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jueves, 5 de marzo de 2015

DEBATE CIENCIA-RELIGIÓN

Ya di noticia en otra ocasión de ese estupendo programa de divulgación científica que es A hombros de gigantes. Aunque tiene un horario imposible, los lunes de 2 a 3 de la madrugada, afortunadamente todos los programas, una vez emitidos, quedan guardados en la página web... de momento. Esto facilita la tarea de poder escucharlos a una hora más humana que la de emisión.

Este lunes pasado andaba yo un poco deshumanizado y lo oí en directo. Me pareció francamente interesante, aunque el tiempo que le dedicaron al tema fuera breve, y decidí hacer publicidad de él. Sin embargo, al ir a copiar el código de lenguaje html para colocarlo en este espacio, no pude hacerlo. Tuve que descargar el programa y alojarlo en un almacén virtual para traerlo hasta aquí.

Explico estos detalles técnicos que no debería explicar, porque por el "aspecto" que tiene el audio se podría pensar que es mío y no es así. Se trata de un programa realizado por unos profesionales, dirigidos por Manuel Seara, cuyo trabajo consiste en acercarnos el pensamiento científico todas las semanas.

En el debate —los primeros 20 minutos del audio— intervienen Álvaro Martínez del Pozo, Bernardo Herradón y Carlos Elías.


sábado, 4 de julio de 2015

FUNDAMENTALISMO CIENTIFISTA

Supongo que la razón ha sido sometida en muchas ocasiones, y se sigue sometiendo, a todo tipo de daños y trastornos: estrangulamiento, degüello, horca, garrote vil, hoguera y otras muchas barbaridades. En este libro es sometida a un combate de boxeo del que no sé si sale bien parada. Yo he salido perplejo de él.

Llegué a este título después de escuchar en la radio un debate sobre ciencia-religión en el que participaba su autor y que me encantó. El programa es todo un ejemplo a seguir sobre cómo hacer divulgación científica. Pero todo cuanto me gustó aquel debate me ha desilusionado el texto.

La tesis de Carlos Elías es que los medios de comunicación y el cine ofrecen una imagen del científico y de la ciencia totalmente alejada de la realidad. Esta imagen hace tanto daño que se están perdiendo muchas vocaciones y, como consecuencia, la juventud opta por carreras más prestigiosas (éxito, dinero...). Los medios de comunicación y el cine son los culpables de la actual crisis de la ciencia. La idea tiene muchos más matices, pero grosso modo esa sería la idea principal.

Ya sabemos que los medios de comunicación pueden alterar mucho la percepción de la realidad, pero no todos los medios son iguales. Ya sabemos que el cine puede crear una imagen distorsionada del mundo, pero las películas no son documentales del profesor Cousteau. Ya sabemos que cuando hoy hablamos de filosofía, estudios sociales y demás investigaciones no propiamente científicas, estamos refiriéndonos a una racionalidad que no trabaja con el método científico, pero no por ello utilizan el método digo lo primero que se me ocurre.

Puede parecer que este párrafo que acabo de escribir es una exageración. La exageración —exageración belicosa y sin sentido— se encuentra en expresiones como éstas:
  • ¿Es posible que alguien pueda ser buen juez —o buen pedagogo o periodista— sin capacidad de razonamiento científico? Seguro que no (p 192).
  • Mi hipótesis —sobre la decadencia de la ciencia— es que la culpa es de estos filósofos y su extraordinaria influencia en las universidades donde se forman los responsables de la cultura mediática imperante (p 165).
  • Hay un sector importante de la población que odia las ciencias y a los científicos, porque, al no comprenderlas, se siente discriminado frente a otros compañeros (p 191).
Y así, decenas de ellas hasta terminar en el epílogo con este ejemplo de rigor científico y neutralidad expositiva: Si todos los sociólogos del mundo desaparecieran, apenas se notaría. Tal vez habría menos encuestas, pero ¿quien las necesita? Y todo esto sin mencionar el capítulo 5, donde se despacha a gusto sobre a Kuhn, Lakatos, Popper y Feyerabend... ¡sin haberlos leído!

Menos mal que sí hay buenos programas en los medios de comunicación que hacen una excelente divulgación científica (en este mismo blog aparecen comentados unos pocos, y en uno de ellos intervino el autor). Menos mal que hay excelentes científicos que participan en la creación de la cultura humanística, lo mismo que hay excelentes humanistas que toman parte en la extensión y difusión de las mejores ideas científicas (en este mismo espacio tengo comentados algunos libros de ambos). 

Menos mal... porque si todos fueran trabajos como éste, la razón terminaría no estrangulada sino que desaparecería.

martes, 21 de mayo de 2013

STEPHEN JAY GOULD

Con motivo del aniversario de la muerte del paleontólogo Jay Gould —20 de mayo de 2002— rtve ha reeditado una entrevista que Eduardo Punset le hizo en 1998 para el programa Redes. Es una buena ocasión  para recordar las siempre sabias palabras del científico americano.


Aquí os dejo las obras de Gould traducidas al castellano que hoy se pueden encontrar en las librerías.

Un erizo en la tormenta. RBA.
La estructura de la teoría de la evolución: el gran debate de las ciencias de la vida. Tusquets.
Ciencia versus religión. Planeta.
Acabo de llegar. Planeta.
La flecha del tiempo: mitos y metáforas en el descubrimiento del tiempo geológico. Alianza

En la editorial Crítica:
  • La vida maravillosa: Burgess Shale y la naturaleza de la historia
  • La falsa medida del hombre
  • Dientes de gallina y dedos de caballo
  • Las piedras falaces de Marrakech
  • Érase una vez el zorro y el erizo: las humanidades y la ciencia e n el tercer milenio
  • Ontogenia y filogenia: la ley fundamental biogenética
  • La montaña de almejas de Leonardo
  • Brontosaurus y la nalga del ministro
  • La sonrisa del flamenco
  • Acabo de llegar: el final de un principio de historia natural
  • El pulgar del panda
  • Desde Darwin: reflexiones sobre historia natural
  • La grandeza de la vida
  • El libro de la vida
  • Un dinosaurio en un pajar
  • Ocho cerditos: reflexiones sobre historia natural.

domingo, 24 de febrero de 2019

21 LECCIONES PARA EL SIGLO XXI

Editorial
En un mundo inundado de información irrelevante, la claridad es poder. En teoría, cualquiera puede intervenir en el debate acerca del futuro de la humanidad, pero es muy difícil mantener una visión clara. Con frecuencia, ni siquiera nos damos cuenta de que se produce un debate, o de cuáles son las cuestiones clave. Somos miles de millones las personas que apenas podemos permitirnos el lujo de indagar en estos asuntos, porque tenemos cosas más acuciantes que hacer: ir a trabajar, cuidar de los niños u ocuparnos de unos padres ya ancianos. Lamentablemente, la historia no hace concesiones. Si el futuro de la humanidad se decide en nuestra ausencia, porque estamos demasiado ocupados dando de comer y vistiendo a nuestros hijos, ni ellos ni nosotros nos libraremos de las consecuencias. Esto es muy injusto, pero ¿quién dijo que la historia es justa? (p 11).

Sí, la vida es muy complicada y nadie tiene respuestas para todos y cada uno de los problemas que se nos plantean a diario; a veces, ni para los más inmediatos, perentorios y cotidianos. En una época llena de información de todo tipo —relevante, irrelevante, absolutamente neutra o claramente malintencionada y engañosa— resulta difícil moverse con soltura y, sobre todo, lleva tiempo, esfuerzo y grandes dosis de clarividencia seleccionar la más adecuada, no ya para tener un criterio ajustado, sino para saber qué es lo que está ocurriendo a nuestro alrededor, ya sea este el barrio en que vivimos o el mundo que nos lleva.

Harari es consciente, sabe que cada cual tiene sus propias prioridades y hace un encomiable esfuerzo por ofrecernos de la manera más clara posible un panorama inteligible sobre la realidad actual del mundo y cuál pueda ser el significado profundo de todo eso. Para facilitar esta labor divide el texto en cinco apartados —desafío tecnológico, desafío político, desesperación y esperanza, verdad y resiliencia— en los que ordenar los grandes temas en los que estamos sumergidos como sociedad: decepción, trabajo, libertad, igualdad, comunidad, civilización, nacionalismo, religión, inmigración, terrorismo, guerra, humildad, dios, laicismo, ignorancia, justicia, posverdad, ciencia ficción, educación, significado y meditación.

Lo que más me gusta de este intelectual sin prejuicios es la enorme capacidad que tiene para moverse con soltura en un océano de información, donde la mayoría sucumbiríamos ahogados, mientras que él sale a flote y nos ofrece unas pocas ideas claras y distintas con las que ayudarnos a entender mejor lo que está ocurriendo a nuestro alrededor. Y lo hace sin arrogancia, con la humildad necesaria como para reconocer que lo que está ofreciendo son, antes que respuestas, preguntas. Preguntas que pueden ser el motor del conocimiento; quizás del cambio y, con un poco de suerte, quién sabe, tal vez de la solución a alguno de los problemas que tenemos planteados como sociedad. 

El libro entra de lleno en la tradición ilustrada y defiende los valores de libertad y tolerancia, y hasta me atrevería a decir que resuenan en él ecos de aquella forma de entender el pensamiento que cultivó Espinoza. Esto no implica —no debería ser necesario recordarlo— que no se equivoque ni que su análisis de la sociedad actual sea el más certero, pero siempre es una garantía saber que no pretende las mejores respuestas, sino que formula las preguntas más acuciantes y significativas en un momento en que la sociedad anda sumida en la confusión. Aunque también podríamos preguntarnos si en algún momento de la historia hemos dejado de estar inmersos en ella.

Durante unos cuantos años o décadas más, aún tendremos la posibilidad de elegir. Si hacemos el esfuerzo, todavía podemos investigar quiénes somos en realidad. Pero si queremos aprovechar de verdad esta oportunidad, será mejor que lo hagamos ahora (p 346).