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jueves, 28 de abril de 2022

VALLE INCLÁN A PIE DE CALLE

 Me enternece esta cabeza de Valle Inclán sobre un pedestal en la modestísima calle que lleva su nombre de un barrio obrero y suburbial madrileño. 

Sí, es cierto, la calle lleva su nombre, aunque más bien parece que le ha caído ese lo mismo que le podía haber tocado cualquier otro. Y parece lógico y natural que encontremos un busto de la persona a la que se ha dedicado la calle.

Pero fijaos bien en la cabeza. El material con que está hecha no parece muy noble; antes bien, da la impresión de que han aplicado una pintura metalizada de dudoso gusto para que parezca —estoy nada más que realizando una suposición— otro material de mayor empaque y prestigio.

Otro detalle: el lugar donde se encuentra no es un lugar despejado ni abierto, es un sitio recóndito, situado entre un árbol y el seto que recorre el pequeño espacio verde que hay entre la fachada del edificio de viviendas y la acera, a la altura del número 12 de la calle. ¿Un pequeño espacio privado correspondiente a la comunidad de vecinos de ese portal?

Pero no queda ahí el asunto. En el pedestal, justo debajo del nombre del gran escritor gallego, aparece grabado el año MCMLXXII —¿1972?—. Desde luego, no se corresponde con ninguna fecha relativa a la vida y milagros de don Ramón (1866-1936). ¿Es el año en que se colocó el busto en el jardincillo? ¿Es, tal vez, el de la construcción de la casa de vecinos?

En realidad, nuestro ilustre gallego sí tiene una estatua oficial en el lustroso y rimbombante Paseo de Recoletos, cerca del café Gijón —que solía frecuentar— y de la Biblioteca Nacional, ofrecida por el Círculo de Bellas Artes, que, esta sí, lleva la fecha en que se colocó —1972—.

¿Será que el Círculo encargó la buena, la de bronce, obra de Francisco Toledo Sánchez (1928-2004), para el gran paseo madrileño y otra de menor calidad, como de suburbio, como de ayudante de segunda del taller del escultor, para la calle que lleva el nombre del escritor? 

Esto último, por la coincidencia de fechas, parece probable. Yo, en cambio, prefiero imaginar otra historia, mucho menos probable, pero más entrañable: en el número 12 de la calle vive una persona devota de la obra valleinclanesca e incondicional lectora suya. Llevada por el entusiasmo y nada más saber que habían colocado una estatua en el centro guapo y ostentoso de la ciudad, mientras que la calle que lleva con orgullo su nombre permanecía en el olvido, movilizó al vecindario y encargó el trabajo en un taller del barrio para que Valle estuviera presente de forma continua y permanente en el ir y venir cotidiano del del portal. 
***


Путин, немедленно останови войну!

jueves, 2 de noviembre de 2023

CAMUS EN LA "Hª DE LA FILOSOFÍA" DE COPLESTON

Ejemplar de la biblioteca de Aiete K.E.
Aunque seguramente la de Copleston es la historia de la filosofía que más me gusta por su claridad expositiva, yo no la tengo y siempre que la he consultado ha sido acudiendo a unas u otras bibliotecas. Como todas, tiene sus carencias y limitaciones, y ningún manual puede suplir la lectura directa de los autores; pero allá donde llega y explica, a mí me parece que lo hace muy bien. Tomo como ejemplo la presentación de Camus, a quien dedica solo tres páginas, porque, como él aclara, no es un filósofo profesional —a Sartre le dedica 45—. Me salto el párrafo inicial en el que expone brevemente su obra.

Es muy conocida la afirmación de Albert Camus de que: "no hay más que un problema verdaderamente importante: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no vale la pena de ser vivida es responder a la cuestión fundamental de la filosofía". Ante esta declaración, quizá parezca propia de un excéntrico su opinión de la filosofía. Pero lo que Camus da por supuesto es que el hombre anda buscándoles al mundo, a la vida humana y a la historia un sentido en el que fundamentar sus ideales y valores. El hombre necesita asegurarse de si la realidad es un proceso teleológico inteligible que comprende un orden moral objetivo. Es decir, el hombre desea seguridad metafísica de que su vida forma parte de un proceso inteligible dirigido hacia una meta ideal, y de que al esforzarse por lograr sus ideales personales cuenta con el respaldo o con el apoyo del universo o de la realidad en todo su conjunto. Los grandes dirigentes religiosos y los creadores de sistemas metafísicos y de concepciones del mundo han procurado satisfacer esta necesidad. Pero sus interpretaciones del mundo no resisten la crítica: El mundo acaba revelándosele al hombre clarividente como falto en absoluto de finalidad o de sentido. El mundo no es racional. De ahí el sentimiento del absurdo (le sentiment de l'absurd). Hablando con rigor, el mundo no es en sí absurdo: simplemente es. "El absurdo surge de esta confrontación entre la llamada de auxilio del hombre y el irracional silencio del mundo. [...] Lo irracional, la nostalgia humana y el absurdo que resulta de su confrontación, he aquí los tres personajes del drama [...]". El sentimiento del absurdo puede originarse de diversos modos: por ejemplo, al percibir la indiferencia de la naturaleza respecto a los valores e ideales del hombre, al reconocer que el final es la muerte, o al percatarse de pronto de lo indeciblemente tediosa que es la rutina del vivir. Hay quienes, reflexionando, llegan a darse cuenta del absurdo, pero entonces adoptan una actitud de escapismo. Así Karl Jaspers salta de la zozobrante "tabla de náufrago" de la ansiedad humana al Trascendente, y Leo Chestov da un salto parecido hacia un Dios que está más allá de la razón. En cambio, el hombre que, como Nietzsche, es capaz de mirar de frente al absurdo de la humana existencia ve desaparecer el sentido del mundo. De ahí el problema del suicidio. Pues "ver disipado el sentido de esta vida, ver que nuestra razón de existir desaparece, es insoportable. No se puede vivir si la vida no tiene sentido".

Sin embargo, Camus no recomienda el suicidio. En su opinión, suicidarse significa someterse al absurdo, capitular. El orgullo y la grandeza del ser humano no se muestran sometiéndose, ni tampoco mediante ese escapismo en que incurren los filósofos existenciales (les philosophes existentiels, como Jaspers), sino viviendo en la conciencia del absurdo y, no obstante, rebelándose contra él a base de comprometerse consigo mismo a vivir con la mayor plenitud e intensidad posible. Porque no hay patrones absolutos conforme a los cuales podamos dictaminar cómo ha de vivir cada hombre. Todo está permitido, según dice Ivan Karamazoff. Aunque de ello no se sigue que el absurdo "recomiende el crimen. Esto sería pueril [...] Si todas las experiencias son indiferentes, la del deber es tan legítima como cualquier otra. Se puede ser virtuoso por capricho". El hombre del absurdo (l'homme absurd) puede adoptar varias formas. Una es la de Don Juan, que goza al máximo, mientras es capaz de gozarlas, cierto tipo de experiencias, aunque sabiendo que ninguna de ellas tiene significación última. Otra es la del que, reconociendo el sinsentido de la historia y la absoluta futilidad de la acción humana, se dedica empero, en su situación histórica, a una causa social o política. Otra forma es la del artista creador, que sabe de sobra que tanto él como sus creaciones están condenadas a la extinción y que, no obstante, consagra su vida a la producción artística. Y en La peste plantea Camus la cuestión de si es posible ser un santo ateo. El hombre del absurdo vive sin Dios. Pero de ello no se sigue, ni mucho menos, que no pueda dedicarse, autosacrificándose, al bienestar de sus semejantes. Y si lo hace así, sin ninguna esperanza de recompensa y consciente de que, a fin de cuentas, da lo mismo cómo actúe, demuestra la grandeza del hombre precisamente en este combinar el reconocimiento de lo fútil de sus acciones con el vivir sacrificándose y amando. Es posible ser un santo sin ilusión, sin autoengañarse.

En lo de que el mundo y la historia humana carecen de sentido (esto es, de una meta y una finalidad dadas con independencia del hombre) Camus está sustancialmente de acuerdo con Sartre, aunque éste no insista tanto como aquél en el tema del “absurdo”. Pero Sartre no es la fuente de la suposición de Camus. Desde luego que, tratándose de un escritor tan original como Camus, no es concebible que se limitara a tomar en préstamo sus ideas de un predecesor. Pero es evidente que Nietzsche le influyó mucho. Camus estaba convencido de que Nietzsche había previsto certeramente el advenimiento y el auge del nihilismo; y, como el filósofo alemán, también él consideraba que el hombre es el único ser capaz de superar el nihilismo. Mas no por eso cabe calificar con propiedad a Camus de nietzscheano, pues a él le preocupó incesante y progresivamente la injusticia y la opresión en la sociedad humana de un modo que no le importó a Nietzsche. En efecto, aunque Camus no dejó nunca de creer "que este mundo carece de sentido último", insistió cada vez más en la revuelta contra la injusticia, la opresión y la crueldad antes que en la rebeldía contra la condición humana en cuanto tal. Y llegó a convencerse de que el sentimiento del absurdo, tomado de por sí, puede ser utilizado para justificar cualquier cosa, incluso el asesinato. "Si no se cree en nada, si nada tiene sentido, si no podemos afirmar ningún valor, cualquier cosa puede permitirse y nada es importante. [...] Se es libre para encender hornos crematorios o para dedicar la vida a cuidar leprosos". De hecho, la revuelta presupone la afirmación de unos valores. Claro que son creación del hombre. Pero esto no quita que, si me rebelo contra lo opresión o la injusticia, afirmo los valores de la libertad y la justicia. En otras palabras, con Camus el absurdo cósmico tiende, por así decirlo, a retirarse hacia el fondo, y pasa al primer plano un idealismo moral que no propugna la formación de una élite, de una aristocracia de hombres superiores a expensas del rebaño, sino que insiste en que ha de haber para todos libertad y justicia, una libertad y una justicia auténticas y no esclavitud u opresión que se enmascaren con tan prestigiosos nombres.

Camus no fue un admirador de la sociedad burguesa. Pero llegó a comprender muy bien que la rebeldía contra el orden establecido puede degenerar en imposición de esclavitud. "El terrible evento del siglo XX fue el abandono de los valores de la libertad por el movimiento revolucionario, la gradual retirada del socialismo basado en la libertad ante los ataques de un socialismo cesarista y militarista." El hombre no puede representar el papel de espectador de todo el conjunto de la historia, y ninguna empresa histórica puede ser más que un riesgo o una aventura a la que quepa atribuir algún grado de justificación racional. Por consiguiente no es legítimo aducir ninguna empresa histórica para justificar "el exceso de una posición tiránica y absolutista". Así, no se justifica el matar y oprimir en nombre del movimiento de la historia o de un paraíso terrenal que haya de alcanzarse en un impreciso futuro. Si el nihilismo absoluto puede servir para justificar cualquier cosa, también sirve para ello el racionalismo absoluto, en el que Dios es sustituido por la historia. Tocante a sus consecuencias, "en nada difieren las dos actitudes. Desde el momento en que se las acepta, la tierra se transforma en un desierto". Dejémonos de absolutos y volvamos a la moderación y a las limitaciones. "La libertad absoluta es el derecho del más fuerte a imponer su dominio", con lo cual se prolonga la injusticia. "La justicia absoluta se logra suprimiendo toda contradicción: así pues, destruye la libertad". Es en nombre de los seres humanos vivientes y no en el de la historia ni en el de una edad futura en el que se nos llama a rebelarnos contra la opresión y la injusticia actuales, dondequiera se hallen. "La auténtica generosidad de cara al futuro consiste en dar todo al presente"
 (pp 371-3).

(Los libros que se citan en el texto son: El mito de Sísifo, Calígula, Cartas a un amigo alemán y El hombre rebelde).

***


miércoles, 12 de julio de 2023

UN LIBRO, UN POEMA (Juan Manuel Uría)

Editorial
#unlibrounpoema

Dice la solapa del libro que Juan Manuel Uría (Errenteria, 1976) es autor de los libros de poesía Puerta de coral, ¿Quién es Werther?, Transformaciones, Manzana de vaho, Las huellas del límite, Hablar porque la muerte, Lilith, Harria y K’amékuarhu (haikus). Dice también que como aforista ha publicado Dos por la mañana, La ciencia de lo inútil, donde reflexiona sobre la poesía y la creación poética, y Dos por la tarde. Que junto con el fotógrafo Juan Antonio Palacios ha publicado el fotolibro Harria-La piedra, que entre sus últimas publicaciones están Infancia es lugar, un libro de género inclasificable en el que vierte su visión sobre la infancia, Apuntes sobre pintura, donde reflexiona sobre la pintura y la creación plástica, y, en colaboración con José Luis Trullo, Remiúrgica, y que ha ilustrado libros propios y de otros autores y expone periódicamente parte de su obra. Creador del Festival de Poesía Guardetxe (2012-2015), cofundador, junto con el poeta Beñat Arginzoniz, de la editorial El Gallo de Oro y, junto a la poeta Sihara Nuño, de la librería Noski! Formó parte del grupo de agitación poética Gatza.

Luego están las palabras-regalo de Gamoneda, un frontispicio construido con palabras como panes de oro, como peces de luz, como sombras del aire donde la verdad vuela. 

Después vienen, y eso es lo que verdaderamente importa y vuela, el texto fragmentado de Juan Manuel Uría esparcido en XIX cantos. Copio el 

III

Un lugar, avanzar en un espacio,

                                               ocuparlo,

serestar

en ese espacio,

ser un cuerpo en el lugar y en el tiempo de un cuerpo

en ese espacio

y una sombra

que se perfila con la uña del que dibuja,

con la espátula oscura

de su palabra.

                     Y se oye

en ese espacio

una luz (ostentosa) que crepita

tal nieve bajo un pie hecho de andada y de tiempo

y de piel que es tiempo;

y el lugar

              —donde se crea la forma

de un cuerpo de nieve—

se ilumina.

Y ve

el que dibuja

una espalda, unos tobillos que giran 

en el espacio que ocupa

un cuerpo,

proyectando desnudez (salada) a los labios

del que dibuja, sí,

del que dibuja

y construye sentido en el lugar

y da nombre al espacio

y amplía así el espacio

porque el amor.

Y el amor es signo y es lugar

del corazón de un cuerpo

que se entrega al furioso ser del animal

llamado pintura,

el espacio del corazón que crece como la vida crece

envolviendo las cosas

que adquieren otro nombre así,

un mejor nombre.


Cosas

que acaricia el tiempo a su modo y manera

acabándolas en puro polvo

de cosas

en el fin de todo;

la caricia y la piel

también, leve y fugaz

fin de todo

igual que respiración que se agota

antes y después del sexo,

cerrados los ojos al lugar, abiertos ya

a la frontera,

al límite.

***


sábado, 2 de marzo de 2024

CAROLINA CORONADO Y LAS AURORAS BOREALES

El poema está en la p 345.
 Las auroras polares reciben ese nombre porque se ven desde latitudes próximas a los polos, boreal si son las que se ven en el entorno del polo norte y austral si es en el sur. Seguramente, quien más quien menos, todos sabemos de su atractivo y de su rareza, y hemos visto algún vídeo o alguna fotografía. Yo, incluso, cuando estuve en Islandia, tenía la esperanza de poder ver alguna. No tuve suerte. Sin embargo, en la poesía de Carolina Coronado me encuentro con dos (no uno, dos) poemas que hablan de la aurora boreal. Sé de su biografía y de sus viajes, que no fueron muchos, y sé que nunca sobrepasó el paralelo 60º, ni por el norte ni por el sur. 

Copio uno de ellos, el que más claramente habla de una aurora y de sus efectos luminosos. Está datado en 1848, Ermita de Bótoa, lugar por el que sentía especial atracción, relativamente cercano a su pueblo natal, Almendralejo. Es un largo poema compuesto por 24 octavas reales que recoge las supersticiones que todavía se daban en torno a estas manifestaciones luminosas en el cielo, aunque la ciencia ya había explicado hacía tiempo el origen tanto de cometas como de auroras. Cabe recordar aquí el caso de sor Juana Inés y el cometa de 1680.



ADIÓS DEL AÑO DE 1848

LA AURORA BOREAL



¿Qué es esa claridad que de repente
de la ermita ilumina el campanario,
y del Gévora oscuro la corriente
brillar hace en el campo solitario;
y por qué palidecen de la gente
los rostros al fulgor extraordinario
mientras sus sobresaltos y temores
revelan los ancianos labradores?

«¡Ay de nosotros, ay de nuestra tierra!»
Claman los labradores espantados.
«¿Veis los senos del ciclo ensangrentados?»
«Es anuncio de crímenes... de guerra...»
Mas confunden su voz desde la sierra
los lobos en su aullar, y los ganados
cuyos medrosos, débiles balidos
conjuran nuestros perros con aullidos.

Aparecerse veo las encinas,
agitando sus brazos al relente,
como fantasmas a la luz ardiente
que refleja en sus copas blanquecinas;
y dos tórtolas veo peregrinas,
huyendo de su cima velozmente,
que deslumbradas por la fuerte llama,
temieron el incendio de su rama.

¿Adónde van envueltos en los vientos,
cual nocturnos espíritus errantes,
ésos que con amarse están contentos
desde la cuna sin cesar amantes?
¿Quién les turba la paz ni los acentos
con que entrambos se arrullan palpitantes,
para volar, huyendo de la aurora
a la orilla del Gévora sonora?

Del fresno entre la húmeda enramada
¿van a buscar contra el incendio asilo?
Y ¿adónde encontraré yo una morada
para que pose el ánimo intranquilo?
¿Adónde irá mi alma acobardada
de esta medrosa noche en el sigilo,
contra el fantasma que sufrir no puedo
a guarecerse del horrible miedo?

Emilio, ven, contempla sin enojos
(Emilio era uno de sus hermanos)
los rayos de la luz, que así me inquieta,
y mira si es la luna ese planeta
que yo distingo entre vapores rojos;
porque hace un año que fatal cometa (Cometa de Miss Mitchell)
vieron cruzar mis espantados ojos,
y trajo al mundo universal estrago,
y tengo miedo de su nuevo amago.

Yo tengo miedo, sí, yo confundida
y en mi propia ignorancia avergonzada—
la causa del fenómeno escondida
busco, y en mi saber no encuentro nada;
pero amante del Gévora, la vida
pase a orillas del Gévora apartada,
y a temer aprendí de los pastores
del ciclo los extraños resplandores.

¿Oíste tú contar que desgarrados
como fieras allá los hombres mueren,
y no serán los golpes que los hieren
por los genios maléficos lanzados?
Y cuando están así desesperados,
¿genios no habrá que así los desesperen
sobrehumanos, celestes, infernales
de quienes esas llamas son señales?

No sé lo que será... pero recemos
por todos y por él... ¡genio querido,
ser adorado que jamás olvido
ni en los propios pesares más extremos!
¡ah! que de ese fantasma que tenemos
él hubiera mi mente defendido,
si penetrara aquí por un momento
la luz de su brillante pensamiento.

Hijo del mar, su pensamiento grave
conoce de los astros el camino,
porque el allá en el piélago marino
las noches estudió desde su nave,
y él me dijera, pues que tanto sabe,
por qué del cielo el resplandor divino
tiende esta noche el rubicundo manto
que pone el corazón tan grande espanto.

Yo, si mi mano de su mano asiera,
aun a la luz que temerosa brilla,
en esta misma noche me atreviera
del Gévora a llegar hasta la orilla;
y tal vez más allá de la ribera
la causa hallara fácil y sencilla
de ese fuego que abrasa el horizonte,
en el incendio del cercano monte...

Mas vuelve, Emilio, y mira sin recelo
si la encendida nube ya se aleja;
calma por Dios el fatigoso anhelo
del corazón que ni alentar me deja...
¿Dices que de la luz el ancho velo
por el espacio todo se refleja,
y que ya no se ve sombra ninguna...
ni los luceros, ni se ve la luna?...

¡Qué nos va a suceder! ¡qué nuevas penas
los decretos nos guardan del destino,
si ya de pesadumbres imagino
que están las almas de las gentes llenas!
Y ¿por qué no han de ser puras y buenas
esas luces, que teme el campesino,
y por qué no ha de ser de la montaña
el incendio, tal vez, de una cabaña?...

Tal vez de la cobarde fantasía,
tal vez del conturbado pensamiento
esas visiones son que el alma mía
vio fijas en el rojo firmamento;
tal vez en esta noche oscura y fría
nadie siente el espanto que yo siento
y ven los hombres, sin curarse de ellas,
las ráfagas que absorben las estrellas.

Vuelve otra vez, y mira si se apaga
o si se enciende más... si se enrojece...
y si de algún fantasma que aparece
ves ondear la cabellera vaga—
¿qué es lo que dices? ¿que el incendio crece
y que abrasar el universo amaga
tal vez ¡o niño! te confunde el miedo...
deja que mire... si mirarlo puedo...

¡Ay! es verdad, los rayos que se extienden
amenazando ahogar el vasto mundo,
los espíritus malos los encienden,
y al contemplarlos ya no me confundo;
ya con más claridad los aires hienden,
y aparece el fantasma furibundo,
y es hasta Roma donde el fuego alcanza,
y es sobre Roma donde el fuego lanza.

¡En Roma, en Roma! El fuego está en su cumbre
mira cómo la luz allí se aumenta;
allí chispea la espantosa lumbre;
allí el rojo fantasma se ensangrienta;
allí la alborotada muchedumbre
hace a la cristiandad terrible afrenta...
allí abismado en su dolor sombrío
¡huye a los mares el sagrado Pío!  (Pío IX en 1848 tuvo que huir de la turbamulta revolucionaria)

Mira por qué en los cielos se encendía
con tales rayos la siniestra llama;
mira por qué es la hoguera que derrama
tan fantástica luz al medio día,
mira por qué mí corazón temía,
risueno Emilio, al cielo que se inflama,
porque esa luz en noche tan oscura
era señal de nueva desventura.

Mira con qué furor sus alas bate,
para alejarse el de la adversa suerte;
año del infortunio, del combate,
del contagio, del crimen, de la muerte:
mira por qué a su «adiós» mi pecho late
sin que un instante a serenarle acierte,
porque el postrero adiós de su agonía
envuelto en el incendio nos lo envía.

¿Quién derramó la muerte en las ciudades?
¿Cuáles rayos los pueblos consumieron?
Los pontífices santos ¿por qué huyeron
y fue la humanidad calamidades?
No fueron de los hombres las maldades,
año de destrucción, tus genios fueron;
tu espíritu, no más, fue el enemigo,
que al mundo vino a dar tanto castigo.

Tú, como el huracán de los desiertos
que arrastra a los audaces peregrinos,
has pasado dejando los caminos
con el polvo de víctimas cubiertos;
tú, ya cuando a los muros palestinos
arribaba, tal vez, con pasos ciertos,
has destruido, con tu nube insana,
de una generación la caravana.

Y ¿cómo quieres que tu adiós acoja
la gente sin pavor, cuando en su daño
hiendes la horrible cabellera roja
maligno genio del funesto año?
Cuando en tu triste despedida arroja
el ciclo fuego, y con enojo extraño
viste la noche de color sangriento,
¡cómo decirte «adiós» sin desaliento!

Huye, te dice el pueblo desgraciado,
de quien vinistes a turbar la vida,
y ¡ojalá! ¡que en tus urnas sepultado
fuera el llanto que trajo tu venida!
Los que tanto en tus horas han llorado
te vienen a cantar la despedida:
mas huye, por piedad, más velozmente
mientras te canta el corazón doliente.

Huye, y que deje de mostrar el cielo
ese color de púrpura que espanta,
y que en este dolor que nos quebranta
aurora más feliz alumbre el suelo;
¡huye, y por tanto mal, por tanto duelo,
por tanto lloro, por desgracia tanta,
como dieron al mundo tus peleas,
siempre en los siglos maldecido seas!

Ermita de Bótoa, 1848.


Salgo de la lectura absolutamente confundido y asombrado. ¿Una aurora boreal en Badajoz? 

Sin embargo, en un trabajo publicado en 1856 de Manuel Rico y Sinobas (1819-1898), coetáneo de Carolina y académico de la Reales Academias de Medicina y de Ciencias Naturales, se dice lo siguiente (dejo la grafía de la época, que tiene su valor histórico): 

Aurora boreal del 17 de noviembre de 1848, observada desde diferentes puntos de la Península, como en la Coruña, Cartagena y por el centro de Castilla. El meteoro principió en Valladolid á las 7h y 30m dé la noche, apareciendo con todo su brillo entre las 9h y las 10h; perdió gradualmente su intensidad hasta la 1h y 45m de la mañana, en cuyo momento volvió á recobrar tintas encendidas, que se degradaron suavemente para desaparecer poco tiempo antes del crepúsculo del dia 18. 

La estension que ocupó horizontalmente la Aurora fue la de un arco de 7º á 80°, fijándose los pies del arco boreal sobre las torres telegráficas del cerro de la Maruquesa y la de la cuesta del Manzano en la villa de Cabezón. Los dos puntos aparentes del meteoro señalaban la dirección de N. N. O. á N. N. E., presentándose los pies ó estremos del arco boreal de luz blanco-verdosa intensa. La fuerza de la tinta cambiaba, dando lugar á la idea de un movimiento y traslación de luminosidad entre los estremos de la Aurora, y á la formación en diferentes ocasiones de las Medusas boreales. Por lo demás, el arco claro de la Aurora apareció rebajado en su centro, correspondiendo con el polo magnético de la tierra, y presentando en aquel luz difusa durante el curso total del meteoro.

Cerca del horizonte, y en dirección de Norte á N. N. E., aparecían nubes en forma de cirris negros ó fuertemente oscuros, y cuya altura sobre el horizonte no pasaba de 30m á 1º; encima de aquellas, y sirviendo de base al arco blanco boreal, habia una parte de la atmósfera ó zona iluminada con un color azul rojo vivísimo.

Efectivamente, Carolina Coronado vio la aurora boreal y quedó impresionado por el meteoro. Es más, lo más probable es que viera más de una. El trabajo describe nada menos que ¡35! auroras polares entre 1701 y 1848, 27 correspondientes al siglo XVIII y 8 a la primera mitad del XIX. El trabajo está alojado en la página divulgameteo.es.

***


viernes, 28 de septiembre de 2018

PROMETEO Y ATENEA CREAN EL PRIMER HOMBRE

Prometeo y Atenea crean el primer hombre. Fuente: Museo del Prado.

Toda persona aficionada a la mitología griega sabe del horrible castigo al que fue sometido el titán Prometeo —un águila o un buitre, según la versión que leamos, le devoraba durante el día el hígado que iba a ser regenerado durante la noche— por haber robado el fuego a los dioses y habérselo entregado a la humanidad. El castigo al que le sometió Zeus es una de las escenas más reproducidas en la iconografía greco-latina antigua.

Pero la vida de Prometeo es rica en historias y guarda una enorme relación con lo que la mitología hebreo-cristiana nos cuenta en el Génesis, primer libro del Antiguo Testamento

Prometeo tenía tres hermanos: Epimeteo, Menecio y Atlante. Los dos últimos se unieron a Cronos y los demás titanes en la rebelión contra los dioses del Olimpo. Prometeo, que era el más inteligente de todos y había previsto el final del enfrentamiento —su nombre significa "mirar adelante"— convenció a Epimeteo y ambos se apuntaron al bando de Zeus. La guerra entre titanes y dioses acabó a favor de los primeros.

Antes, mucho antes, nuestro titán había creado la humanidad: Prometeo, luego de modelar a los hombres con agua y tierra (Apolodoro). Y así nació el hombre, bien porque aquel artífice de las cosas, principio de un mundo mejor lo fabricara con simiente divina, o bien porque la tierra que recién formada y recién separada del alto éter aún conservaba en el interior alguna semillas del cielo junto al que fue creada, fuera mezclada con agua de lluvia por el hijo de Iapeto, que plasmó con ello una imagen a semejanza de los dioses que todo los regulan (Ovidio) y esta había vivido disfrutando de la Edad de Oro

Eso es precisamente lo que refleja el altorrelieve del Museo del Prado que actualmente forma parte de la exposición Arte y mito. Los dioses del Prado. El más sabio de los titanes —pues la propia Atenea le había enseñado todas las artes y era su protegido— aparece moldeando en arcilla el primer hombre mientras la diosa de la sabiduría asiste al evento y ella misma le da vida colocándole una mariposa sobre la cabeza. Y así tenemos la primera coincidencia: la creación de la humanidad a partir del barro, igual que en el Génesis.

Y luego está el mito del diluvio en el que Deucalión (Noé), hijo de Prometeo, construye una embarcación aconsejado por este y salva así la vida. Y también tenemos a Pandora (Eva), la primera mujer mandada por Zeus para castigar al titán por los engaños y desafíos a que había sometido al jefe del Olimpo. De hecho, esta relación puede leerse como paralela a la de Lucifer, el ángel caído, con el dios del Génesis, castigado finalmente a vivir en el infierno.

En fin, sin entrar en más detalles, es evidente el intercambio de mitos y leyendas que nutrieron la imaginación y las creencias de los antiguos pueblos situados en el entorno del Próximo Oriente y el Mediterráneo oriental, lo que dio lugar a un rico sincretismo. Esto, entre otras cosas, es lo que produce la notable diferencia entre las religiones paganas y las monoteístas que vendrán después: carecen de la rigidez de formas y costumbres de las últimas. Un detalle: incluso cuando Prometeo roba el fuego, es gracias a la ayuda de Atenea.


***

Para saber más:

- Apolodoro; Biblioteca I.

- Apolonio de Rodas: Argonáuticas.

- Aristófanes: Las aves.

- Diodoro Sículo Libro I.

- Esopo, Fábulas.

- Esquilo: La tetralogía de Prometeo.

- Hesíodo: Teogonía y Los trabajos y días.

- Juvenal: Sátiras.

- Luciano: Diálogos de los dioses.

- Ovidio: Metamorfosis.

- Pausanias Descripción de Grecia.

- Platón: Timeo, Critias y Protágoras.

sábado, 7 de mayo de 2022

JUAN F. TRILLO NOS HABLA DE "Con la barba sobre el hombro"

Editorial

Juan F. Trillo, doctor en Estudios Literarios por la U.C.M. y en Lingüística por la U.A.M, ha publicado Tom Wolfe, cronista de la Norteamérica sin Dios (PUV, 2016) y La flor del Cerezo. Haikus clásicos elegidos y comentados (La Taza vacía, 2020). Ahora nos habla de su último trabajo, una interesantísima novela que tiene como personaje central a Bernal Díaz del Castillo y que lleva por título un antiguo refrán cuyo significado dejo al albur de vuestra curiosidad.

Has practicado el haiku y tienes publicada una estimable antología comentada sobre el mismo. ¿Qué te ha llevado a dar el salto a la novela histórica?

Lo cierto es que ha sido algo casual. Estaba buscando referencias sobre el uso del español de los siglos XV y XVI y me topé con Historia Verdadera de la Conquista de Nueva España de manera inesperada. Cuando lo leí, me sorprendieron tanto las peripecias que Bernal Díaz relataba, que me dije que era una pena que fuesen relativamente desconocidas entre el gran público y eso me llevó a contarlas en un lenguaje actual, que le resultase más familiar al lector de hoy en día y que le permitiese disfrutar de esta historia.

—Si algo exige de manera concienzuda este género es la búsqueda de información. Flaubert, para escribir Salambó llegó incluso a viajar a Cartago para conocer in situ los escenarios reales de las guerras púnicas. ¿Cuáles han sido tus fuentes y con qué problemas te has encontrado en tu investigación?

Me temo que mis metas han sido mucho menos ambiciosas. Como explico al inicio, Con la barba sobre el hombro, no es “un libro de historia”, es “un libro que cuenta una historia”, la misma que cuenta Bernal Díaz en su crónica, pero adaptada a una narrativa que le resultará más accesible al lector, tal vez no demasiado habituado al lenguaje arcaico que utiliza el autor de Historia Verdadera. Por otro lado, existen ya excelentes estudios históricos, tanto sobre Bernal Díaz, como sobre Hernán Cortés que me han sido de gran ayuda a la hora de contrastar y poner en contexto los hechos relatados. Es un periodo sobre el que existe una extensa documentación, disponible en la Real Academia de Historia y en el Instituto Cervantes, documentación digitalizada y de libre acceso, en su mayor parte, y de la que he hecho uso a menudo.

Borges decía algo así como que por mucho que nos ocupemos del pasado la narración que hacemos de él en realidad está atendiendo más al presente que a los acontecimientos históricos. ¿Con la barba sobre el hombro alude también a la actualidad?

En este sentido, resulta a la vez fascinante y un poco deprimente comprobar lo poco que hemos evolucionado en cuestiones sociales y éticas, pues los vicios de entonces siguen muy presentes en la sociedad en que vivimos actualmente: la corrupción, la codicia, el deseo de aparentar… No queda sino concluir que son aspectos tan arraigados en nuestra cultura que es dificilísimo librarse de ellos. Leyéndolo uno reconoce personajes a los que podría poner el nombre de figuras de la actualidad.

—¿Qué es lo que te ha atraído del personaje Díaz del Castillo como para que le dediques una trilogía?

Las apasionantes aventuras que viven él y sus compañeros, que no tienen nada que envidiar a las que aparecen en las novelas históricas tan populares hoy en día. Solo que en este caso son, además, ciertas. En cuanto a la razón de dedicarle tres libros no es otra que lo extenso de la narración original. El protagonista es minucioso en el desarrollo de los acontecimientos, pues donde los libros de historia, a la hora de mencionar una batalla, por ejemplo, se centran en los datos mensurables (número de efectivos, resultado del conflicto, consecuencias inmediatas), Bernal cuenta el desarrollo de la misma con pelos y señales. Son estos pequeños detalles del día a día, que para el historiador pueden resultar poco relevantes, los que hacen atractiva la lectura para el gran público, pues muestran con claridad el carácter, la forma de pensar, e incluso los hábitos cotidianos de los protagonistas.

—¿Hasta qué punto es verdadera la Historia verdadera del conquistador castellano?

Esa es, como suele decirse, la pregunta del millón. En principio, los historiadores la dan por cierta en su mayor parte, hasta tal punto que a menudo la toman como referencia para sustentar esta o aquella reconstrucción de lo sucedido. Desde luego, su precisión en los detalles, nos remite al relato visual de un testigo ocular y la hace muy convincente, salvo en algunas pocas ocasiones, por ejemplo, cuando habla de las cifras de guerreros a los que se enfrentan los conquistadores españoles, algo que, en mi opinión, debe ser tomado como un recurso narrativo, para expresar la enorme superioridad numérica del enemigo. Por otro lado, está la cuestión de quién fue realmente este tal “Bernal Díaz del Castillo” y la de si fue él quien escribió la Historia Verdadera. El francés Christian Duverger, en su Crónica de la eternidad, argumenta, y lo hace muy bien, que quien se hacía llamar Bernal Díaz se apropió de una historia que escribió otra persona, alguien que, además, fingía ser casi iletrado, cuando en realidad disponía de una extensa cultura. Hay aquí varios misterios que yo dejo a los especialistas. Personalmente, no me interesa tanto la veracidad de lo narrado, como el aspecto literario, es decir, el relato que se cuenta y el modo en que está contado. Como he dicho antes, la historia y su estructura son, en sí mismas, excelentes, y espero haber aportado una forma de contarla lo suficientemente atractiva como para hacer que el lector se lo pase bien.

—Tal vez una de las mayores dificultades con que se encuentra el autor al escribir una novela histórica sea la de hallar el estilo adecuado para narrar los hechos que se quieren contar. ¿Cómo has resuelto este problema?

Esta es una pregunta muy interesante. Por un lado, debo decir que no me importa presentarla como “novela histórica” a pesar de que, en rigor, no lo es, pero dado que puede leerse como tal, creo que es una categorización que no le sienta mal. Por otra parte, he elegido el presente de indicativo para narrar la acción porque proporciona mayor inmediatez y porque establece una conveniente distancia con aquellos otros libros que son auténticos estudios históricos. Antes de empezar me plantee escribir una narración en primera persona, adoptando la voz de Bernal Díaz, pero esto me hubiese impedido introducir mis propias reflexiones y valoraciones de algunos acontecimientos, que me parecía interesante incluir. Digamos que el resultado ha sido una especie de compromiso entre distintos géneros que, espero, haya dado como resultado un texto con el que el lector disfrute.

—¿Cuál crees que es tu aportación con esta novela al conocimiento de la conquista de México?

La conquista de México es un tema sumamente sensible, que a menudo se aborda de manera emocional. Hay quien toma posiciones antes de examinar los hechos, hechos que, además, a menudo se han dado por sentado, pero que en ocasiones no resisten una revisión realizada con un mínimo de lógica. Por suerte, el “revisionismo histórico” de esta etapa es cada vez más abundante, por lo que poco a poco las cosas van entendiéndose como deben ser entendidas, esto es, en un contexto en el que abundan los matices grises, tanto por la parte española, como por la mexicana. Dicho esto, debo añadir que mi aportación al conocimiento de la conquista de México es realmente modesta y no va más allá de mover a la reflexión sobre algunas cuestiones que, a poco que nos paremos a pensar en ellas, caen por su propio peso.

—¿Crees que se leerá con igual disfrute a los dos lados del Atlántico?

Pues creo que sí, porque en ambas orillas es cada vez más abundante la autocrítica, pero una autocrítica razonada que toma en cuenta cuáles eran las reglas del juego en las que se movían los actores que intervinieron en este apasionante capítulo histórico. Eran años difíciles, en los que las relaciones entre los estados se regían exclusivamente por el poder de que disponía cada uno de estos actores. Si había algo valioso a su alcance, nadie se planteaba si era lícito —o mejor dicho, ético— tomarlo; la cuestión era: “¿Tengo la fuerza suficiente para cogerlo?”. Si la respuesta era “sí”, lo cogían, sin más. Y esto lo hacían todos.

—¿Podemos interpretar Con la barba sobre el hombro como un alegato contra la guerra?

Desde luego, sin ninguna duda. Aunque no fuese esa la intención del autor, es un mensaje que llega al lector de manera inequívoca y me hubiese gustado encontrar la oportunidad de citar a Benjamín Franklin cuando dijo que “no hay una guerra buena, ni una paz mala”. Curiosamente, Cortés aplicaba esta filosofía hasta las últimas consecuencias, pues era muy reticente a la hora de utilizar la violencia, a la que recurría solo cuando no le quedaba más remedio, si bien a él le movían motivos prácticos antes que éticos. Hobbes también insistió en esta idea y ojalá hubiese hoy en día más gente que se diera cuenta de lo sabia que es esta máxima.

—Da la impresión de que te has divertido mucho al redactar los títulos de cada capítulo; además, demuestras un gran talento para el dicho y la sentencia. ¿Me equivoco?

Bueno, lo cierto es que todo el texto da juego para ello. A veces, hay escenas que parecen casi de sainete y que permiten extraer conclusiones morales o simplemente prácticas, que en aquellos años solían transmitirse en forma de dichos o refranes. Recordemos que todo ello transcurre en una época en la que surge la literatura picaresca, lo que ya da una buena idea de en qué tipo de sociedad nos estamos moviendo. Así que, sí, personalmente disfruté redactando los títulos, solo espero que los lectores disfruten igualmente leyéndolos.



Y si queréis disfrutar de las palabras del autor en directo, el 24 de mayo, en la Librería Cámara (C/ Euskalduna, 6, Bilbao) a las 20:00, podréis hacerlo. Por supuesto, también firmará ejemplares.

***


Путин, немедленно останови войну!

viernes, 3 de septiembre de 2021

OSCURO, ANA LUÍSA AMARAL

Ejemplar del KM

LAS MEMORIAS MÁS PURAS: O DE LUMBRES



Ayer por la noche y antes de dormir,

la alegría más pura



de un cielo



en medio del sueño que se escapa, solemne

la emoción          y la alegría más pura

de un día entre niña y casi grande



y era en el pueblo,

levantarse a las seis de la mañana,

los ojos en los postigos de madera, el sonido

que hacían al abrirse, los postigos

en una habitación que no era la mía, el olor

de nombre ausente



pero era un olor

entre lo más fresco y la luz

que comenzaba          era el calor del verano,

la alegría más pura



un cielo tan del color de la sangre

que aún hoy, aún ayer antes de dormir,

las lágrimas brotan como entonces, y de repente,

el sol como un incendio largo

y el olor          los colores



Pero era estar allí, de pie, y joven,

y la muerte tan lejana,

y no había muertos ni su desfile

solo vivos, risas, el olor

la luz



era la vida, el poder de elegir,

o eso parecía:



la cama y las cascadas frescas de las sábanas

suaves como extranjeros que llegan a un país nuevo,

o los postigos                abiertos de madera

y el incendio                  del cielo



Esto fue ayer por la noche,

este esplendor en lo oscuro y antes de dormir


……..


Hoy, los periódicos en esta mañana sin sol

hablan de cosas tan brutales

y tan encendidas, como pueblos sin nombre, sin luz

que amanezca su color y sus tiempos,

de muertos no por vidas vividas

sino por vidas cortadas         la violencia de ser

encima de esta tierra            sobre otros muertos

apenas recordados o ni siquiera recordados



Y pienso dónde está, dónde cabe,

esa pura alegría recordada

que tomó el pasillo de mi sueño

se acostó a mi lado ayer por la noche



retomada nuevamente          hecha movimiento,

bella mercancía para cesto de paja muy bello,

como bello era el cielo de aquel día



¿Dónde cabe la alegría recordada

frente al incendio que vi             ayer por la noche?

¿dónde los colores de la alegría?      su perfil tan nítido

como si fuese alimentado con átomos

en explosión



¿cómo volverse tiempo? ¿cómo fingirse tiempo?


….


Y sin embargo    los tiempos       cohabitan

Y el mismo         pasillo les da espacio

y lumbre

 

Lo dice muy bien en el prefacio Luis María Marina, traductor de este hermosísimo libro de Amaral, lo característico del decir poético es su aptitud para revelar lo real a través de aquello que normalmente permanece oculto. Eso es exactamente lo que hace la poeta, desvelarnos el mundo oculto que hay detrás, debajo, alrededor de la cotidianidad e inserto en ella. Poesía profundamente humana, humanamente profunda.

Corred a leerla antes de que desaparezca de las librerías.

jueves, 4 de enero de 2018

ANNA AJMÁTOVA, 2 (Réquiem)

La extensión del poema es grande, pero no hay una aproximación posible a la obra de Ajmátova sin la lectura del mismo. Réquiem es la ficcionada respuesta poética a una desconocida. Es, también, un oficio de difuntos y un auténtico memorial frente al silencio impuesto por el régimen estalinista.

RÉQUIEM 1935-1940 

Ningún cielo extranjero me protegía, 
ningún ala extraña escudaba mi rostro, 
me erigí como testigo de un destino común, 
superviviente de ese tiempo, de ese lugar. 
(1961)
A GUISA DE PRÓLOGO 

En los espantosos años del terror yezoviano me pasé diecisiete meses aguardando en una fila, ante el umbral de la prisión de Leningrado. Cierto día, alguien me identificó en la muchedumbre. Detrás de mí se hallaba una mujer, con los labios azules de frío, que, es claro, nunca antes me había oído llamar por mi nombre. Entonces salió del entumecimiento común y me preguntó en un susurro (allí todo mundo susurraba): 
—¿Puede describir esto? 
Y le contesté: 
—Puedo. 
Una especie de sonrisa cruzó fugazmente por lo que alguna vez había sido su rostro. 
(Leningrado, abril 1 de 1957)


DEDICATORIA 

Un dolor semejante podría mover montañas, 
e invertir el curso de las aguas, 
pero no puede hacer saltar estos potentes cerrojos 
que nos impiden la entrada a las celdas 
atestadas de condenados a muerte... 
Para algunos puede soplar el viento fresco, 
para otros la luz solar se desvanece en el ocio, 
pero nosotras, asociadas en nuestro espanto, 
sólo escuchamos el chirriar de las llaves 
y las pisadas de las recias botas de la soldadesca. 
Como si nos levantáramos para misa primera, 
día a día recorríamos el desierto, 
andando la calle silenciosa y la plaza, 
para congregarnos, más muertas que vivas. 
El sol había declinado, el Neva se había opacado 
y la esperanza cantaba siempre a lo lejos. 
¿Que sentencia se dictó?... Ese gemido, 
ese repentino fluir de lágrimas femeninas, 
señala a una distinguiéndola del resto, 
como si la hubieran derribado, 
arrancándole el corazón del pecho. 
Entonces déjenla ir, trastabillando, a solas. 
¿En dónde estarán ahora mis innombrables amigas 
de aquellos dos años de estadía en el infierno? 
¿Qué espectros se burlan de ellas ahora, en medio 
de la furia de las nieves siberianas, 
o en el círculo nublado de la luna? 
¡A ellas les lloro, Hola y Adiós! 
(Marzo de 1940)

PRÓLOGO 

Era aquella una época en que sólo los muertos 
podían sonreír, liberados de las guerras; 
y el emblema, el alma de Leningrado, 
pendía afuera de su casa-prisión; 
y los ejércitos de cautivos, 
pastoreados en los patios ferroviarios, 
se evadían de la canción entonada por el silbato de la máquina, 
cuyo refrán iba así: ¡Váyanse parias! 
Las estrellas de la muerte pendían sobre nosotros. 
Y Rusia, la inocente, la amada, se contorsionaba 
bajo las huellas de botas manchadas de sangre, 
bajo las ruedas de las Marías Negras. 


Llegaron al amanecer y te llevaron consigo. 
Ustedes fueron mi muerte: yo caminaba detrás. 
En el cuarto oscuro gritaban los niños, 
la vela bendita jadeaba. 
Tus labios estaban fríos de besar los iconos, 
el sudor perlaba tu frente: ¡Aquellas flores mortales! 
Como las esposas de las huestes de Pedro el Grande me pararé 
en la Plaza Roja y aullaré bajo las torres del Kremlin. 
(1935) 

2

Apaciblemente fluye el Don Apacible; 
hasta mi casa se escurre la luna amarilla. 
Brinca el alféizar con su gorra torcida 
y se detiene en la sombra, esa luna amarilla. 
Esta mujer está enferma hasta la médula, 
esta mujer está completamente sola, 
con el marido muerto, y el hijo distante 
en prisión. Rueguen por mí. Rueguen. 


No, no es la mía: es la herida de otra gente. 
Yo nunca la hubiera soportado. Por eso, 
llévense todo lo que ocurrió, escóndanlo, entiérrenlo. 
Retiren las lámparas... 
                                 Noche. 


Ellos debieron haberte mostrado —burlona, 
delicia de tus amigos, ladrona de corazones, 
la niña más traviesa del pueblo de Pushkin— 
esta fotografía de tus años aciagos, 
de cómo te colocas junto a un muro hostil, 
entre trescientos andrajosos en fila, 
tomando una porción de tu mano 
y el hielo del Año Nuevo reducido a brasa por tus lágrimas. 
¡Vean el chopo de la prisión doblegándose! 
Ningún ruido. Ni un ruido. Aun así, cuántas 
vidas inocentes se están terminando. 


Durante diecisiete meses he gritado 
llamándote al redil. 
Me arrojé a los pies del verdugo. 
Eres mi hijo, convertido en espectro. 
La confusión se apodera del mundo 
y carezco de fuerzas para distinguir 
entre una bestia y un ser humano, 
o en qué día se deletrea la palabra ¡matar! 
Nada queda, salvo flores polvosas, 
un tintineante incensario y huellas 
que conducen a ninguna parte. Noche de piedra, 
cuya brillante y gigantesca estrella 
me mira fijamente a los ojos, 
prometiéndome la muerte. ¡Ay, pronto! 


Las semanas escapan de la mente, 
dudo que haya sucedido: 
cómo dentro de tu prisión, pequeño, 
las noches blancas se paralizaron en llamas: 
y todavía, mientras tomo aliento, 
ellos posan sus ojos de buitre 
sobre lo que la gran cruz les muestra: 
este cuerpo de tu muerte. 

7
LA SENTENCIA 

La palabra cayó como una piedra 
en mi pecho viviente. 
Lo confieso: estaba preparada 
y de algún modo lista para la prueba. 
Tanto que hacer el día de hoy: 
matar la memoria, asesinar el dolor, 
convertir el corazón en roca 
y todavía disponerse a vivir de nuevo. 

No hay silencio. El festín del cálido verano 
trae rumores de juerga. 
¿Desde hace cuánto adivinaba yo
este día radiante, esta casa vacía? 

A LA MUERTE 

Vendrás de todos modos. ¿Por qué no ahora? 
Cuánto he esperado. Vienen los malos tiempos. 
He apagado la luz y abierto la puerta 
para ti, porque eres mágica y sencilla. 
Asume, por tanto, la forma que más te plazca, 
apunta y dispárame un tiro envenenado, 
o estrangúlame como un eficiente asesino, 
o bien inféctame —el tifo sería mi suerte—, 
o irrumpe del cuento de hadas que escribiste, 
aquél que estamos cansados de oír día y noche, 
en el que los guardias azules trepan las escaleras 
guiados por el conserje, pálido de miedo. 
Todo me da lo mismo. El Yenisei se arremolina, 
la Estrella del Norte cintila como cintilará siempre, 
y el destello azul de los ojos de mi amado 
está oscurecido por el horror final. 


Ya la locura levanta su ala 
para cubrir la mitad de mi alma. 
¡Ese sabor del vino hipnótico! 
¡Tentación del oscuro valle! 

Ahora todo está claro. 
dmito mi derrota. El lenguaje 
de mis delirios en mi oído 
es el lenguaje de un extranjero. 

Inútil caer de rodillas 
e implorar piedad. 
Nada que cuente, excepto mi vida, 
es mío para llevármelo: 
no los ojos terribles de mi hijo, 
no la cincelada flor pétrea 
del dolor, no el día de la tormenta, 
no la tribulación en la hora de visita, 
no la querida frialdad de sus manos, 
no la sombra agitada en los árboles de lima, 
no el fino canto del grillo 
en la consoladora palabra de la partida. 
(Mayo 4 de 1940) 

10 
CRUCIFIXIÓN 

“No llores por mí, madre, 
cuando esté en la tumba.” 


Un coro de ángeles glorificó aquella hora, 
la bóveda celeste se disolvió en llamas. 
“Padre, ¿por qué me has abandonado? 
Madre, te lo ruego, no llores por mí…” 

II 

María Magdalena se dio un golpe de pecho y sollozó. 
Su discípulo amado se quedó inmóvil, con el gesto petrificado. 
Su madre permaneció aparte. Nadie miró dentro 
de sus ojos secretos. Ninguno se atrevió. 
(1940-43) 

EPÍLOGO


He entendido cómo los rostros se vuelven huesos, 
cómo acecha el terror debajo de los párpados, 
cómo el sufrimiento inscribe sobre las mejillas 
las duras líneas de sus textos cuneiformes, 
cómo los lucientes rizos negros o los rubios cenizos 
se vuelven plata deslustrada de la noche a la mañana, 
cómo las sonrisas se esfuman de los labios sumisos, 
y el miedo tiembla con una risita entre dientes. 
Y no sólo ruego por mí, 
sino por todos los que permanecieron afuera de la prisión 
conmigo en el amargo frío o en el ardiente verano 
debajo de este insensato muro rojo. 

II 

Con el año nuevo regresa la hora del recuerdo. 
Te veo, te oigo, te escucho dibujando cerca: 
a aquél que tratamos de auxiliar en la caseta del centinela 
y que ya no camina sobre esta preciosa tierra, 
y aquélla que agitaría su bella melena 
y exclamaría: es como volver al hogar. 
Quiero enunciar los nombres de aquella muchedumbre, 
pero se llevaron la lista y ahora está perdida. 
Les he tejido una vestimenta hecha 
de palabras pobres, las que alcancé a oír, 
y me asiré con firmeza a cada palabra y a cada mirada 
todos los días de mi vida, incluso en mi nueva desgracia, 
y si una mordaza cegara mi boca torturada, 
por la que gritan cien millones de gentes, 
entonces déjenlos rezar por mí, como yo rezo 
por ellos en esta víspera del día de mis recuerdos. 
Y si mi patria alguna vez consiente 
en fundir un monumento en mi nombre, 
estaré orgullosa de que se honre mi memoria, 
pero sólo si el monumento no se coloca 
cerca del mar donde mis ojos se abrieron por vez primera 
—mi último lazo con él hace mucho está disuelto— 
tampoco en el jardín del Zar, cerca del tocón sagrado, 
donde una sombra adolorida acecha la tibieza de mi cuerpo, 
sino aquí, donde soporté trescientas horas 
de fila ante las implacables barras de hierro. 
Porque aun en la muerte venturosa tengo miedo 
de olvidar el clamor de las Marías Negras, 
de olvidar el chirrido de esa odiosa puerta 
y a la vieja aullando como bestia herida. 
Y desde mis inmóviles cuencas de bronce, 
la nieve se derretirá como lágrimas, goteando lentamente, 
y una paloma arrullará en alguna parte, una y otra vez, 
mientras los barcos navegan suavemente sobre el caudaloso Neva. 
(Marzo de 1940) 
             Traducción: Kyra Galván.

La voz del recitado que aparece a continuación es la de la propia Ajmátova. Quien domine el ruso lo agradecerá; los que desconocemos esta lengua podemos apreciarlo como un valioso documento que nos acerca un poco más a la escritora.