 150 años detectaba él un alejamiento de la vida en el gesto del filólogo que leía ¡significados y no palabras! Que se olvidaba de la materialidad del texto –de su sonoridad, su ritmo, de sus connotaciones y referencias– para quedarse aislado en el supuesto pensamiento o ideas que las palabras se supone querían denotar. — Hoy… ¿no estamos hoy en un mundo abarrotado de imágenes y palabras –meras palabras sin cuerpo, hilos flotantes y etéreos, o deletéreos– que se quieren autosuficientes, inaptos para decir verdad, para remitir a la realidad? 

Inmersos, insertos en una burbuja de palabrería –tampoco las imágenes son al efecto otra cosa–, se hace imposible el trato con la realidad, con la realidad en toda su riqueza, quiero decir. Se juzga antes de haber visto, solo por el supuesto consabido sentido de algunas palabras: «arden las redes»; se le da sustancialidad suma a ciertos meros rótulos: toda política de identidades; interesa solo la proliferación veloz y superficial, no la profundización lenta y esforzada; se pretende verter en fórmulas y reglas lo que es el saber de la vida, explicitarlo todo sin entender nada; hablamos de nosotros (y de los otros) como si la base de datos de nuestro léxico fuera el DSM, eso sí, una versión antigua, de libre acceso: «yo, es que, mira, soy un poco entre fluido y bipolar…, vamos, de poco fiar. Tengo también algo de Toc, toc, toc…, como el picamadero.»

Y es que el lenguaje no es un instrumento de comunicación, puede valer para ello, pero no lo es: es parte de nuestra gestualidad, de nuestro cuerpo, de nuestro ser. — Eso es lo que significa que el buscar en las palabras solo ideas –y no gestos, no vida– implique un alejamiento de la realidad (de la vida), una ineptitud que va arraigando y una pérdida de sentido en la vida del individuo, porque, aunque el lenguaje sea parte de nuestro ser, encarna, no obstante, la presencia de lo social, de la tradición y la cultura en cada uno de nosotros. Por lo que estar en comunión con los demás puede ser andar ajeno de sí.

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sábado, 27 de enero de 2024

TRÉPANOS

Trépanos

 

La revista Trépanos cumple cinco años, lo que es todo un logro en estos tiempos para una revista dedicada a la filosofía. Así que, además de felicitar a todo el equipo que hace posible esta hazaña, copio la portada para colaborar en la medida de mis posibilidades a su difusión para que continúen cumpliendo muchos más años. 

El número 15 lo han dedicado a reflexionar sobre este movimiento tan polémico como actual denominado transhumanismo.

Imágenes: Distopía Mutante

Entrevista:


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martes, 21 de noviembre de 2023

LA BELLEZA

Editorial. Ejemplar del KM.
Traducción: Jordi Ainaud i Escudero
Lunes, ocho de la mañana recién pasadas. Como llueve, cojo la bicicleta estática, me coloco los cascos y busco el programa de Mercedes Menchero que emitió en directo el domingo a las 23:00, pero que yo suelo oír algún otro día gracias a que permanecen almacenados. 

No he cogido aún velocidad cuando reconozco inmediatamente las palabras que escribe en el prefacio de su libro Roger Scruton, libro que había acabado de leer justamente la noche en que la directora y locutora del programa Música y pensamiento estaría emitiéndolo en directo. 

Seguí pedaleando con una especie de sonrisa cómplice y bobalicona. 

No hallo mejor presentación para este hermoso texto que reproducir las palabras con las que el propio autor nos lo presenta en ese mencionado 


Prefacio

La belleza puede ser consoladora, turbadora, sagrada, profana; puede ser estimulante, atractiva, interesante, escalofriante. Puede afectarnos de un sinfín de formas distintas; sin embargo, nunca nos deja indiferentes: la belleza exige el reconocimiento; nos interpela directamente como la voz de un amigo íntimo. Si hay personas indiferentes a la belleza, sin duda es porque no la perciben. 

No obstante, juzgar la belleza es una cuestión de gusto, y puede que el gusto carezca de base racional. Si es así, ¿cómo explicar el lugar de honor que ocupa la belleza en nuestras vidas y por qué nos lamentamos de la desaparición progresiva de la belleza de nuestro mundo, suponiendo que realmente se produzca? ¿Y es cierto, como mantienen tantos escritores y artistas, desde Baudelaire y Nietzsche, que la belleza y el bien son independientes, de modo que una cosa puede ser bella precisamente en cuanto que inmoral? 

Además, puesto que la discrepancia es algo propio de los gustos, ¿cómo puede utilizarse el criterio del gusto de una persona para emitir un juicio sobre el gusto de otra? Por ejemplo, ¿cómo podemos afirmar que un tipo de música es superior o inferior a otro cuando los juicios comparativos no son más que un reflejo del gusto de quienes los formulan? 

Este relativismo habitual ha llevado a algunas personas a desdeñar los juicios de belleza como algo puramente "subjetivo", con el argumento de que no pueden criticarse los gustos porque criticar un gusto no es más que dar expresión a otro; por lo tanto, no cabe aprender ni enseñar nada a lo que se pueda llamar "crítica". Esta actitud ha puesto en tela de juicio muchas de las disciplinas tradicionales de las humanidades. Los estudios de arte, música, literatura y arquitectura, libres de la disciplina del juicio estético, parecen carecer del firme arraigo en la tradición y en la técnica que permitían a nuestros predecesores considerarlos parte esencial de los planes de estudio. De aquí la actual "crisis de las humanidades": ¿tiene algún sentido estudiar nuestro acervo cultural y artístico si el juicio de su belleza carece de base racional? O, suponiendo que lo estudiemos, ¿no deberíamos mostrarnos escépticos y cuestionar su pretendida autoridad objetiva y deconstruir su pretendida trascendencia? 

Que el premio Turner, creado para conmemorar al más ilustre pintor inglés de todos los tiempos, se conceda cada año a uno u otro montón de objetos efímeros más o menos gracioso, ¿no demuestra que no existen criterios, que la moda es lo único que dicta a quién hay que premiar y a quién no, y que es inútil buscar unos principios objetivos del gusto o un concepto colectivo de belleza? Muchas personas contestan afirmativamente a estas preguntas y, en consecuencia, renuncian a cualquier tentativa de criticar tanto el gusto como los motivos del jurado del premio Turner. 

En este libro planteo que este escepticismo sobre la belleza no está justificado. Argumento que la belleza es un valor real y universal, arraigado en nuestra naturaleza racional, y que el sentido de la belleza desempeña un papel indispensable en la configuración del mundo de los humanos. No adopto una perspectiva histórica sobre el tema, ni tampoco pretendo dar una explicación psicológica y aún menos evolutiva del sentido de la belleza. Mi punto de vista es filosófico, y las fuentes principales de las que beben mis argumentos son las obras de filósofos. El propósito de este libro es desarrollar un argumento que pretende plantear una pregunta filosófica y animar al lector a contestarla (el subrayado es mío).


Como el tema me estaba resultando tan extraordinariamente apasionante, durante la lectura del libro consulté algunos textos y en internet me encontré con un para de cositas que pueden ser de alguna utilidad para otras personas que se hallen en clubes de lectura, seminarios o lo que sea en que se encuentren metidas y debatiendo en torno a las ideas que Scruton expone. Son estas: Una guía de lectura y un extenso y documentado artículo de Paula de Juana sobre lo bello y lo sagrado (con Scruton de fondo). Por supuesto, también adjunto el programa de Menchero, porque es una de las mejores maneras que conozco de invitar a la lectura del libro.



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lunes, 20 de noviembre de 2023

¿EXISTE LA REALIDAD EXTERIOR?

Editorial
El asunto puede parecer banal; sin embargo, todavía hoy quedan muchos ecos y ramificaciones de lo que normalmente se conoce en la historia de las ideas como "el velo de la percepción", cuya discusión cobró tal vez la máxima altura con la afirmación de Berkeley esse est percipi. Pero hoy no voy a poner mi atención ni mi esfuerzo en la cuestión de cómo percibimos, o en si era Berkeley o Descartes o Locke o Kant o quien sea, quien más acertadamente nos aproximó al tema. Simplemente lo menciono porque la relectura de la obrita de Turandot, o el congreso de los blanqueadores me la ha recordado gracias a este divertido e ingenioso 
pasaje:


MAESTRO: Si Fu, nombradnos las preguntas principales de la filosofía.

SI FU: ¿Existen las cosas fuera de nosotros, para sí, también sin nosotros, o existen las cosas en nosotros, para nosotros y no existen sin nosotros?

MAESTRO: ¿Cuál es la opinión correcta?

SI FU: No se ha tomado ninguna decisión.

MAESTRO: ¿Por qué opinión se inclina últimamente la mayoría de nuestros filósofos?

SI FU: Las cosas existen fuera de nosotros, para sí, también sin nosotros.

MAESTRO: ¿Por qué permanece la pregunta irresuelta?

SI FU: El congreso que debía decidir tuvo lugar, como viene ocurriendo desde hace doscientos años, en el convento de Mi Sang, el cual está a orillas del río Amarillo. La pregunta era: ¿existe realmente el río Amarillo, o existe sólo en nuestras cabezas? Pero durante el congreso, se derritió la nieve de las montañas, y el río Amarillo se desbordó por encima de sus orillas y arrastró el convento de Mi Sang con todos los participantes en el congreso. Y así, no pudo aportarse la prueba de que las cosas existen fuera de nosotros, para sí y también sin nosotros.


(Traducción, Miguel Sáenz).

No es que con este diálogo quede demostrada la existencia de una realidad independiente de nuestras representaciones, pero es, repito, muy ingenioso. Y provocar una sonrisa de vez en cuando ayuda a mitigar la, en ocasiones, pesada carga de los días.

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jueves, 2 de noviembre de 2023

CAMUS EN LA "Hª DE LA FILOSOFÍA" DE COPLESTON

Ejemplar de la biblioteca de Aiete K.E.
Aunque seguramente la de Copleston es la historia de la filosofía que más me gusta por su claridad expositiva, yo no la tengo y siempre que la he consultado ha sido acudiendo a unas u otras bibliotecas. Como todas, tiene sus carencias y limitaciones, y ningún manual puede suplir la lectura directa de los autores; pero allá donde llega y explica, a mí me parece que lo hace muy bien. Tomo como ejemplo la presentación de Camus, a quien dedica solo tres páginas, porque, como él aclara, no es un filósofo profesional —a Sartre le dedica 45—. Me salto el párrafo inicial en el que expone brevemente su obra.

Es muy conocida la afirmación de Albert Camus de que: "no hay más que un problema verdaderamente importante: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no vale la pena de ser vivida es responder a la cuestión fundamental de la filosofía". Ante esta declaración, quizá parezca propia de un excéntrico su opinión de la filosofía. Pero lo que Camus da por supuesto es que el hombre anda buscándoles al mundo, a la vida humana y a la historia un sentido en el que fundamentar sus ideales y valores. El hombre necesita asegurarse de si la realidad es un proceso teleológico inteligible que comprende un orden moral objetivo. Es decir, el hombre desea seguridad metafísica de que su vida forma parte de un proceso inteligible dirigido hacia una meta ideal, y de que al esforzarse por lograr sus ideales personales cuenta con el respaldo o con el apoyo del universo o de la realidad en todo su conjunto. Los grandes dirigentes religiosos y los creadores de sistemas metafísicos y de concepciones del mundo han procurado satisfacer esta necesidad. Pero sus interpretaciones del mundo no resisten la crítica: El mundo acaba revelándosele al hombre clarividente como falto en absoluto de finalidad o de sentido. El mundo no es racional. De ahí el sentimiento del absurdo (le sentiment de l'absurd). Hablando con rigor, el mundo no es en sí absurdo: simplemente es. "El absurdo surge de esta confrontación entre la llamada de auxilio del hombre y el irracional silencio del mundo. [...] Lo irracional, la nostalgia humana y el absurdo que resulta de su confrontación, he aquí los tres personajes del drama [...]". El sentimiento del absurdo puede originarse de diversos modos: por ejemplo, al percibir la indiferencia de la naturaleza respecto a los valores e ideales del hombre, al reconocer que el final es la muerte, o al percatarse de pronto de lo indeciblemente tediosa que es la rutina del vivir. Hay quienes, reflexionando, llegan a darse cuenta del absurdo, pero entonces adoptan una actitud de escapismo. Así Karl Jaspers salta de la zozobrante "tabla de náufrago" de la ansiedad humana al Trascendente, y Leo Chestov da un salto parecido hacia un Dios que está más allá de la razón. En cambio, el hombre que, como Nietzsche, es capaz de mirar de frente al absurdo de la humana existencia ve desaparecer el sentido del mundo. De ahí el problema del suicidio. Pues "ver disipado el sentido de esta vida, ver que nuestra razón de existir desaparece, es insoportable. No se puede vivir si la vida no tiene sentido".

Sin embargo, Camus no recomienda el suicidio. En su opinión, suicidarse significa someterse al absurdo, capitular. El orgullo y la grandeza del ser humano no se muestran sometiéndose, ni tampoco mediante ese escapismo en que incurren los filósofos existenciales (les philosophes existentiels, como Jaspers), sino viviendo en la conciencia del absurdo y, no obstante, rebelándose contra él a base de comprometerse consigo mismo a vivir con la mayor plenitud e intensidad posible. Porque no hay patrones absolutos conforme a los cuales podamos dictaminar cómo ha de vivir cada hombre. Todo está permitido, según dice Ivan Karamazoff. Aunque de ello no se sigue que el absurdo "recomiende el crimen. Esto sería pueril [...] Si todas las experiencias son indiferentes, la del deber es tan legítima como cualquier otra. Se puede ser virtuoso por capricho". El hombre del absurdo (l'homme absurd) puede adoptar varias formas. Una es la de Don Juan, que goza al máximo, mientras es capaz de gozarlas, cierto tipo de experiencias, aunque sabiendo que ninguna de ellas tiene significación última. Otra es la del que, reconociendo el sinsentido de la historia y la absoluta futilidad de la acción humana, se dedica empero, en su situación histórica, a una causa social o política. Otra forma es la del artista creador, que sabe de sobra que tanto él como sus creaciones están condenadas a la extinción y que, no obstante, consagra su vida a la producción artística. Y en La peste plantea Camus la cuestión de si es posible ser un santo ateo. El hombre del absurdo vive sin Dios. Pero de ello no se sigue, ni mucho menos, que no pueda dedicarse, autosacrificándose, al bienestar de sus semejantes. Y si lo hace así, sin ninguna esperanza de recompensa y consciente de que, a fin de cuentas, da lo mismo cómo actúe, demuestra la grandeza del hombre precisamente en este combinar el reconocimiento de lo fútil de sus acciones con el vivir sacrificándose y amando. Es posible ser un santo sin ilusión, sin autoengañarse.

En lo de que el mundo y la historia humana carecen de sentido (esto es, de una meta y una finalidad dadas con independencia del hombre) Camus está sustancialmente de acuerdo con Sartre, aunque éste no insista tanto como aquél en el tema del “absurdo”. Pero Sartre no es la fuente de la suposición de Camus. Desde luego que, tratándose de un escritor tan original como Camus, no es concebible que se limitara a tomar en préstamo sus ideas de un predecesor. Pero es evidente que Nietzsche le influyó mucho. Camus estaba convencido de que Nietzsche había previsto certeramente el advenimiento y el auge del nihilismo; y, como el filósofo alemán, también él consideraba que el hombre es el único ser capaz de superar el nihilismo. Mas no por eso cabe calificar con propiedad a Camus de nietzscheano, pues a él le preocupó incesante y progresivamente la injusticia y la opresión en la sociedad humana de un modo que no le importó a Nietzsche. En efecto, aunque Camus no dejó nunca de creer "que este mundo carece de sentido último", insistió cada vez más en la revuelta contra la injusticia, la opresión y la crueldad antes que en la rebeldía contra la condición humana en cuanto tal. Y llegó a convencerse de que el sentimiento del absurdo, tomado de por sí, puede ser utilizado para justificar cualquier cosa, incluso el asesinato. "Si no se cree en nada, si nada tiene sentido, si no podemos afirmar ningún valor, cualquier cosa puede permitirse y nada es importante. [...] Se es libre para encender hornos crematorios o para dedicar la vida a cuidar leprosos". De hecho, la revuelta presupone la afirmación de unos valores. Claro que son creación del hombre. Pero esto no quita que, si me rebelo contra lo opresión o la injusticia, afirmo los valores de la libertad y la justicia. En otras palabras, con Camus el absurdo cósmico tiende, por así decirlo, a retirarse hacia el fondo, y pasa al primer plano un idealismo moral que no propugna la formación de una élite, de una aristocracia de hombres superiores a expensas del rebaño, sino que insiste en que ha de haber para todos libertad y justicia, una libertad y una justicia auténticas y no esclavitud u opresión que se enmascaren con tan prestigiosos nombres.

Camus no fue un admirador de la sociedad burguesa. Pero llegó a comprender muy bien que la rebeldía contra el orden establecido puede degenerar en imposición de esclavitud. "El terrible evento del siglo XX fue el abandono de los valores de la libertad por el movimiento revolucionario, la gradual retirada del socialismo basado en la libertad ante los ataques de un socialismo cesarista y militarista." El hombre no puede representar el papel de espectador de todo el conjunto de la historia, y ninguna empresa histórica puede ser más que un riesgo o una aventura a la que quepa atribuir algún grado de justificación racional. Por consiguiente no es legítimo aducir ninguna empresa histórica para justificar "el exceso de una posición tiránica y absolutista". Así, no se justifica el matar y oprimir en nombre del movimiento de la historia o de un paraíso terrenal que haya de alcanzarse en un impreciso futuro. Si el nihilismo absoluto puede servir para justificar cualquier cosa, también sirve para ello el racionalismo absoluto, en el que Dios es sustituido por la historia. Tocante a sus consecuencias, "en nada difieren las dos actitudes. Desde el momento en que se las acepta, la tierra se transforma en un desierto". Dejémonos de absolutos y volvamos a la moderación y a las limitaciones. "La libertad absoluta es el derecho del más fuerte a imponer su dominio", con lo cual se prolonga la injusticia. "La justicia absoluta se logra suprimiendo toda contradicción: así pues, destruye la libertad". Es en nombre de los seres humanos vivientes y no en el de la historia ni en el de una edad futura en el que se nos llama a rebelarnos contra la opresión y la injusticia actuales, dondequiera se hallen. "La auténtica generosidad de cara al futuro consiste en dar todo al presente"
 (pp 371-3).

(Los libros que se citan en el texto son: El mito de Sísifo, Calígula, Cartas a un amigo alemán y El hombre rebelde).

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jueves, 12 de octubre de 2023

ADELA CORTINA EN EL "PASSION FOR KNOWLEDGE"


Estas afirmaciones forman parte de lo que podríamos entender como la introducción al meollo de la conferencia que ofreció Adela Cortina el sábado, 7 de octubre, en el Festival Internacional de la Ciencia celebrado la semana:

  • Necesitamos el esfuerzo conjunto de todos los saberes (2' 50'').
  • Se ha establecido esa separación entre hechos y valores como si la ciencia no tuviera nada que ver con los valores (4' 15'').
  • No hay ni un solo conocimiento que sea neutral (4'40'').
  • El límite de la ciencia es el límite de la experiencia posible (5' 16'').
  • No solamente hay racionalidad en la ciencia (está hablando de las humanidades), sino que hay otro tipo de racionalidad, que es la racionalidad que tiene interés en la comprensión mutua, el interés en construir un nosotros (6' 45''). 
Creo que son suficientemente esclarecedoras para entender hacia dónde iba encaminada la ponencia y espero que resulten tan interesantes com para que os animéis a verla en toda su extensión. Las cuestiones que plantea la filósofa sobre hacia dónde vamos, hacia dónde queremos ir y quién decide sobre el camino que queremos tomar son absolutamente relevantes. A partir de ahí toma como elemento central de su reflexión la ética de la inteligencia artificial. Y no adelanto más, pero, por favor, llegad hasta la formulación kantiana del famoso imperativo categórico, la que se conoce como fórmula de la humanidad.

PS: La organización ha subido todas las ponencias (sin traducción, en idioma original) y están disponibles aquí.
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jueves, 20 de julio de 2023

MARCO AURELIO, MEDITACIONES

Traducción: Bach Pellicer.
Introducción: García Gual.
Texto
El tiempo de la vida humana, un punto; su sustancia, fluyente; su sensación, turbia; la composición del conjunto del cuerpo, fácilmente corruptible; su alma, una peonza; su fortuna, algo difícil de conjeturar; su fama, indescifrable. En pocas palabras: todo lo que pertenece al cuerpo, un río; sueño y vapor, lo que es propio del alma; la vida, guerra y estancia en tierra extraña; la fama póstuma, olvido. ¿Qué, pues, puede darnos compañía? Única y exclusivamente la filosofía. Y ésta consiste en preservar el guía (daímon, genio, divinidad) interior, exento de ultrajes y de daño, dueño de placeres y penas, sin hacer nada al azar, sin valerse de la mentira ni de la hipocresía, al margen de lo que otro haga o deje de hacer; más aún, aceptando lo que acontece y se le asigna, como procediendo de aquel lugar de donde él mismo ha venido. Y sobre todo, aguardando la muerte con pensamiento favorable, en la convicción de que ésta no es otra cosa que disolución de elementos de que está compuesto cada ser vivo. Y si para los mismos elementos nada temible hay en el hecho de que cada uno se transforme de continuo en otro, ¿por qué recelar de la transformación y disolución de todas las cosas? Pues esto es conforme a la naturaleza, y nada es malo si es conforme a la naturaleza (pp 68-69).

Tal vez si yo fuera estoico sería seguidor de las enseñanzas de Zenón de Citio y no de Marco Aurelio, pero reconozco que rumiar durante las tardes de verano los pensamientos del emperador filósofo me relaja e incluso me hace bien, a pesar de que no participe de su concepción ética ni crea en el destino. Pero me gusta mucho ir releyendo los subrayados, realizar acotaciones al margen como si pudiera entablar conversación con él y, especialmente, ir anotando todas aquellas frases que me gustan por su significado, trascendencia y expresividad. ¡Somos hijos de los clásicos, aunque no siempre seamos capaces de reconocerlo!

Marco Aurelio fue el penúltimo emperador de la dinastía de los Antoninos, tal vez el mejor período de la historia del imperio romano, si exceptuamos el que correspondió al mandato de su sucesor, Cómodo, un tipo caprichoso e inestable del que seguro que os acordáis gracias a la película Gladiator. 

Marco Aurelio no escribió sus Meditaciones en latín, sino en griego; y lo que más me gusta de ellas es que recogen de manera asistemática, como si fueran un diario, sus reflexiones en torno a la vida, la muerte, el mundo, el comportamiento ante las distintas situaciones de la vida; es decir, son muy fáciles de leer y resultan muy estimulantes para cualquier persona, independientemente de que se esté en la órbita del estoicismo o no. Leer a Marco Aurelio es como estar hablando serenamente con una persona próxima o amiga. Absolutamente asequible.

Os dejo alguna cita más para que debatáis con él, pero, sobre todo, para incitaros a su lectura:

Recuerda que cada uno vive exclusivamente el presente, el instante fugaz. Lo restante, o se ha vivido o es incierto (pp 77-78).

¿Contra quien te enojas? ¿Contra la ruindad de los hombres? Reconsidera este juicio: los seres racionales han nacido el uno para el otro, la tolerancia es parte de la justicia, sus errores son involuntarios (p 84).

Breve es la vida. El único fruto de la vida terrena es una piadosa disposición y actos útiles a la comunidad (p 122).

Mi ciudad y mi patria, en tanto que Antonino, es Roma, pero en tanto que hombre, el mundo (p 127).

Cuanto acontece a cada uno, importa al conjunto (p 127. ¿Fue quizás esta frase la que inspiró a John Donne la Meditación XVII, la de "ningún ser humano es una isla"?).

Ἔνδον σκάπτε, ἔνδον ἡ πηγὴ τοῦ ἀγαθοῦ καὶ ἀεὶ ἀναβλύεινδυναμένη, ἐὰν ἀεὶ σκάπτῃς (Esta la dejo en su idioma original, por la belleza de la grafía y como juego).

Muchas veces comete injusticia el que nada hace, no sólo el que hace algo (p 166).

Y así, decenas y decenas de inspiradoras frases que os harán disfrutar de estas Meditaciones.

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