"El espacio puede tener un horizonte y el tiempo un final, pero la aventura del aprendizaje es interminable". Timothy Ferris. La aventura del Universo.
miércoles, 5 de febrero de 2014
LA ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA A DEBATE, y 2
La palabra filosofía, como bien se encargan de recordarlo los manuales de bachillerato, significa amor por la sabiduría, pasión por el conocimiento, ganas de saber. Nace en la Grecia clásica como actividad específica y aglutina a buen puñado de sabios cuyo deseo de conocer origina un progreso inequívoco en la sociedad y un abandono paulatino del pensamiento mágico e irracional. Es decir, gracias a los filósofos empezamos a salir de la ignorancia y las tinieblas para empezar a conocer cómo funciona el mundo y qué somos.
El filósofo no era, por tanto, una persona que se sumergía en pensamientos abstrusos, cuyo sentido se escapaba a la inmensa mayoría de la sociedad. Quien se dedicaba a saber quería encontrar respuestas a los sucesos que ocurrían a su alrededor. De hecho, se dice que quien inventó el término fue Pitágoras, a quien hoy identificamos como matemático. Más aún, en la famosa Academia de Atenas, la de Platón, sobre la puerta de entrada estaba escrito aquello de Nadie entre sin saber geometría. Y si nos paramos a mirar los títulos de las obras que escribió Aristóteles, el más grande filósofo de la Antigüedad, descubriremos que la mayor parte de ellas se dedican a lo que hoy identificamos como ciencias (física, biología, meteorología, geografía, astronomía...)
Ocurre que la Filosofía es la que se ha dedicado al saber, sin más especificaciones, hasta que los distintos conocimientos han ido teniendo cuerpo suficiente como para independizarse y hacerse con un nombre y una actividad. De la Filosofía, de ese preguntarse por todo y reconocer que no sabemos nada, se van desgajando con el tiempo los demás saberes, porque la especialidad que generan ya no puede ser atendida como se merece sin un acopio exhaustivo de conocimientos técnicos. Y esto comienza en Occidente con la Revolución científica (Copérnico, Brahe, Kepler, Galileo, Newton...), aunque todos ellos se reconocieran como filósofos y hoy no los identifiquemos como tales.
Y en este parir conocimiento la Filosofía se ha ido quedando sin una actividad claramente reconocible como propia. Cada nueva hija, cada nueva ciencia, ha ido abandonando la casa familiar y se ha llevado sus trastos, sus técnicas y su metodología para construir una nueva casa, aunque la ciudad del saber abarca todas esas casas. Y en este momento ninguna persona sensata que se haga aquella vieja pregunta tan típicamente filosófica como era ¿qué es el hombre? acudirá a la Filosofía para encontrar una respuesta. Hoy sabemos que para responder qué somos necesitamos, fundamentalmente, ir a la casa de su hija la Biología.
Es difícil señalar en la actualidad qué parcela del saber, de la actividad cultural, queda reservada a la Filosofía. A mí me gusta pensar que la Filosofía tiene que seguir aglutinando ese impulso por el descubrimiento, esa mirada crítica y autónoma sobre la sociedad y su quehacer. Sapere aude, no te conformes con lo que te digan, busca la luz del conocimiento y pon todo bajo sospecha. Pero también es cierto que esa actitud profundamente filosófica es la que anima a todos los grandes científicos que son y han sido, porque si no fuera así, no llegarían a ser realmente grandes.
Y es por eso mismo por lo que decía en el anterior comentario que a mí lo que me interesa no es que se imparta o no la Filosofía como asignatura. Lo que me interesa es contar con un profesorado, con un conocedor de la materia, que tenga esa actitud apasionada por el saber, por el descubrimiento, por la curiosidad y que lo sepa transmitir a sus alumnos, ya que el saber a cerca de algo implica siempre otras áreas del conocimiento. Si es así, y explique la materia que explique, estará haciendo filosofía. Tal y como hacía Kant en sus clases; tal y como hacen hoy miles de profesores que no son de filosofía en escuelas, institutos y universidades en todo el mundo.
domingo, 2 de febrero de 2014
LA ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA A DEBATE, 1
No voy a defender aquí la Lomce —alguna entrada en contra de ella podéis hallar en este blog—, pero tampoco voy a caer en la simplicidad de defender el estudio de la Filosofía diciendo banalidades del tipo "la Filosofía nos enseña a pensar" o "el estudio de la Filosofía nos enseña a ser racionales". No necesitamos de esa ni de ninguna otra asignatura considerada aisladamente para aprender a pensar, para ser racionales o para ejercitar el pensamiento crítico y autónomo. De hecho, hay bastantes países donde no está presente el estudio de la Filosofía antes de la universidad —más de los que se citan en el debate— y no ejercen el pensamiento de forma menos activa y lúcida que aquí. La presencia de una determinada asignatura en el currículo no garantiza absolutamente nada.
Lo que sí es importante, diría que fundamental, es contar con un profesorado competente y bien preparado que disfrute enseñando lo que enseña y que enseñe a pensar desde la asignatura que imparta, sea la que sea. Un profesorado que transmita la ilusión de aprender y que nos contagie las ganas de descubrir por nosotros mismos —ver la entrada Elogio y modelo del maestro—. ¿Alguien, acaso, puede creerse que Galileo, Cervantes, Marie Curie o Murasaki no sabían pensar? ¿Alguien puede creerse que Hitler, Franco, Pinochet o Stalin no hubieran hecho lo que hicieron si hubieran recibido más clases de filosofía en el bachillerato?
El problema no es ese. El problema es que no tenemos un buen sistema educativo. Lo que tenemos es una sucesión inagotable de sistemas que se van arrojando a la cara los partidos políticos que transitan por el poder, y al poder, como mucho, le interesan las estadísticas, no la formación de la ciudadanía. El problema es que esos "ensayos" de sistema educativo no se preocupan de la educación ni de formar un profesorado capaz, ilusionado y solvente, sino de que la burocracia que rodea a la educación esté bien servida. El problema es... que la educación tiene demasiados problemas y no van a desaparecer hasta que los partidos políticos no se den cuenta de que establecer un buen sistema educativo no es adecuarlo a la ideología e intereses del gobierno del momento.
Dicho esto, escuchad, si queréis, lo que han dicho en el debate y, por encima de todo, que nadie os dirija el pensamiento.
miércoles, 19 de octubre de 2022
TRAS LA VIRTUD, ALASDAIR MACINTYRE
Editorial |
Hoy propongo su lectura porque su exploración de las ideas morales se aleja del cerrado tratamiento tanto analítico como lingüístico que durante un tiempo caracterizó a la filosofía moral académica. Mackintyre prefiere estudiar el complejo mundo de las ideas morales teniendo como telón de fondo el contexto histórico en el que surgen, porque toda idea, sea del tipo que sea, tiene un marco social, histórico y cultural que la dota de sentido y la explica. Es precisamente esta forma de entender la filosofía moral la que le permite hacerla más accesible al público general. Eso y su estilo próximo y directo.
Transcribo parte del comienzo del segundo capítulo, "La naturaleza del desacuerdo moral actual y las pretensiones del emotivismo", para que se vea cómo opera y cómo escribe.
El rasgo más chocante del lenguaje moral contemporáneo es que gran parte de él se usa para expresar desacuerdos; y el rasgo más sorprendente de los debates en que esos desacuerdos se expresan es su carácter interminable. Con esto no me refiero a que dichos debates siguen y siguen y siguen —aunque también ocurre—, sino a que por lo visto no pueden encontrar un término. Parece que no hay un modo racional de afianzar un acuerdo moral en nuestra cultura. Consideremos tres ejemplos de debate moral contemporáneo, organizados en términos de argumentaciones morales rivales típicas y bien conocidas.Basta con el simple enunciado de estas argumentaciones para reconocer la gran influencia de las mismas en nuestra sociedad. Por supuesto, cuentan con portavoces expertos en articularlas: Hermán Kahn y el papa, Che Guevara y Milton Friedman se cuentan entre los varios autores que han expuesto distintas versiones de ellas. Sin embargo, es su aparición en los editoriales de los periódicos y los debates de segunda enseñanza, en los programas de radio y los discursos de los diputados, en bares, cuarteles y salones, lo que las hace típicas y por lo mismo ejemplos importantes aquí. ¿Qué características sobresalientes comparten estos debates y desacuerdos?