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viernes, 3 de julio de 2020

¿ESTAMOS SOLOS EN EL UNIVERSO?

No pretendo ni puedo ofrecer una respuesta a esta pregunta. Cada cual tendrá sus propias querencias y, en cualquier caso, será el tiempo el encargado de ofrecerla, aunque, tal vez, el tiempo sea tan largo que no coincida con el tiempo biológico de quienes estamos ahora vivos. 

Sea como fuere, a mí me gusta mucho la respuesta de James Miller y The Oatmeal. Espero que a vosotros también:


—Oráculo, ¿estamos solos en el Universo?
—Sí.
—Entonces, ¿no hay vida ahí fuera?
—Hay.

—También están solos.

***
Ahora bien, si lo que os interesa es una respuesta más sesuda (ojo, pero con menos humor), podéis acudir a gente más informada:

sábado, 23 de mayo de 2015

EL RAYO VERDE

—Hemos visto algo mejor —dijo en voz baja Helena—. Hemos visto la misma felicidad, la que la leyenda atribuye a la observación de este fenómeno. Y ya que la hemos encontrado, mi querido Olivier, ¡no necesitamos nada más, y podemos ceder a los que no lo conocen y quieren conocerlo, el famoso rayo verde!

Así termina el famoso relato de Julio Verne. Los protagonistas no consiguen verlo, pero logran el resultado que se supone que produce el fenómeno luminoso cuando es avistado por dos personas a la vez.

El caso es que ese extraordinario fenómeno óptico, por si alguien cree que nada más pertenece a la ficción, es real y está muy bien recogido y explicado en la web de eltiempo.es. Y, además, tenemos el testimonio de Cortázar, quien, fascinado por el cuento del escritor francés, no paró hasta conseguir verlo, y nos lo dejó escrito en Papeles inesperados:

Del sol quedaba un último, frágil segmento anaranjado. Lo vimos desaparecer detrás del perfecto borde del mar, envuelto en el halo que aún durarí­a algunos minutos. Y entonces surgió el rayo verde, no era un rayo sino un fulgor, una chispa instantánea en un punto como de fusión alquí­mica, de solución heracliteana de elementos. Era una chispa intensamente verde, era un rayo verde aunque no fuera en rayo, era el rayo verde, era Julio Verne murmurándome al oí­do: "¿Lo viste al fin, gran tonto?"

Y para los que nunca lo hemos visto en directo, aquí lo tenemos en diferido:


lunes, 11 de noviembre de 2013

MIRAR EL TIEMPO

Si bien todos sabemos qué es el tiempo, definirlo es tarea harto difícil, como bien reconocía Agustín de Hipona. Célebre se ha hecho este pasaje de las Confesiones: ¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. Lo que sí digo sin vacilación es que sé que si nada pasase no habría tiempo pasado; y si nada sucediese, no habría tiempo futuro; y si nada existiese, no habría tiempo presente. Pero aquellos dos tiempos, pretérito y futuro, ¿cómo pueden ser, si el pretérito ya no es y el futuro todavía no es? Y en cuanto al presente, si fuese siempre presente y no pasase a ser pretérito, ya no sería tiempo, sino eternidad. Si, pues, el presente, para ser tiempo es necesario que pase a ser pretérito, ¿cómo deciros que existe éste, cuya causa o razón de ser está en dejar de ser, de tal modo que no podemos decir con verdad que existe el tiempo sino en cuanto tiende a no ser? Al chico no le falta razón y, además, recurrir a la Física para definir el tiempo —la única manera que hoy por hoy tenemos de hacerlo con cierta exactitud— no deja de ser engorroso y poco elegante.

Más poética e inteligible resulta la definición del DRAE, que en su primera acepción nos dice que es la duración de las cosas sujetas a mudanza. Como veis tampoco le falta razón al diccionario que, por otra parte y sin quererlo, se hace muy actual al entrar de pleno en la corriente de la obsolescencia, programada o no, y nos recuerda, vía definición, aquello de nuestras vidas son los ríos...,  y que Seamus Heaney cambiaba por lentamente / los muertos avanzan / hacia el futuro, que es decir lo mismo, pero en más cool.

Yo, mientras tanto, miro el tiempo en distintos relojes porque como no puedo hacer nada para impedir su transcurso, me consuelo recordando las personas que me los regalaron o lo que hacía con ellas cuando en un rapto de coleccionismo decidí adquirirlos.

sábado, 8 de agosto de 2009

AMBIENTE FAMILIAR


Aprendí a conducir un coche porque no estaba dispuesto a atravesar un desierto, con mis hijos en brazos, cada vez que queríamos disfrutar de la playa en verano.

A decir verdad, hasta entonces, siempre me había manifestado en contra del automóvil y de lo que éste supone de barbarie civilizada: ruidos, ansiedad, contaminación, gasto energético desmesurado y prepotencia del conductor sobre el peatón. Sin embargo, aquel verano en que, en plena calorina, nos pusimos en marcha hacia la playa y, a mitad camino, nos rendimos en un parque, me dije a mí mismo y a la familia que el verano siguiente iríamos en coche. Y así fue.

Desde entonces, no sólo hemos atravesado los seis kilómetros que nos separan de la playa en automóvil, sino que hemos recorrido casi toda la península y buena parte de Europa. Hemos descubierto juntos lugares maravillosos y hemos disfrutado de viajes inolvidables. Hemos cantado a voz en grito al son de la música que salía del radiocasete por carreteras alejadas de toda circulación, y hemos vivido momentos divertidos, como aquella vez en que avanzando por la autopista a la velocidad que el código permite, cuando se tiene una “L” puesta en el cristal trasero, mi hija mayor, cansada seguramente de que todos nos adelantaran, dijo:
-Mirad, mirad, un caracol nos está adelantando por la derecha.

¡Cómo reímos todos la ocurrencia! Pero lo más entrañable, lo más emotivo, lo que me hizo olvidar casi definitivamente todas mis opiniones negativas sobre el coche, fue cuando, hace casi ya dos años, la pequeña, que estudia fuera de casa, y a la que le costó unos meses adaptarse a esa nueva situación, dijo a la vista del coche, cuando fuimos a recogerla un viernes por la tarde:
-¡Qué bien, por fin ambiente familiar!

Sorprende, a veces, lo que puede hacer un coche.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

BIZITZARAKO JARRAIBIDEAK

Mundura botatzen gaituztenean, erabilera-eskulibururik gabe hasten dugu bidea. Adina dela eta, badakit berandu samar dela, baina oraindik ere noraezean baldin bazaude -ez dadila horrela izan!-, hona hemen instrukzio batzuk:

  • Alaitu hezur-muineraino, egunsentiko zeruaren marratxo bat begietatik sartuz.
  • Hartu eta dastatu sakon-sakon gaur zure ondotik pasa diren begirada bat, agur bat, besarkada bat, musu bat.
  • Kendu kortxoa Bakori, eta zerbitzatu lagunei hitz goxoenak gau osoan zehar.
  • Ahaztu Platonen kobazuloa, eta atera kaleko Errepublikara, eguneroko errealitateaz gozatzeko.
  • Izan inozoa, baina ez sinistu ezer.
  • Murgilgu maitasunean, zure bizitza benetan zeurea izan arte.

Eta bitartean, ondo izan.