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martes, 13 de marzo de 2018

CONTRA EL RITUAL DE LA MUERTE

MI MADRE EN SU SILLA


Hay formas diferentes de estar en el mundo,

lo mismo que hay maneras distintas de dejarlo.

Mi madre, pasados ya los ochenta,

esboza una sonrisa cuando le cuento alguna gracia simple,

o cuando el protagonista de la historia infantil que le leo

realiza una travesura bienintencionada.

Al mismo tiempo, o poco después,

hace un gesto de dolor o incomodidad

y yo no sé si los pañales le molestan,

un huesecillo de la mano empieza a ponerse cabrón,

o es alguna vena en la cabeza la que reclama más espacio.

Mi madre, pasados los ochenta,

no puede moverse sola

y reparte su tiempo –si es que es suyo el tiempo-

entre una cama molesta

y una silla de ruedas que no puede desplazar.

Y cuando se sienta a colorear los dibujos infantiles

con los que distraer el tiempo que le sobra,

un temblor obcecado le impide contener el rojo

dentro de la franja adecuada de la sombrilla que está abierta.

Mi madre, antes de los ochenta,

no disfrutó demasiadas veces de la vida,

ahora

no atraviesa lo que se dice un buen momento.

Y, a pesar de todo, no parece desdichada,

y me sorprende cada día

con esa fuerza casi obsesiva que demuestra

para adherirse a la vida,



si es que es vida lo que tiene.


***



He explicado en otro momento, aunque quizás no haya sido suficientemente claro, que este poemario surgió como una manera de situarme ante los acontecimientos familiares que había vivido durante los últimos años. Sin embargo, salvo los tres poemas que aluden a mi propia familia, no es ese el tema, es decir, el tema no es la pérdida de seres queridos.

Creo que esta colección de poemas es suficientemente clara desde el mismo título. Por tanto, el tema es mi punto de vista sobre las costumbres, ritos y ceremonias que en nuestra sociedad se producen cada vez que se da un fallecimiento, pues ocurre a veces que los actos organizados en torno a esa muerte pretenden o quieren ocultar la voluntad del fallecido. En cualquier caso, no es como yo entiendo esta cosa del vivir y del morir.

En otras ocasiones, quizá por pereza, por superstición, por miedo o por lo que sea, nos dejamos llevar por la costumbre, olvidamos que la muerte es un hecho natural, el punto final de nuestra propia vida y que, como propia, deberíamos tener el derecho a decidir cómo queremos ese último acto, sin que los patriarcas religiosos o políticos nos lo impongan.

A pesar de toda la aparente seguridad con la que pretendo afirmarme, yo mismo tengo mis dudas y mis temores, de ahí el par de poemas que aparecen hacia el final, poemas de amor al mismo tiempo que petición de socorro. Nada más natural que ese deseo de sentirnos queridos cuando la duda o el miedo nos invaden.

En este sentido he querido que el librito fuera más un canto a la vida, a la buena vida, que a la buena muerte. Y así creo que se expresa con el poema-recetario que cierra la colección, en el que, para que quedara más claro el mensaje, he suprimido la forma versicular.

Si a través de los poemas no se logra entender esto, es que, sin duda, no he acertado.

***

El poemario podéis leerlo o descargarlo desde aquí.

domingo, 7 de septiembre de 2008

ANTONIO GAMONEDA

Durante este verano me he dedicado a estudiar la obra de Gamoneda para poder preparar la tertulia de noviembre.

No es, de ninguna manera,un poeta fácil. No es uno de esos poetas a los que llegamos con una primera lectura. Tiene su dificultad e incluso podemos decir que, en ocasiones, resulta hermético. Pero esta característica no debería servir para descalificar a un escritor.

La cuestión es que buceando en busca de ayuda en lo que sobre este poeta se ha escrito —especialmente a partir de la concesión del Premio Cervantes— me he encontrado con abundantes comentarios descalificatorios, algunos de dudoso gusto o incluso de mal gusto.

Todos tenemos derecho, faltaría más, a expresar nuestros gustos y a señalar cuáles son nuestros libros preferidos. Es más, todos tenemos derecho a expresar en voz alta cuáles son esas preferencias. Lo que pongo en duda es la validez, la moralidad incluso, de esos comentarios que surgen del desconocimiento de la obra, de la pereza de quien los hace y de la falta de interés por lo que el texto dice.

Descalificar una obra cuando no se ha hecho el esfuerzo de entenderla me parece profundamente arbitrario e injusto.

Gamoneda, es cierto, exige tiempo y relectura. Y si no estamos dispuestos a ofrecer ese tiempo, es mejor que lo dejemos. Descubrir las claves con las que nos habla, introducirse en su mundo, requieren paciencia y atención. Sólo después de haber hecho este ejercicio, es decir, sólo desde la honestidad, se puede decir si una obra merece la pena ser leída o no. Y, en cualquier caso, nunca deberíamos utilizar el insulto, que nada tiene que ver con la crítica ni el comentario.

Comparto con Miguel Casado —excelente exégeta de la poesía de Gamoneda— la opinión de que nuestro poeta es "serio, melancólico y apasionado". Por tanto, a quien no le guste ese punto de tristeza que recorre toda su obra, posiblemente no le entusiasme nada su poesía. Y ya sabemos que todo lector tiene el derecho a abandonar la lectura de un libro cuando quiera. Faltaría más.

Para los que estéis interesados en realizar el esfuerzo que su obra exige, os recomiendo los trabajos de Miguel Casado (la introducción del libro Edad, Cátedra, 1987, y el epílogo del libro Esta luz, Galaxia Gutenberg, 2009), así como los comentarios de Prieto de Paula en Antonio Gamoneda. Antología poética, Ediciones leonesas, 2002.

Como aperitivo os dejo un poema del Gamoneda sencillo:


Es un hombre. Va solo por el campo.
Oye su corazón, como golpea,
y, de pronto, el hombre se detiene
y se pone a llorar sobre la tierra.

Juventud del dolor. Crece la savia
verde y amarga de la primavera.

Hacia el ocaso va. Un pájaro triste
canta entre las ramas negras.

Ya el hombre apenas llora. Se pregunta
por el sabor a muerto de su lengua.

miércoles, 4 de julio de 2012

EL DERECHO A LA PEREZA

Para animar a la lectura de este libro —¿qué mejor que practicar la pereza durante el verano?—escrito en 1880 por el yerno de Marx no encuentro nada mejor que algún párrafo sacado del mismo.

Una extraña pasión invade a las clases obreras de los países en que reina la civilización capitalista; una pasión  que en la sociedad moderna tiene por consecuencia las miserias individuales y sociales que desde hace dos siglos torturan a la triste Humanidad. Esa pasión es el amor al trabajo, el furibundo frenesí del trabajo, llevado hasta el agotamiento de las fuerzas vitales del individuo y de su progenitura (p. 91). [Párrafo inicial del texto de Lafargue, las páginas anteriores son un estudio sobre el mismo].

Para forzar a los capitalistas a perfeccionar sus máquinas de madera y de hierro, es preciso elevar los salarios y disminuir las horas de trabajo de las máquinas de carne y hueso. ¿Pruebas en apoyo? Se pueden dar centenares. El oficio automático del "self acting mule" de las fábricas de tejidos fue inventado y puesto en práctica en Manchester porque los tejedores se negaban a trabajar tanto tiempo como antes (p.129).

En nuestro régimen de pereza, para matar el tiempo que nos mata segundo por segundo, habrá espectáculos y representaciones teatrales de todas clases. Es este un trabajo adecuado a nuestros legisladores, quienes, organizados en cuadrillas, irán por las ferias y los villorrios dando representaciones legislativas (p.135). [¿Os imagináis a nuestros políticos yendo de plaza en plaza? ¡Lástima que la televisión haga este trabajo!]

¿Por qué, señores filósofos adocenados, atormentáis tanto vuestro cerebro para elucubrar una moral cuya práctica no osáis aconsejar a vuestros patronos? ¿Queréis ver condenado y escarnecido ese dogma del trabajo, por el cual os mostráis tan orgullosos? consultad la historia de los pueblos antiguos y los escritos de sus filósofos y legisladores (p.139).

Y como he estado un tanto perezoso en mi comentario, uno de carácter académico, pero breve, podéis encontrarlo en Wikipedia.

Y si el libro os interesa, la editorial Maia lo volvió a publicar el año pasado al precio de 8€. La edición que aparece aquí es de 1973, aunque la editorial Fundamentos la mantiene aún en su catálogo (9€). Tiene, además, una excelente introducción del profesor Pérez Ledesma.

El texto completo también podéis encontrarlo en Internet.

viernes, 21 de marzo de 2014

LA ABOLICIÓN DEL TRABAJO

El trabajo es la fuente de casi toda la miseria existente en el mundo. Casi todos los males que se pueden nombrar proceden del trabajo o de vivir en un mundo diseñado en función del trabajo. Para dejar de sufrir, hemos de dejar de trabajar.

Así de explícito y de contundente empieza este alegato contra el trabajo, o mejor dicho, contra el sistema que nos hemos/nos han dado para organizar nuestras vidas y hacer que todo gire sobre una actividad profundamente insatisfactoria y, en general, nada creativa.

Quiero citar otras líneas,referidas a él mismo, pero que me atañen también a mí: Yo, por ejemplo, disfrutaría enseñando (un poco), pero no quiero saber nada de estudiantes obligados a asistir a clase y me niego a hacerles la pelota a patéticos pedantes para obtener una plaza. 

Yo, por desgracia, ya hice la pelota a los pedantes, pero me canso casi todas las semanas en una estéril lucha con compañeros a los que les gusta asumir tareas y funciones de los pedantes incompetentes que dirigen el corralito de la educación y a los que resulta imposible hacerles ver que son la voz de su amo. 

El texto, cómo no, es utópico, pero los argumentos y los datos que utiliza para la defensa, posible y real, de la actividad lúdica no son nada utópicos. Resulta difícil quitarse las orejeras para tener un campo de visión amplio, pero es necesario hacerlo para poder ver que la realidad no sólo es aquello que tenemos de frente.

Un opúsculo (68 páginas) muy recomendable, pariente de otros títulos como En defensa de los ociosos o El derecho a la pereza, que no exige ningún esfuerzo y, cuando menos, puede aportarnos alguna sonrisa y una mirada distinta sobre esa actividad a la que dedicamos tanto tiempo todos los días.

jueves, 9 de diciembre de 2010

HÉRCULES

(Imagen tomada de Atlas del Universo, Libros cúpula,  2006. Por cierto, puede ser otro de esos libros para regalar.)


La verdad es que me daba pereza meterme a explicar la historia de Hércules, porque tiene mucho que contar, pero aprovechando que vienen fechas navideñas y que os dejo la conexión con su vida y milagros sobre su nombre, me he animado a subrayar simplemente un par de cositas.


La primera de ellas es que Hércules es la versión greco-romana del héroe mesopotámico por excelencia, Gilgamés, protagonista mítico de la primera epopeya de la historia. El texto fue escrito en torno al año 1100 a.C., pero la leyenda es bastante anterior.


La segunda -y esta es la que tiene una vinculación directa con las navidades cristinas-, yendo de mito en mito, es la que nos lleva a Jesucristo, pues éste recoge aspectos sustanciales de la historia de Hércules. En primer lugar, el nacimiento: hijo de un dios (Dios/Zeus) y una mortal (María/Alcmena), cuyo padre mortal no se ha enterado del asunto (José/Anfitrión); en el mismo relato de cómo son engendrados hay más de una coincidencia. En segundo lugar, los trabajos/milagros a que son sometidos ambos para llevar el bien a sus coetáneos o purificar males anteriores; algunos de esos trabajos mantienen un paralelismo casi exacto. Por último, la muerte en sacrificio de ambos, no privándose de un sufrimiento heroico ninguno de los dos, y su posterior elevación a los cielos.


Para ir más allá de wikipedia, una lectura muy recomendable es la de Los mitos griegos, de R. Graves. Las más de cien páginas que dedica al esclarecimiento de este superhéroe resultan apasionates. Lástima que su constelación no tenga estrellas más luminosas, aunque en la línea imaginaria que une las estrellas eta y zeta (las  del lado derecho de la faldilla) se puede apreciar el hermoso cúmulo estelar M13. En noches muy oscuras, y lejos de la contaminación lumínica, es visible a simple vista como una ligera mancha lechosa.