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sábado, 1 de septiembre de 2018

EL CEMENTERIO MARINO

Cementerio marino de Sète. Tumba de Paul Valéry
Estando en Montpellier, no podía dejar de acercarme a Sète, lugar de nacimiento de Paul Valéry —también de Brassens—, y donde fue enterrado, precisamente, en el conocido como cementerio marino. Y ese es el título de su más famoso poema, que tiene como centro temático el lugar que tan bien conocía y que le sirvió de inspiración. 

Hay muchas traducciones del poema. Tanto la de Sologuren como la de Guillén me gustan mucho. Las tomo de la selección que preparé en su día para las tertulias irunesas. Cada estrofa va dentro de un recuadro de la tabla. Ofrecer las vos versiones en paralelo me obliga a utilizar un tipo de letra más pequeño. 

EL CEMENTERIO MARINO
Versiones de Javier Sologuren y Jorgen Guillén

¡Oh alma mía, no aspires a la vida inmortal, 
pero agota toda la extensión de lo posible.

PÍNDARO, PÍTICAS III.
Calmo techo surcado de palomas,
palpita entre los pinos y las tumbas;
mediodía puntual arma sus fuegos
¡El mar, el mar siempre recomenzado!
¡Qué regalo después de un pensamiento
ver moroso la calma de los dioses!
Ese techo, tranquilo de palomas,
Palpita entre los pinos y las tumbas.
El Mediodía justo en él se enciende
El mar, el mar, sin cesar empezando…
Recompensa después de un pensamiento:
Mirar por fin la calma de los dioses.
¡Qué obra pura consume de relámpagos
vario diamante de invisible espuma,
y cuánta paz parece concebirse!
Cuando sobre el abismo un sol reposa,
trabajos puros de una eterna causa,
el Tiempo riela y es Sueño la ciencia.
¡Qué labor de relámpagos consume
Tantos diamantes de invisible espuma,
Y qué paz, ah, parece concebirse!
Cuando sobre el abismo un sol reposa,
Trabajos puros de una eterna causa,
Refulge el tiempo y soñar es saber.
Tesoro estable, templo de Minerva,
quietud masiva y visible reserva;
agua parpadeante, Ojo que en ti guardas
tanto sueño bajo un velo de llamas,
¡silencio mío!... ¡Edificio en el alma,
mas lleno de mil tejas de oro. ¡Techo!
Tesoro estable y a Minerva templo,
Masa de calma y visible reserva,
Agua parpadeante, Ojo que guardas
Bajo un velo de llama tanto sueño,
¡Oh, mi silencio! En el alma edificio,
Mas cima de oro con mil tejas, Techo.
Templo del Tiempo, que un suspiro cifra,
subo a ese punto puro y me acostumbro
de mi mirar marino todo envuelto;
tal a los dioses mi suprema ofrenda,
el destellar sereno va sembrando
soberano desdén sobre la altura.
¡Templo del Tiempo, que un suspiro cifra!
A esta pureza subo y me acostumbro,
De mi marina mirada ceñido.
Como mi ofrenda suprema a los dioses,
El centelleo tan sereno siembra
En la multitud soberano desdén.
Como en deleite el fruto se deslíe,
como en delicia truécase su ausencia
en una boca en que su forma muere,
mi futura humareda aquí yo sorbo,
y al alma consumida el cielo canta
la mudanza en rumor de las orillas.
Como en fruición la fruta se deshace
Y su ausencia en delicia se convierte
Mientras muere su forma en una boca,
Aspiro aquí mi futura humareda,
Y el cielo canta al alma consumida
El cambio de la orilla en sus rumores.
¡Bello cielo real, mírame que cambio!
Después de tanto orgullo, y de tanto
extraño ocio, mas pleno de poderes,
a ese brillante espacio me abandono,
sobre casas de muertos va mi sombra
que a su frágil moverse me acostumbra. 
Mírame a mí, que cambio, bello cielo.
Después de tanto orgullo y tan extraña
Ociosidad, mas llena de potencia,
A este brillante espacio me abandono:
Sobre casas de muertos va mi sombra,
Que me somete a su blando vaivén.
A teas del solsticio expuesta el alma,
sosteniéndote estoy, ¡oh admirable
justicia de la luz de crudas armas!
Pura te tomo a tu lugar primero:
¡mírate!... Devolver la luz supone
taciturna mitad sumida en sombra.
A teas de solsticio el alma expuesta,
Yo te sostengo, admirable justicia
De la luz: luz en armas sin piedad.
A tu lugar, y pura, te devuelvo,
Mírate. Pero… Devolver las luces
Una adusta mitad supone en sombra.
Para mí solo, a mí solo, en mí mismo,
un corazón, en fuentes del poema,
entre el vacío y el suceso puro,
de mi íntima grandeza el eco aguardo,
cisterna amarga, oscura y resonante,
¡hueco en el alma, son siempre futuro!
Para mí solo, en mí solo, en mí mismo
Y junto a un corazón, del verso fuente,
Entre el vacío y el suceso puro,
De mi grandeza interna espero el eco:
Es la amarga cisterna que en el alma
Hace sonar, futuro siempre, un hueco.
Sabes, falso cautivo de follajes,
golfo devorador de enjutas rejas,
en mis cerrados ojos, deslumbrantes
secretos, ¿qué cuerpo hálame a su término
y qué frente lo gana a esta tierra ósea?
Una chispa allí pienso en mis ausentes.
¿Sabes, falso cautivo de las frondas,
Golfo glotón de flojos enrejados,
Sobre mis ojos, fúlgidos secretos
Qué cuerpo al fin me arrastra a su pereza,
Qué frente aquí le inclina a tierra ósea?
Una centella piensa en mis ausentes.
Sacro, pleno de un fuego sin materia;
ofrecido a la luz terrestre trozo,
me place este lugar alto de teas,
hecho de oro, piedra, árboles oscuros,
mármol temblando sobre tantas sombras;
¡allí la mar leal duerme en mis tumbas!
Cerrado, sacro —fuego sin materia—
Trozo terrestre a la luz ofrecido,
Me place este lugar: ah, bajo antorchas,
Oros y piedras, árboles umbríos,
Trémulo mármol bajo tantas sombras.
El mar fiel duerme aquí, sobre mis tumbas.
¡Al idólatra aparta, perra espléndida!
Cuando con sonrisa de pastor, solo,
apaciento carneros misteriosos,
rebaño blanco de mis quietas tumbas,
¡las discretas palomas de allí aléjalas,
los vanos sueños y ángeles curiosos!
¡Al idólatra aparta, perra espléndida!
Cuando, sonrisa de pastor, yo solo
Apaciento, carneros misteriosos,
Blanco rebaño de tranquilas tumbas,
Aléjame las prudentes palomas,
Los sueños vanos, los curiosos ángeles.
Llegado aquí pereza es el futuro,
rasca la sequedad nítido insecto;
todo ardido, deshecho, recibido
en quién sabe qué esencia rigurosa...
La vida es vasta estando ebrio de ausencia,
y dulce el amargor, claro el espíritu.
El porvenir, aquí, sólo es pereza.
Nítido insecto rasca sequedades.
Quemado asciende por los aires todo:
¿en qué severa esencia recibido?
Ebria de esencia al fin, la vida es vasta,
Y la amargura es dulce, y claro el ánimo.
Los muertos se hallan bien en esta tierra
cuyo misterio seca y los abriga.
Encima el Mediodía reposando
se piensa y a sí mismo se concilia...
Testa cabal, diadema irreprochable,
yo soy en tu interior secreto cambio.
¡Muertos ocultos! Están bien: la tierra
Los recalienta y seca su misterio.
Sin movimiento, arriba, el Mediodía
En sí piensa y conviene consigo…
Testa completa y perfecta diadema,
Y la amargura es dulce, y claro el ánimo.
¡A tus temores, sólo yo domino!
Mis arrepentimientos y mis dudas,
son el efecto de tu gran diamante...
Pero en su noche grávida de mármoles,
en la raíz del árbol, vago pueblo
ha asumido tu causa lentamente.
Yo, sólo yo, contengo tus temores.
Mi contrición, mis dudas, mis aprietos
Son el defecto de tu gran diamante.
Pero en su noche, grávida de mármol,
Un vago pueblo, entre raíces árboles,
Por ti se ha decidido lentamente.
En una densa ausencia se han disuelto,
roja arcilla absorbió la blanca especie,
¡la gracia de vivir pasó a las flores!
¿Dónde del muerto frases familiares,
el arte personal, el alma propia?
En la fuente del llanto larvas hilan.
Ya se han disuelto en una espesa ausencia,
Roja arcilla ha bebido blanca especie,
El don de vida ha pasado a las flores.
¿Dónde estarán las frases familiares,
El arte personal, las almas únicas?
En las fuentes del llanto larvas hilan.
Agudo gritos de exaltadas jóvenes,
ojos, dientes, humedecidos párpados,
el hechicero seno que se arriesga,
la sangre viva en labios que se rinden,
los dedos que defienden dones últimos,
¡va todo bajo tierra y entra al juego!
Gritos, entre cosquillas, de muchachas
Ojos y dientes, párpados mojados,
Seno amable que juega con el fuego,
Sangre que brilla en labios que se rinden,
Últimos dones, dedos defensores:
Bajo tierra va todo y entra en juego.
Y tú, gran alma, ¿un sueño acaso esperas
libre ya de colores del engaño
que al ojo camal fingen onda y oro?
¿Cuando seas vapor tendrás el canto?
¡Ve! ¡Todo huye! Mi presencia es porosa,
¡la sagrada impaciencia también muere!
¿Y aún esperas un sueño, tú, gran alma,
Que ya no tenga este calor d embuste
Que a nuestros ojos muestran ondas y oro?
¿Cantarás cuando seas vaporosa?
Todo huye, bah. Porosa es mi presencia,
Y también la impaciencia santa muere.
¡Magra inmortalidad negra y dorada,
consoladora de horroroso lauro
que maternal seno haces de la muerte,
el bello engaño y la piadosa argucia!
¡Quién no conoce, quién no los rechaza,
al hueco cráneo y a la risa eterna!
Flaca inmortalidad dorada y negra,
Consoladora de laurel horrible,
Que en seno maternal cambias la muerte:
Bello el embuste y el ardid piadoso.
¡Quién no sabe y no huye de ese cráneo
Vacío, de esa risa sempiterna!
Deshabitadas testas, hondos padres,
que bajo el peso de tantas paladas,
sois la tierra y mezcláis nuestras pisadas,
el roedor gusano irrebatible
para vosotros no es que bajo tablas
dormís, ¡de vida vive y no me deja!
Hondos padres, deshabitadas testas,
Que sois la tierra y confundís los pasos
Bajo el peso de tantas paletadas:
No es para los durmientes bajo losas
El roedor gusano irrefutable,
Que no me deja a mí. De vida vive.
¿Amor quizás u odio de mí mismo?
¡Tan cerca tengo su secreto diente
que cualquier nombre puede convenirle!
¡Qué importa! ¡Mira, quiere, piensa, toca!
¡Agrádale mi carne, aun en mi lecho,
de este viviente vivo de ser suyo!
¿Acaso amor, o el odio de mí mismo?
Tan cerca siento su secreto diente
Que puede convenirle todo nombre.
No importa. Siempre sueña, quiere, toca,
Ve: le gusta mi carne. ¡Yo, yo vivo,
Ay, de pertenecer a este viviente!
¡Zenón! ¡Cruel Zenón! ¡Zenón de Elea!
¡Me has traspasado con tu flecha alada
que vibra, vuela y no obstante no vuela!
¡Su son me engendra y mátame la flecha!
¡Ah! el sol... ¡Y qué sombra de tortuga
para el alma, veloz y quieto Aquiles!
¡Zenón, cruel Zenón, Zenón de Elea!
Me has traspasado con la flecha alada
Que vibra y vuela, pero nunca vuela.
Me crea el son y la flecha me mata.
¡Oh sol, oh sol! ¡Qué sombra de tortuga
Para el alma: si en marcha Aquiles, quieto!
¡No! ¡No!... ¡De pie! ¡En la era sucesiva!
¡Cuerpo mío, esta forma absorta quiebra!
¡Pecho mío, el naciente viento bebe!
Una frescura que la mar exhala,
ríndeme el alma... ¡Oh vigor salado!
¡Ganemos la onda en rebotar viviente!
No, no, no de pie. La era, sucesiva.
Rompa el cuerpo esta forma pensativa.
Beba mi seno este nacer del viento.
Una frescura, del mar exhalada,
Me trae mi alma. ¡Salada potencia!
¡A revivir en la onda, corramos!
¡Sí! Inmenso mar dotado de delirios,
piel de pantera, clámide horadada
por los mil y mil ídolos solares,
hidra absoluta, ebria de carne azul,
que te muerdes la cola destellante
en un tumulto símil al silencio.
Sí, mar, gran mar de delirios dotado,
Piel de pantera y clámide calada
Por tantos, tantos ídolos del sol,
Ebria carne azul, hidra absoluta,
Que te muerdes la cola refulgente
En un tumulto análogo al silencio.
¡Se alza el viento!... ¡Tratemos de vivir!
¡Cierra y abre mi libro el aire inmenso,
brota audaz la ola en polvo de las rocas!
¡Volad páginas todas deslumbradas!
¡Olas, romped con vuestra agua gozosa
calmo techo que foques merodean!
El viento vuelve, intentamos vivir
Abre y cierra mi libro al aire inmenso,
Con las rocas se atreve la ola en polvo.
Volad, volad, páginas deslumbradas.
Olas, romped gozosas el tranquilo
Techo donde los foques picotean.

jueves, 31 de enero de 2013

HISTORIA DE LA CIENCIA

Hacía tiempo que tenía ganas de leer este libro y el comentario que leí sobre él en El templo de la Ciencia —otro día me ocuparé de éste— me inclinó a no demorarlo más.

John Gribbin, profesor de Astronomía y astrofísico en activo, ha compuesto una buena historia sin ser historiador y los recovecos de la Ciencia, no sólo los de la Física, los domina con absoluta soltura. Tiene muy claro que las contribuciones al desarrollo científico las realiza cada investigador como individuo, y por eso el libro tiene un hilo conductor biográfico; pero sabe perfectamente que la ciencia en sí misma es esencialmente impersonal, tiene su propio desarrollo independientemente de la biografía de sus protagonistas.

Con este planteamiento logra transmitirnos la idea de que los conocimientos avanzan paso a paso, gradualmente, gracias a la superposición de unos sobre otros, gracias al cúmulo de nuevos saberes que van facilitando la tarea de las generaciones siguientes. Es evidente que no comparte la idea de Thomas Khun sobre los procesos revolucionarios en el campo del conocimiento científico.

Dejando aparte las opiniones sobre cómo progresa el pensamiento científico, el texto tiene un valor fundamental en cuanto que transmite con gran eficacia la emoción del descubrimiento. Es este uno de los objetivos de Gribbin y con esta idea cierra el libro: Lo que motiva a los grandes científicos no es la sed de fama o fortuna (...), sino lo que Richard Feynman llamó "el placer de descubrir cosas", un placer tan satisfactorio que muchos de aquellos grandes científicos, desde Newton a Cavendish y desde Charles Darwin hasta el propio Feynman, ni siquiera se preocupaban por publicar sus hallazgos, salvo cuando sus amigos les presionaban para que lo hicieran. Este placer difícilmente existiría si no hubiera verdades que descubrir. (p 501).

El libro, claro, comienza su andadura en el siglo XVI, pues es a partir de entonces cuando podemos hablar propiamente de ciencia o, dicho con mayor precisión, cuando empiezan a atisbarse los primeros pasos del método científico, en el que tanto tuvo que ver el gran Galileo. Se cierra con los últimos descubrimientos en torno al ADN (Química, Biología) y el acrónimo CHON (Física y Astrofísica). Todo un apasionante viaje por el mundo del conocimiento científico.

sábado, 2 de marzo de 2013

EL TEMPLO DE LA CIENCIA

Firman el texto de este agradable libro de divulgación Chudnovsky, Tejada y Punset. Los tres son probados escritores de divulgación científica con una amplia lista de títulos en su historial, y los dos primeros, además, científicos en activo y amigos desde hace muchos años.

El libro se articula en torno a la metáfora que le da título y de esta manera nos van descubriendo cada una de las salas de ese templo, que no son otra que cosa que cada una de las disciplinas científicas. A lo largo del recorrido nos van descubriendo cómo están conectadas y el larguísimo trabajo que resta para poder disfrutar de todos los tesoros que encierra cada una de ellas, y que quizá algún día acabemos por descubrir.

En este templo la zona más oscura, menos conocida, es la que alberga los secretos del funcionamiento del cerebro humano y, por ende, el conocimiento del propio ser humano. Sacar a la luz todo cuanto podemos imaginar que hay en esta sala supondrá saber con mayor precisión quiénes somos y por qué actuamos como lo hacemos.

Siendo todo el recorrido un itinerario interesante —a veces cansa un poco la reiteración en la metáfora del templo—, los capítulos que más me han gustado han sido los dos últimos: ¿Cuánto tardaremos en descubrir el diseño y el porqué del Templo de la Ciencia? y Conclusiones. Tal vez porque en ellos arriesgan más o porque tienen que abandonar el camino más común de dar a conocer lo que hasta ahora se ha hecho.

Agradable y muy certera también me parece la bibliografía final. Pocos libros, pero muy bien escogidos, pensando —como debe ser en este tipo de textos— en el lector no especializado.

miércoles, 17 de abril de 2024

UN LIBRO, UN POEMA (Ch. Baudelaire)

#unlibrounpoema

Hacía tiempo que Ivan G. M., el encantador vecino y mejor músico trance que tengo la suerte de disfrutar, me había pedido volver a las andadas de aquello que hicimos con Las quimeras al comenzar el año. O sea, algo en plan gótico-terrorífico, un poco para asustar al personal de las redes. 

De los tres textos que le ofrecí para que él eligiera uno con el que se podría sentir más a gusto creando la ambientación, eligió "Las letanías de Satán", poema perteneciente al apartado "Rebelión" del celebérrimo Las flores del mal. 

Los tres poemas que integran ese apartado tienen un fuerte contenido satánico, algo que estaba bastante de moda en el siglo XIX, especialmente desde que Byron escribiera Manfred y Caín; aunque para satánico de verdad, nada comparable a Los cantos de Maldoror, culmen, en mi opinión, del género. 

No sé si es que algunos escritores en aquella época tenían un componente gamberro muy fuerte o que la adolescencia les duró mucho tiempo. Fuese lo que fuese, aquí tenéis, en la traducción de Manuel Neila, Las letanías de Satán. Debajo de ellas está el audio con el que tanto Ivan como yo os deseamos que no paséis demasiado miedo👿👿👿😂😂😂.

Oh tú, el más bello y sabio de los Ángeles todos,
Dios privado de suerte, privado de alabanzas,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Príncipe del exilio a quien tanto agraviaron,
Y que, vencido, luego te levantas más fuerte,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Tú que 
todo lo sabes, rey de lo subterráneo,
Familiar curandero de congojas humanas,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Tú que, incluso al leproso, y a los parias malditos
Enseñas por amor el gusto del Edén,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

¡Oh tú que de la Muerte, la vieja y firme amante,
Engendras la Esperanza —¡esa loca adorable!

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Tú que das al proscrito esa 
altiva mirada 
Que en torno del cadalso condena a todo un pueblo,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Tú que sabes en qué rincones de la tierra 
El Dios celoso guarda toda piedra preciosa,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Tú cuyos ojos claros saben en qué arsenales
Dormita amortajado el pueblo de metales,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Tú cuya larga mano oculta precipicios
Al sonámbulo errante al borde de las casas,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Tú que, mágicamente, ablandas la osamenta
Del ebrio rezagado que arrollan los caballos,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Tú que, por consolar al débil ser que sufre,
Enseñas a mezclar azufre con salitre,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Tú que imprimes tu signo, ¡oh cómplice sutil!
En la frente del Creso implacable y ruin,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Tú que en el corazón de rameras enciendes
El culto por las llagas y el amor al andrajo,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Garrote de los exiliados, lámpara de los inventores,
Confesor de ahorcados y de conspiradores,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Padre adoptivo de esos que, en su cólera ciega,
El Dios Padre arrojó del edén terrenal,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!


            ORACIÓN

¡Gloria a ti y alabanza, Satán, en las alturas
Del Cielo, donde reinas, y en las profundidades
Del Infierno en que sueñas en silencio, vencido!
¡Haz que mi alma, a la sombra del Árbol de la Ciencia,
Cerca de ti repose, cuando sobre tu frente
Como un Templo novísimo se extiendan sus ramajes!



***